Kivu, el lago de los peligros
Una travesía entre el Congo y Ruanda, revela las amenazas que penden sobre los pobladores de sus orillas: el gas metano, las guerrillas, los volcanes...
Diario Sur, , 24-08-2016La situación del lago Kivu es explosiva y no se trata de una observación social o política, sino de una interpretación literal. El dióxido de carbono que esconden sus aguas puede aflorar violentamente y acabar con todo tipo de vida que encuentre en las inmediaciones. La erupción límnica resulta infrecuente, pero no hablamos de una posibilidad remota. Hace treinta años, la súbita nube tóxica que se formó en el Nyos, al noroeste de Camerún, asfixió a sus 1.800 vecinos.
La ribereña Goma, capital de la provincia congoleña de Kivu Norte, parece reunir todos los peligros de la región de los Grandes Lagos, tanto los evidentes como aquellos que no se ven, los que permanecen en el interior de un estanque bello y perturbador que limita entre el gigante africano y la pequeña Ruanda. El conflicto más mortífero desde la Segunda Guerra Mundial ha provocado cinco millones de muertos y miles de refugiados que buscaron asilo en la única ciudad del mundo vecina de dos volcanes en activo. En 2002, la lava del Nyiragongo, a 15 kilómetros del casco urbano, tardó tan solo doce horas en alcanzar la orilla del Kivu, mientras que el Nyamuragira ha entrado en erupción tres veces en los últimos seis años.
Hay barrios construidos sobre las negras coladas que se deslizaron desde la montaña, pero el riesgo no procede sólo de las alturas. Existen fracturas dentro de la propia ciudad, tal y como revelan fuentes de la Unidad de Gestión de Riesgos Volcánicos, una entidad que supervisa la evolución de ambos cráteres. Según sus responsables, el fenómeno provoca una actividad sísmica constante y la zona cuenta con cierto –y optimista– plan de contingencia que pretende desalojar a dos millones de personas antes de que la concentración carbónica se convierta en un arma natural de destrucción masiva.
Pero las mayores amenazas, hasta la fecha, han provenido del interior, de los bosques donde se agazapan las guerrillas, aquellas que acosan a las poblaciones, que les conminan a ‘compartir’ la cosecha, según un eufemismo local, o las saquean sin medias tintas. Las milicias proruandesas han oscilado entre la hostilidad, el acuerdo con el gobierno, su inclusión en las filas del Ejército y, de nuevo, la disidencia armada. Hace tres años, el último desacuerdo dio lugar a un nuevo levantamiento y la ocupación de Goma por los rebeldes, que la saquearon antes de rendirse a las fuerzas regulares.
A pesar de tantos peligros, durante las dos horas que dura la travesía en un barco moderno, el viajero siente que el mayor riesgo radica en los atestados navíos que lo surcan, viejos cascarones que parecen condenados a zozobrar, a hundirse con un pasaje desproporcionado para sus posibilidades. El lago alberga en su interior islas como Idjwi, con más de 250.000 habitantes, y pequeños puertos lacustres donde recala nuestra embarcación en su ruta hacia Bukavu, la capital de Kivu Sur, en el extremo meridional del lago.
Un enjambre de mototaxis se ha apoderado del centro urbano de nuestra ciudad de destino. La sensación de anarquía y colapso, tan común a los espacios urbanos africanos, nos impide siquiera vislumbrar el frágil equilibro de su vida cotidiana, bulliciosa de sol a sol. En los últimos meses, esa tensa calma se ha degradado ante la sospecha de que el presidente Joseph Kabila retrase los comicios del próximo otoño en un intento de prolongar su estancia en el poder. La oposición concentra a sus partidarios en manifestaciones que exigen cumplir el calendario electoral y que pueden desembocar, una vez más, en la desestabilización del gigante, un país rico en recursos minerales y conflictos derivados.
El peligro. El Kivu alberga 500 millones de toneladas de dióxido de carbono, mil veces más que el Nyos, el último lugar donde se produjo una letal fuga de gas.
Aprovechamiento. Ruanda acaba de inaugurar una planta que convierte el metano del lago en electricidad y con la que pretende asegurar el suministro al 70% de sus habitantes.
Zona sensible. El riesgo volcánico, sísmico y límnico, convierten al área de Goma en una de las más sensibles del mundo a los desastres naturales. La situación bélica, la corrupción y la delincuencia la coloca entre las más inestables.
A lo largo de los últimos años, la insurgencia ha mantenido su perfil de baja intensidad en la provincia de Kivu Sur, condición indispensable para escapar al control de los medios de comunicación extranjeros. Pero los ciudadanos, las organizaciones de derechos humanos e, incluso, los gorilas del cercano Parque de Kahuzi Biéga han sido víctimas de bandas armadas afines a los nativos de origen tutsi, guerrillas formadas por refugiados hutus o autodefensas nativas conocidas como mai mai. En la década de los ochenta, antes del comienzo de la guerra, había unos 600 animales, mientras que hoy su número se ha reducido en más de dos tercios.
El regreso a Goma demuestra, de nuevo, cómo las apariencias suelen engañar aquí y en Congo. Mientras los viajeros habituales contemplan la película ‘Señora Doubtfire’ en el interior de la embarcación, los inusuales salimos a la cubierta y nos dejamos fascinar por los campos de cultivo, las colinas verdes y las palmeras enanas que salpican este territorio conocido como la Suiza africana. La belleza, el silencio y un paisaje excepcional obnubilan. Nadie, en su sano juicio, se acordaría entonces en las miles de víctimas del genocidio ruandés y el cólera, arrojadas a las plácidas aguas, o de que, debajo de nosotros, grandes depósitos de metano y flúor contribuyen a convertir al Kivu en la letal caja de Pandora del continente africano.
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