Antequera acoge ya a cuatro familias de refugiados sirios y palestinos
El antiguo convento de Santa Eufemia se convierte en el primer centro específico de Andalucía para alojar a víctimas de desastres bélicos
Diario Sur, , 10-06-2016Desde 1601, los patios, coros y celdas del convento de Santa Eufemia eran lugar de oración, de silencio, de espiritualidad. Ahora, en 2016, el monasterio de Monjas Mínimas cambia ese modelo de recogimiento por el bullicio de niños jugando, correteando por los lugares prohibidos hasta hace apenas unos días, pero que siguen llenos de fe y esperanza por una vida mejor. Con su llegada, Antequera se convirtió ayer en la primera ciudad andaluza que ofrece un nuevo emplazamiento ante la actual crisis de refugiados en Siria.
A las 6.45 horas de la mañana llegaban veintidós personas con destino al centro de Antequera, aunque una vez obtenidos los visados, ocho de ellas decidieron finalmente declinar la oferta para irse en busca de familiares y amigos que ya viven en Europa. «Son personas libres de irse cuando quieran, como si ahora mismo dicen que dejan Antequera. Ellos piden protección al Gobierno español, que cuando se les concede, algunos que tienen familia en España o en otro país europeo, y van a buscarlos, como haríamos nosotros mismos en situación similar», explicaba ayer Francisco Cansino, coordinador en Andalucía oriental de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR).
El responsable del centro de acogida de Santa Eufemia es Lucas Sagredo, quien estaba ayer en el Puerto de Málaga para recibirles y darles la bienvenida. Tras pasar la aduana y obtener ya el permiso de entrar por asilo político, subieron a un autobús dirección a Antequera. «Aunque cansados por la espera, no perdieron detalle de las calles y de la carretera. Los chavales más grandes se sorprendieron de ver a una mujer conduciendo el autobús, así como verlas al volante en los coches o trabajando por la calle», explicó Sagredo. Vienen de un país donde a la mujer no se le permite algo tan normal en nuestra sociedad como conducir o trabajar.
Era como ver a unos niños de excursión, olvidando las penurias que padecieron en Siria o Palestina, donde las contiendas les obligaron a partir en busca de una nueva vida lejos de su tierra. Pero cuál fue su sorpresa, que la familia palestina al llegar al antiguo convento, vieron el nombre de ‘Belén’ en la calle donde vivirán los próximos meses. «Les llamó la atención ver el nombre de Belén, sintiéndose como en casa por el nombre». Otro detalle más de su primer día en el exilio.
Antequera es la primera ciudad andaluza que abre un nuevo centro de refugiados específico para las últimos desastres bélicos. El antiguo Convento de Santa Eufemia es la nueva casa para 14 personas, 12 procedentes de Siria y las otras dos de Palestina, un hombre, tres mujeres y diez niños, el más pequeño de dos años y medio y el mayor de doce. Aún quedan por llegar 24 personas más hasta cubrir las 38 plazas del que hasta febrero de 2014 fue convento de clausura de las Monjas Mínimas, que han cedido desinteresadamente el edificio a la CEAR «sin importarles ni preguntar qué religión profesan, solo buscan hacer el bien para quien lo necesite».
Bienvenida
Una vez llegaron a Antequera, fueron recibidos por el regidor municipal, Manuel Barón, quien apuntó que se trataba «de uno de los momentos más emotivos que un alcalde puede llegar a sentir, puesto que hemos hecho realidad que Antequera sea también capital de la ayuda humanitaria y la cooperación social a nivel internacional en una de las situaciones más problemáticas de la historia de la humanidad en los últimos años».
Fueron momentos de emoción también para Cansino: «Mira que hemos estado ya con refugiados, pero cuando hemos visto los niños corriendo por el convento, se me ponía la piel de gallina». Ahora empieza el arduo trabajo de la integración: conocer sus historias y sus costumbres y brindarles la ayuda necesaria, ya iniciado el Ramadán. Por su parte, Sagredo se mostró feliz por la puesta en marcha del dispositivo para atender a los primeros inquilinos del antiguo convento. Los más pequeños sí pudieron desayunar al no tener que cumplir estrictamente las normas religiosas. Tomaron galletas y zumo y leche con cacao. Los niños más mayores, mermelada y café. En el caso de los adultos, tuvieron que esperar la caída del sol para probar los alimentos de su nuevo destino.
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