Tribuna abierta

Autoritarismos de derechas y populismos de izquierdas

Deia, Por Javier Elzo, 11-06-2016

MUCHOS estudiosos parecen ponerse de acuerdo en señalar que vivimos un periodo de alta polarización política, con el surgimiento de partidos extremistas que 300 investigadores en Ciencias Sociales del planeta que preparan un Manifiesto para el Progreso Social (del que escribiré en futuros artículos), denominan autoritaristas (de derechas, así en el centro y norte de Europa) y populistas (de izquierdas, en el sur de Europa). Como motivaciones para esta situación política se destacan estas tres: Primera, la larga crisis financiera; segunda, una globalización que, dicen, iría demasiado rápido y demasiado lejos (también en Europa, donde muchos reivindican la identidad de sus estados miembros y critican la, a su juicio, excesiva transferencia de soberanía a la Unión Europea, véase el Brexit); y tercera, las condiciones de la llegada de refugiados de Oriente Medio que todos los ciudadanos lamentan, así como casi todos critican la respuesta dada por los veintiocho líderes de la UE (ni uno solo se opuso lo que, a mí al menos, me impide hacer un juicio perentorio), aunque la gran mayoría de esos mismos ciudadanos (con muy honrosas excepciones) no los quieran como vecinos. Mucho cabría decir de estos tres puntos, a los que añadiría, como poco, estos dos: por un lado, el peso del anonimato en las redes sociales y en los comentarios en la prensa escrita, en demasiados casos vomitorio de resentimientos; por el otro, la lógica de lo noticiable que dictaría que solamente la mala noticia es noticia, ambos caldo de cultivo de autoritarismos y populismos. Estos cinco motivos explicarían no poco del auge de los extremismos en la rica Europa. Quiero hoy mostrar y apuntar por qué en el centro y norte de Europa son, básicamente, de derechas, y de izquierdas en el sur.

Extrema derecha en el Centro y Norte Muchos relacionan la extrema derecha con una fuerte reivindicación de la propia nación. De ahí que correlacionen extrema derecha y nacionalismo en su versión etnicista, o xenófoba, si no racista. Algo de esto hay, por ejemplo, en Francia con la formación de Marine Le Pen; o en Austria, con Norbert Hofer, candidato del denominado Partido Liberal Austriaco (FPÖ). Añádanse los casos de Dinamarca (Partido Popular danés), Alemania (AfD, Alternativa para Alemania, sin olvidar al partido anti islámico Pegida), Gran Bretaña (UKIP, Partido de la independencia del Reino Unido), Italia (Liga del Norte), Holanda (Partido por la Libertad), Flandes (Vlaams Belang, ahora de capa caída por el auge del centro derecha independentista), Suiza (SVP, Partido del Pueblo suizo), Suecia (Demócratas suecos), Noruega (Partido del progreso noruego), Finlandia (Verdaderos finlandeses) y no digamos en tantos países de la ex Unión Soviética, como Hungría (con Viktor Orban), Polonia (partido del Derecho y la Justicia), por citar solamente estos dos. Obsérvese cómo en la mayoría, además de una apelación al Estado o nación de pertenencia, aparecen los términos de libertad, liberal, progreso, democracia etc., como si sus estados los estuvieran perdiendo por una amenaza exterior. Señalemos también el más que inquietante papel de Trump en Estados Unidos. En fin, hay analistas que comparan la situación actual con la de Europa entre las dos guerras del siglo XX, con los ejemplos del nazismo alemán, del fascismo italiano y la dictadura franquista, por la derecha, y la revolución rusa, por la izquierda; aunque la historia nunca se repite.

Extremismos de prosperidad y necesidad La correlación inmigración populismo, extremismo, xenofobia etc., es muy clara en Europa y, en muchos casos, va unida a lo que cabe denominar como populismo o autoritarismo de la prosperidad, propio de gentes adineradas que temen perder su situación de privilegio en un momento de crisis financiera y más que financiera. En el sur de Europa es distinto. Además de la historia (fascismo en Italia, franquismo en España, coroneles en Grecia), la crisis lo ha empobrecido y, a diferencia del centro y norte de Europa, en el sur no se teme perder los privilegios sino el trabajo.

¿Excepción española? En efecto, no habría extrema derecha en España por el (mal) recuerdo del franquismo. Así, en diciembre de 2015 la Falange solamente obtuvo 7.600 votos y el joven partido Vox, 58.000. La historia del PP desde la transición es la de un tránsito desde la extrema derecha a la derecha y, en algunos de sus militantes y dirigentes, centro derecha, pero, y es su mérito (rechaza la violencia) y su debilidad (no acepta la plurinacionalidad del Estado y se escora mucho a una derecha rancia), acogiendo en su seno a la mayor parte de la derecha extrema española. En la actualidad, algunos parecen echar en falta una implicación emocional de la ciudadanía hacia la marca España. De ahí la rabieta que les genera toda manifestación independentista o la exhibición de banderas que la reivindiquen, como la estelada. De hecho, es cierto que la fuerte reivindicación de España como nación y, más aún, como la única nación en el Estado, la defienda básicamente la derecha (tanto la vieja, PP, como la nueva, Ciudadanos): en las mesetas, Murcia, Andalucía y Extremadura (aunque gobierne el PSOE en ambas) y, también en Cantabria y Asturias. Mientras, en Euskadi, Catalunya y, en menor medida Galicia, muchos de sus ciudadanos las reivindican como naciones.

Extremismo vasco Pero no siempre el extremismo está, o ha estado, en la derecha. No tenemos que mirar muy lejos pues lo tenemos en casa. Herri Batasuna, en todas sus marcas, es un partido que se ha dicho nacionalista y de izquierdas. La izquierda abertzale. Y de ahí no se han movido en cincuenta años con un ala, mayoritaria, a la que calificaré de posibilista, en Sortu y otra, minoritaria, a la que calificaré de nostálgica, y que nos recuerda a los panfletos de los años 70, cual búnker del nacionalismo revolucionario. (Les sugiero su Manifiesto en https://www.botxe.eus/2016/05/21/askatasunaren – bidean/#ASKATASUNARENBIDEAN, que, al menos, tiene la virtualidad de existir, pues aún estoy por leer el Manifiesto Fundacional de Sortu).

Hablando de la izquierda, ¿cómo olvidar los 72 años de totalitarismo comunista en la extinta URSS y la increíble ceguera, silencio cómplice donde los haya, de gran parte de la intelectualidad? Sin olvidar el régimen de Mao y su influjo, también en Euskadi, en los finales de los 60 y comienzo de los 70 del siglo pasado.

En el sur de Europa, los extremismos son de signo izquierdista. Podemos en España (y con fuerte presencia en Euskadi, cuya última explicación todavía se me escapa, y a la que he de volver), la Grecia de Tsipras, o la Italia de Beppe Grillo. Ya escribiremos sobre Euskadi a medida que nos acerquemos a las autonómicas de otoño y tengamos encuestas frescas al respecto.

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