Voluntad política frente al inmovilismo europeo: ¿Cómo acoger 25.000 refugiados en tiempo récord?
En apenas tres meses el Gobierno de Canadá admitió a 25.000 sirios. Mientras, los estados de la UE solo han conseguido reubicar a menos del 2% de la cuota prometida
ABC, , 04-07-2016Canadá alcanzó a finales de febrero el récord de acogida de refugiados de la historia. En apenas tres meses logró reasentar en el país a 25.000 sirios. A pesar de estar a más de de 8.000 kilómetros del conflicto, se trata del Estado que mayor número de personas ha acogido en el último año. Mientras tanto, miles de refugiados se juegan las vidas cruzando el Mediterráneo para alcanzar una Europa que cierra sus puertas.
El primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, elegido en octubre, basó su campaña electoral en varias promesas. Una de ellas, definida por muchos como «idílica», prometía acoger a 25.000 refugiados a principios de 2016. Una propuesta bastante difícil de creer teniendo en cuenta que la Unión Europea se comprometió en septiembre a acoger a 160.000 refugiados en dos años, y a día de hoy solo 2.640 han sido aceptados, según los últimos datos registrados.
«Salen de los aviones como refugiados pero caminan desde esta terminal como residentes permanentes de Canadá», declaró Trudeau cuando recibió con una calurosa bienvenida a la primera tanda de 163 sirios que aterrizaron en diciembre provenientes del Líbano. Y apenas tres meses después, el 29 de febrero, el portavoz de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), Joel Millman, confirmó que se había concluído el programa con la llegada de un avión fletado que trasladaba desde Jordania a los últimos sirios que completaban la cifra. Hoy el país norteamericano suma más de 28.600.
La eficiencia con la que el Gobierno de Canadá ha acogido a tantos refugiados sirios contrasta con el inmovilismo y el colapso de la mayoría de los estados de la Unión Europea. Sin ir más lejos, España ha acogido tan solo 305 solicitantes de asilo en medio año. «Es una cuestión de voluntad política», asegura María Jesús Vega, portavoz de ACNUR en España. «Países como Estados Unidos y Canadá tienen unas cuotas y una tradición de acogida importante».
Larga tradición de acogida
El país que gobierna Justin Trudeau cuenta con una larga experiencia en esta materia. La primera gran ola de refugiados llegó a finales del siglo XIX, cuando miles de judíos desembarcaron en Canadá huyendo de los pogromos. En 1914, llegaron a registrarse 18.000. Esta fue la primera tanda de una larga lista de grupos que se fueron sucediendo. Entre 1945 y 1952, más de 35.000 ucranianos se asentaron en el país a causa de la guerra de independencia. Los canadienses también acogieron a muchos chilenos que huían de la dictadura de Pinochet, y a lo largo de la guerra de Vietnam llegaron a aceptar a 60.000 refugiados del sudeste asiático. Ya en las últimas décadas Canadá ha acogido a muchos albanokosovares, a butaneses de la etnia nepalí y a miles de iraquíes que huían de las guerras y el sectarismo. A esto habría que sumar numerosas nacionalidades más que de forma habitual se acogían al derecho de asilo ya en suelo canadiense.
Conociendo su trayectoria y que el año pasado Canadá aceptó 22.886 solicitudes de reasentamiento presentadas por ACNUR, no resulta extraño que el país haya conseguido en tres meses alcanzar los 25.000.
Uno de los pilares del sistema de reasentamiento de refugiados es el programa de patrocinio privado que fomenta el Estado. De los 28.640 refugiados, más de una tercera parte –10.138 de ellos– han llegado por este sistema. Creado en 1970, desde entonces miles de canadienses y residentes permanentes se han comprometido a acoger refugiados y ayudarles a construir una nueva vida en Canadá. «Con este programa, las personas voluntarias se encargan de apoyar, dar alojamiento y asistencia a los refugiados, desde proporcionarles comida y ropa, hasta ayudarles con la búsqueda de empleo y las cosas más elementales como la inscripción de los niños en el colegio o la búsqueda de intérpretes, durante un periodo de un año normalmente o hasta que consiguen ser autosuficiente», explica por correo Jennifer Bourque, del ministerio de Inmigración –Canadá posee su propio departamento gubernamental para esta materia–. El coste estimado de un refugiado apadrinado ronda los 12.600 euros anuales, aunque señala que este varía mucho de una zona a otra del país.
