La sociedad vasca ha alcanzado los mayores índices de tolerancia con la inmigración desde la crisis (5,2 sobre 10), pero al mismo tiempo «mantiene reservas sobre el modelo de integración». Así se desprende del último barómetro del Observatorio Vasco de la Inmigración (Ikuspegi), que ha detectado que el 85,4% de la población entiende que son los extranjeros quienes tienen que realizar un esfuerzo para «adoptar las costumbres y tradiciones de los autóctonos». Y siete de cada diez creen también que deben renunciar a aquellos aspectos religiosos o culturales «que entran en conflicto con la legislación local».

El estudio, que se realiza todos los años, revela en esta ocasión que los vascos asumen de forma generalizada que las personas foráneas accedan a la Sanidad y la Educación (la aceptación de esa idea se situa por encima del 70% de los encuestados). En cambio, se muestran mucho más reacios cuando se trata de prestaciones económicas como la renta de garantía de ingresos (la idea de que pueden acceder a ella cae 28%), la vivienda (22,5%) o la asistencia jurídica gratuita (39,8%). La mayoría de vascos (54%) cree que los extranjeros se aprovechan de la renta de garantía, si bien ese índice lleva cayendo varios años.

En materia económica la percepción sobre los inmigrantes también ha mejorado, ya que cada vez son menos los autóctonos que creen que quitan empleos a la mano de obra local. Esa idea sólo la sostiene el 33% de los entrevistados, la cifra más baja desde 2008 y sensiblemente inferior a las que se alcanzaron en 2012 y 2013, cuando se rozó el 50%.

Los autores del estudio han observado una relación entre la situación económica y las actitudes a los inmigrantes, aunque la imagen sobre estos varía según los colectivos. Un año más, los magrebíes y rumanos (estos últimos por la población de etnia gitana) son los que menos simpatían despiertan en la socieda vasca, mientras que las posturas más abiertas se muestran con los colectivos europeos y latinoamericanos.