Hungría anunció ayer a través de su presidente, Janos Ader, la celebración de un referéndum sobre la reubicación de refugiados procedentes de países en guerra de África y Próximo y Medio Oriente el próximo 2 de octubre. La decisión del Gobierno ultraconservador de Viktor Orban de someter a consulta una cuestión que ha levantado mucha polémica y bajas pasiones en el seno de la UE, sobre todo en los países del antiguo bloque comunista, podría agravar aún más la crisis de los refugiados y dar más alas a la poderosa extrema derecha húngara, agrupada mayoritariamente en torno al Movimiento por una Hungría Mejor (Jobbik) de Gábor Vona.

Entre los países exsocialistas Hungría, Polonia, la República de Chequia y Eslovaquia son los Estados más hostiles a que la UE acoja refugiados de origen musulmán. De hecho, Hungría votó en contra del reparto de 160.000 expatriados junto con Eslovaquia y la República de Chequia. La pregunta que se hará a los ciudadanos húngaros en la consulta será: «¿Quiere que la UE disponga, sin el consentimiento del Parlamento, sobre el asentamiento de ciudadanos no húngaros en Hungría?» . El pasado mes de febrero, el primer ministro Orban, que lleva años utilizando el populismo más barriobajero y la xenofobia para mantenerse en el poder y no perder fuerza frente a la ultraderecha, decidió organizar un referéndum sobre el sistema de cuotas obligatorias de reparto de refugiados acordado por Bruselas para «dar la posibilidad a la gente de que se pronuncie en un tema tan sensible». Según dijo Orban, «el que vote ‘no’ votará por la independencia de Hungría». Es una posición demagógica muy similar a la que mantuvieron los partidarios del ‘Brexit’ en Reino Unido. Bruselas considera que el país magiar tendría que acoger unos 2.300 demandantes de asilo.