A pesar del éxito en la consecución del objetivo, los canadienses permanecen divididos en cuanto a la acogida. Una de las encuestas llevada a cabo por el Instituto Angus Reid refleja que el 52% de la población se manifiesta a favor del plan de reasentamiento del Gobierno, frente a un 44% que se opone.
En ocasiones el Estado va por delante de la sociedad, y en otras, como señala Vega, «las personas se adelantan a los gobiernos». En España se da el segundo caso. La sociedad parece estar concienciada del drama de los refugiados y pide que se tomen cartas sobre el asunto. Además, nuestro país no se ha visto amenazado por las «olas xenófobas» que se han extendido en varios países de la Unión, sobre todo del este. Sin embargo, el Gobierno ha permanecido paralizado la mayor parte del tiempo. Hasta el mes de abril España solo había acogido a 18 refugiados. Y hasta el día de hoy solo se han reubicado a 187 refugiados de los 16.000 de la cuota que la Comisión Europea había exigido, lo que no supone ni siquiera un 1% de la cifra total.
Un grupo de refugiados abandona la playa de la isla de Lesbos a la que llegaron en patera
Un grupo de refugiados abandona la playa de la isla de Lesbos a la que llegaron en patera- Santi Palacios
Una tónica que se repite a nivel general en toda la UE. De las 160.000 refugiados que se pretendía reubicar en dos años, pasado casi medio plazo, solo se han admitido a 2.640 personas (un 1,65%). Las cifras de reasentamiento son aún más desalentadoras. En total, 7.272 refugiados procedentes de Turquía, Jordania y el Líbano fueron acogidos en algunos países de la Unión –datos que no incluyen los 118 refugiados que trajo España por primera vez la semana pasada.
Desde la Comisión Europea tratan de lograr una armonización del sistema de asilo de los estados miembros, una tarea difícil en un contexto de división interna. En ACNUR inciden en que es necesario salvaguardar el derecho de asilo, agilizar los plazos, flexibilizar el proceso y sobre todo garantizar la seguridad de los refugiados, que se ve quebrantada durante todo el camino hasta Europa y en los campos improvisados de Grecia e Italia. Algo que la agencia de la ONU pretende conseguir con la recogida de firmas.
Al final, el camino más seguro es el reasentamiento, que se lleva a cabo desde los campos de refugiados de los países limítrofes a Siria, en Jordania, Líbano y Turquía. «Los refugiados no ponen en peligro sus vidas, ni se prestan a los servicios de los traficantes», asegura Vega. «Fue un alivio cuando oímos que teníamos la oportunidad de ir a Canadá. En las noticias, vemos tantas personas que mueren al cruzar el Mediterráneo en barcos… Harán cualquier cosa para llegar a Europa y tener una segunda oportunidad. Esta forma parece mucho mejor: ser capaz de ir legalmente y por avión», cuenta Abdelsater, después de pasar tres años en Jordania.
Sin embargo, esta forma es la que menos parece incentivar a los estados de la Unión, que esperan a que los refugiados se agolpen en el Mediterráneo, la puerta de Europa.
A pesar de todo, en el último mes parece haberse agilizado el proceso en España. La semana pasada nuestro país inició el programa de reasentamiento y llegaron al territorio nacional 118 refugiados, 57 procedentes de Turquía y 61 de los campos del Líbano. La principal razón: la presión ejercida desde la Unión Europea, que ha comenzado a publicar los datos de reasentamiento y reubicación de cada estado miembro. «Han salido retratados», señala la portavoz.
Campo de refugiados de Zaatari, en Jordania
Campo de refugiados de Zaatari, en Jordania- AFP
En el caso concreto de España, Vega señala dos principales escollos en el proceso de integración de los refugiados. Por un lado los plazos, que según establece la ley son de seis meses desde que el solicitante pide derecho a asilo, pero que a la hora de la verdad se alargan uno o dos años, y en algunos casos incluso más. En segundo lugar, estaría la situación a la que se enfrentan tras su salida de los centros de refugiados. Por norma general, suelen pasar seis meses, tiempo tras el cual deben buscar trabajo y alquilar un piso, una tarea extremadamente complicada. Incluso ser acogido en uno de estos centros puede ser una pericia. A pesar de su aumento –de 900.000 se ha pasado a 2.000– la cifra contrasta con el alrededor de 15.000 solicitudes de asilo que se registraron el año pasado. «Lo que estamos viendo en todo el mundo es un desplazamiento como nunca hemos experimentado. No podemos permanecer ajenos al conflicto», sentencia.
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