ABDALÁ KURDIPadre de Aylan, ahogado hace un año
«La fotografía de mi hijo muerto no ha servido para nada»
El Mundo, , 04-09-2016Abdalá Kurdi habla despacio, con el dolor aguijoneando cada una de las palabras que pronuncia. «Estoy muy triste», confiesa en una entrevista a EL MUNDO. Acaba de cumplirse un año del fogonazo de su hijo Aylan, ahogado en una playa turca, que conmocionó al planeta. 365 días que no han restañado las heridas. «Vivo sumido en una tristeza que no tiene fin. A diario recuerdo a mi familia y revivo el desastre», dice.
En el naufragio, el tercer y trágico intento de alcanzar la isla griega de Kos, Abdalá perdió también a su esposa Rehana y a su hijo Galib. Su drama familiar, retratado en el cuerpo sin vida de su vástago de tres años, se convirtió en icono de la cruenta guerra civil siria. «La fotografía de Aylan –denuncia– no sirvió para nada. Cambió algo las cosas durante los dos primeros meses que sucedieron a su muerte pero después, nada. Los países europeos cerraron sus puertas en las narices de los refugiados que esperaban su auxilio». Abdalá, en cambio, sigue elaborando el duelo. Enterró a sus seres queridos en el enclave kurdo sirio de Kobane y reside ahora en Erbil, la capital del Kurdistán iraquí.
«Llegué hace dos días para acompañarle durante esta semana y me impactó ver cómo está y cómo habla. Necesita ayuda urgente», esboza entre sollozos su hermana Tima, afincada en Canadá, el destino truncado de Aylan. «Habla de sus hijos como si aún estuvieran vivos. Si está viendo la televisión y se topa con unos dibujos animados, dice: ‘Eran los dibujos que le gustaban a Aylan’. Y luego rompe a llorar y se pregunta: ‘¿Por qué sigo vivo yo y no ellos?’». La noche del viernes el campo de refugiados sirios de Darashakran, a unos 35 kilómetros al noroeste de Erbil, celebró un sencillo acto en recuerdo del menor. Y su padre volvió a sentir el horror.
Abdalá –reconoce su hermana– pasó la noche previa al homenaje sin dejarse vencer por el sueño. «Me contó que en la habitación había creído ver a sus dos hijos sentados junto a él en la cama. No sé como ayudarle», lamenta Tima, conmocionada también por el trajín de los últimos días. «Para el mundo ha transcurrido un año de todo aquello. Nosotros, sin embargo, lo seguimos sintiendo como si hubiera sucedido hace unos minutos. No podemos volver a ser los mismos».
«Nos hacemos siempre la misma pregunta: ‘¿Por qué?’ Y nunca hallamos respuesta. La gente no se puede hacer una idea de cómo nos sentimos», admite la mujer, cansada de un lustro de distancias y pérdidas. «Los líderes del planeta deben parar este baño de sangre. Siria está siendo destruida». Un mensaje de socorro y rabia que secunda la voz rota de Abdalá. «La verdad es que no sé qué decirles ya a los dirigentes mundiales. Lo único que espero es que paren esta guerra y que se pueda alcanzar la paz. Yo no quiero encontrar refugio en un país ajeno. Quiero vivir en mi patria, regresar a casa con la familia que me queda», replica.
Un año después de la tragedia, un sueño le mantiene en pie: «Quiero fundar una asociación de caridad que lleve el nombre de Aylan y ayude a todos los niños huérfanos que lo necesitan. Están indefensos y son inocentes. He vivido jornadas muy difíciles y no quiero que pasen por lo mismo».
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