DATE DE ALTA en el nuevo sistema de comentarios
Un año después del gran éxodo de Siria, los políticos buscan soluciones
La cumbre del G20 en China estuvo ayer protagonizada por cómo dar fin al conflicto y al drama humanitario Los ataques y las huidas prosiguen, mientras las fronteras se cierran al asilo
Diario de noticias de Alava, , 05-09-2016hangzhou – Dos años después de empezar el conflicto sirio, unas 8.000 personas abandonaban ya su casa a diario, y había millón y medio de desplazados en los países limítrofes. Ahora, 2.000 días después del comienzo de la guerra más sangrienta de los últimos tiempos, más de 4.808.000 personas son refugiadas, pero no todas han sido absorbidas por los países que podían darles asilo. Muchos de los sirios que escapan son menores, y viajan sin compañía adulta. En cambio, un año después de la conmovedora foto de Aylan Kurdi, muerto en una playa turca en su intento de huir, no habría “servido para nada”, afirmó su padre hace días.
Efectivamente, el verano de 2015 fue el de la visibilización de la llamada crisis de los refugiados. Llevaban varios años llegando a través del Mediterráneo, pero la eclosión fue extraordinaria en los albores del estío. Morían a cientos en barcazas endebles o en lanchas neumáticas. Grecia, Italia y Turquía iban recogiendo a los supervivientes con más voluntad que medios. Entretanto, ONGs como Acnur denunciaban que Alemania y Suecia estaban asilando al 45% de los llegados a Europa, cuando los países de la Unión Europea habían asentido a su obligación de dar cobijo a muchos más. Al contrario, sus recelos crecieron y, a medida que han ido sucediéndose los atentados yihadistas en el viejo continente, más países se han ido adhiriendo a los muros, los controles y las vallas fronterizos. Empezó Hungría, seguida de Croacia y Eslovenia; Suecia cerró la puerta al llegar el otoño, James Cameron habló de “mano dura” en Reino Unido e incluso Noruega ha levantado una valla en su frontera con Rusia, el pasado agosto, para disuadir a los refugiados.
Una guerra que se complica y sigue causando un goteo de muertes todos los días, con la intervención de Rusia y de Turquía – principalmente este verano, cuando los islamistas atentaron contra una boda en la frontera, causando decenas de muertos – , y con los ataques de Francia después de los atentados de París del 13 de noviembre. Los civiles no pueden sino huir, “porque en sus países su vida no vale nada”, expresaban en Médicos Sin Fronteras (MSF). Su responsable, José Antonio Bastos, expuso a DNA hace unos meses que “los países del mundo se han desentendido de la guerra siria y ahora se quejan de que se les viene un aluvión encima. Son las consecuencias de acciones no tomadas y de no responder a un drama humano a tiempo y concienzudamente”.
maniobrando Así las cosas, el G20 ha arrancado con Siria como una de sus principales preocupaciones, de forma que ayer la mayoría de las conversaciones giraron en torno al problema de la guerra y de los refugiados no atendidos. Recep Tayyip Erdogan fue uno de los protagonistas de la jornada, ya que, tras el intento de golpe de Estado en Turquía el 15 de julio pasado, el mandatario de Ankara ha ido tomando medidas que contravienen los Derechos Humanos. E incluso ha comenzado a atacar posiciones sirias por su cuenta y riesgo, lo que criticó el secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki – moon, hace unas semanas.
El sábado, la representante de la UE para la Política Exterior, Federica Mongherini, tuvo un encuentro con su homólogo turco, Ömer Çelik, en el que afirmó que sus relaciones podrían reencauzarse. Y es que, el pasado 29 de noviembre, la UE acordó pagar a Turquía 3.000 millones de euros para que se quede con los refugiados que llegan a ese país. El presidente del CE, Donald Tusk, insistió en que “hay que parar” la oleada migratoria y que Grecia disponía de dos semanas para mejorar los controles en sus fronteras exteriores. Ante el aluvión de llegadas, y en mitad de la vorágine económica, el Gobierno griego se enfrenta a un reto: dar un alojamiento digno a las 60.000 personas atrapadas por el cierre de las fronteras.
A finales de agosto, las autoridades libias impidieron un intento de inmigración irregular masiva a Europa desde las playas del oeste del país y desarticularon una banda de traficantes compuesta de ocho personas. La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) alertó hace días de que las principales rutas de migración del mundo, especialmente en el Mediterráneo, son cada vez más peligrosas, con 3.700 personas que han muerto o desaparecido durante estas travesías en la primera mitad de 2016, un aumento del 23% respecto del mismo periodo del año pasado. Si a eso añadimos los robos y violaciones a mujeres y niñas en tránsito, donde las mafias hacen su agosto, el drama se agudiza.
los compromisos tienen fecha Ayer, el presidente de EEUU, Barack Obama, estuvo muy ocupado, trabajando “contrarreloj” con Rusia para lograr un alto el fuego en Siria que permita introducir más ayuda humanitaria en el país.
Obama valoró el trabajo junto a Turquía para debilitar al Estado Islámico (EI) en Siria, pero comunicó a su homólogo turco, Recep T. Erdogan: “Nuestros ejércitos, nuestro refuerzo de la ley y la cooperación en inteligencia han ayudado a hacer retroceder al EI (…), pero ahora tenemos que terminar el trabajo”.
Mientras la canciller Angela Merkel y Erdogan limaban asperezas, Ban Ki – moon pidió a los miembros del G20 que ratifiquen el acuerdo para combatir el cambio climático, como hicieron el sábado EE.UU. y China, y recordó los conflictos que siguen abiertos en Siria, Yemen, Sudán del Sur, Libia y Mali, cuya consecuencia es un aumento de pobres en el mundo: han repuntado hasta los 65 millones.
Los líderes del planeta buscan encontrar una “senda” que guíe a la economía global a crecimientos prósperos y una tregua en Siria. La ONU y Obama tienen la esperanza puesta en dos citas en septiembre.
(Puede haber caducado)