«Ha sido una experiencia difícil pero a la vez gratificante»
Nerea Eizagirre y Libe Aizpuru han relatado sus vivencias en los campos de refugiados
Diario Vasco, , 11-06-2016El 29 de abril Nerea Eizagirre y Libe Aizpuru pusieron rumbo a Grecia para colaborar con el proyecto Zaporeak en los comedores sociales de la isla de Chíos. Eizagirre, Aizpuru y David Juliá, que se incorporó más tarde al grupo de voluntarios, han pasado tres semanas en los campos de refugiados. Tiempo en el que han podido conocer de primera mano la situación que se vive en los campos. Ayer, las componentes del Grupo de Solidaridad con los Refugiados de Zumaia, Nerea y Libe, ofrecieron una charla para relatar lo vivido y analizar la situación que se vive en los campos.
Tres campamentos
Actualmente existen tres campamentos en Chíos, dos libres (Souda y Dipethe) y uno militarizado (Vial). «Los dos campos libres están en la misma ciudad, a diez minutos del puerto, en uno viven cerca de 800 refugiados y en el otro 400. Vial está a dos o tres horas andando, está aislado en el monte y está rodeado de una almbrada y vallas. Los que se encuentran ahí están vigilados durante las 24 horas del día, hoy en día pueden salir pero han permanecido encerrados durante mucho tiempo, al igual que en una cárcel. Hay mucha tensión ahí dentro». En los campos libres son los propios voluntarios los que dan de comer a las personas refugiadas, mientras que en el otro se encargan los militares.
Las dos jóvenes han estado cocinando y repartiendo la comida desde primera hora de la mañana junto a los demás voluntarios del proyecto Zaporeak. «Es duro porque tienen que esperar colas de más de dos horas por un plato de comida, a veces se crean conflictos en las colas y ha llegado un punto en el que algunos creen que ya no merece la pena esperar y optan por no comer», explican. Durante su estancia en la isla griega, han conocido muchas historias, «una persona nos contó que había desafiado a la muerte incluso en tres ocasiones, huyendo de la guerra de su país y en una balsa intentando llegar a Europa». Muchos de ellos, huyen con una idea completamente diferente que con la que se encontrarán después.
«Pagan miles de euros a mafias para poder salir de sus países, muchos de ellos con la idea de alojarse en hoteles, pero cuando llegan se encuentran con campos en los que tienen que compartir unos pocos baños con cientos de personas y en las que no hay asientos en los que poder sentarse. No se vive con dignidad», expresan las zumaiarras.
Un colegio para los pequeños
Nerea y Libe conocieron a un grupo de jóvenes de Suiza, que al igual que ellas, habían trabajado como voluntarios en las cocinas de los campos, primero en Chíos y después en Atenas. Con el objeto de poder cubrir una necesidad primordial, este grupo ha puesto en marcha una escuela en la isla griega, en donde los más pequeños podrán estudiar durante unas horas a la semana idiomas y matemáticas. «Cuando conocimos este proyecto no lo pensamos dos veces, nos entusiasmó la idea y quisimos colaborar con ellos».
De este modo, el dinero recaudado por el Grupo de Solidaridad con los Refugiados, además de dirigirse a Zaporeak, también ha sido utilizado para comprar mesas y sillas para el colegio. «Es increíble pensar que por fin pueden sentarse en una silla. Además de árabe o inglés también se les va a enseñar a limpiarse los dientes y a plantar árboles».
Eizagirre y Aizpuru han vuelto a casa con muchos sentimientos encontrados, «aprovechábamos las tardes para ir a los campamentos, hemos hecho muchos amigos y conocido muchas historias, cada cual más dura. Sientes una gran impotencia cuando ves por lo que están pasando y más sabiendo que no puedes ayudarles».
«Ha sido una experiencia difícil pero a la vez gratificante. Ha sido precioso tener la oportunidad de conocer a esas personas, ya que hemos recibido más de los que hemos dado», expresan. Asimismo, recuerdan que existen muchas formas de ayudar a paliar la situación de las personas que llegan a Europa huyendo de las guerras de sus países, «es necesario que haya gente en los campamentos pero también se puede ayudar desde aquí. Hay que hacer un trabajo de sensibilización y no poner dificultades en su acogida», señalan.
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