Ruta mortal en el Mediterráneo

La Guardia Costera italiana rescata a más de 7.000 inmigrantes frente a Libia en 48 horasLa mayoría fueron interceptados a la deriva en el Canal de Sicilia, en pequeños botes de madera, lanchas inflables y dos navíos de pesca

Diario Sur, DAVID LÓPEZ , 31-08-2016

En el Mediterráneo, la ruta «más mortal para los inmigrantes que buscan una vida mejor», la esperanza parece reducirse a un golpe de suerte. En manos de traficantes sin escrúpulos y bajo condiciones adversas, muchos, huyendo de la pobreza extrema y la guerra que nunca acaba, siguen jugándose la vida en una partida en la que tienen todas las de perder. No hay final feliz posible. El lunes, la última gran operación de rescate de la Guardia Costera italiana en la franja marítima que separa el norte de Libia y el litoral europeo se convirtió nuevamente en la máxima expresión de un drama cuya solución se antoja remota, inalcanzable.

En el dispositivo, en el que se auxilió a 7.027 personas a lo largo de 48 horas, participaron la Armada italiana y ONG como Proactiva Open Arms y Médicos Sin Fronteras, así como naves pertenecientes a Frontex y Eunavformed, misiones de carácter multinacional que velan por la seguridad de las fronteras exteriores de la Unión. La mayoría fueron interceptadas a la deriva en el Canal de Sicilia, en decenas de lanchas inflables, pequeños botes de madera y dos navíos de pesca de mayor talla. Algunos creyeron tocar las puertas del paraíso cuando avistaron los barcos de salvamento con bandera de Italia, Irlanda, Reino Unido o Noruega: aplaudieron su llegada y se lanzaron al agua sin dudarlo un segundo para nadar hacia ellos en un gesto de pura desesperación. Una situación dantesca que ya no resulta excepcional.

El ‘Dignity I’, el barco de Médicos Sin Fronteras, intervino en el rescate de 3.000 personas que viajaban en 20 balsas neumáticas. Una de ellas transportaba a más de 600. «Rescatamos a un bebé prematuro, de tan solo cinco días, y a su hermano gemelo, que habían nacido tras ocho meses de gestación», explicaba en un comunicado Antonia Zemp, responsable del equipo médico. «La madre viajaba sola. Uno de los bebés vomitaba, sufría hipotermia y no reaccionaba. Dado su frágil estado de salud, solicitamos su evacuación inmediata», relataba. Finalmente fue transferido a otro buque que le llevó a tierra con rapidez.

Ayer, en un vídeo, Proactiva Open Arms calificaba la cifra de rescatados como «desgraciadamente histórica». La ONG apuntaba a «la vergüenza que deberían sentir los Estados al ver cómo la humanidad se hunde en el fondo de este mar, hoy un cementerio». Un infierno que, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), han cruzado ya 322.914 inmigrantes en lo que va de año. No todos lo lograron: más de 3.000 perecieron en el camino, 500 más que en los primeros ocho meses de 2015. Quizás este verano haya descendido el número de muertos, porque los fuertes vientos, anómalos en esta época, han disuadido a algunas embarcaciones, que han optado por retrasar su partida ante una travesía potencialmente mortal. Pero la tragedia no cesa.

Acuerdo con Turquía

La de ayer fue una de las jornadas más intensas de los últimos años. Más de 460 desplazados llegaron a las islas griegas de Lesbos y Cos desde Turquía. Y la fragata española Reina Sofía, que contribuye a la lucha contra la inmigración ilegal y las mafias que trafican con seres humanos, socorrió a otras 1.048 personas que habían partido del norte de África. Llegado este punto, la pregunta es evidente: ¿ha sido efectivo el acuerdo que Bruselas cerró con Ankara el pasado mes de marzo para controlar el flujo de refugiados? Cinco meses después de su firma y con cerca de 500 deportados (ninguno era solicitante de asilo, según las autoridades helenas), los datos hablan por sí solos.

La fatalidad, en muchos casos, no termina con la muerte. Según un informe de la OIM, en colaboración con la Universidad de York y la Universidad de la Ciudad de Londres, Europa mira para otro lado cuando llega la hora de investigar el origen y la identidad de los desaparecidos. Las conclusiones de este proyecto, que ha desvelado el diario alemán ‘Die Welt’, confirman que el destino de los cadáveres anónimos es el más terrible de los olvidos. Los que se quedan atrás, en países sumidos en el conflicto y la hambruna, jamás vuelven a tener noticias de los suyos. Apenas hay recursos y las víctimas rara vez reciben sepultura, pues las naciones de acogida se muestran incapaces de afrontar esta crisis humanitaria. Puede que el Viejo Continente haya perdido, en efecto, «sus valores de asilo y de universalismo».

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