«Todavía hay 20 jóvenes que buscan un entorno familiar con el proyecto Izeba»
Baketik hace un llamamiento para reclutar nuevos voluntarios que pasen tiempo con menores tutelados
Diario Vasco, , 10-06-2016Desde que diera sus primeros pasos en 2009, en el proyecto Izeba han participado más de 130 voluntarios, pero todavía hacen falta más. Impulsado por la fundación Baketik, dedicada a promover procesos de transformación personal, educacional, organizacional o social con sentido ético, y con el apoyo de la Diputación Foral de Gipuzkoa, Izeba Proiektua se configura como una red de familias o personas que actúan como tíos o tías de menores tutelados, con el objetivo de mejorar su calidad de vida.
«Las funciones que desempeñan los voluntarios son las de un tío que vive cerca de un sobrino al que, por ejemplo, por razones de estudio, le está tocando vivir lejos de sus padres. Los chavales son menores que, por muy diversos motivos, viven en pisos tutelados de la Diputación y no tienen un entorno familiar», explica Kristina Soares, coordinadora del proyecto.
Ante la necesidad de encontrar ‘izebas’ y ‘osabas’ para 20 menores –de entre 14 y 17 años–, Baketik ha hecho un llamamiento a las familias de Tolosaldea para que se animen a realizar el voluntariado. «Los pisos tutelados en los que viven estos jóvenes están repartidos por todo Gipuzkoa, en localidades como Beasain, Legorreta o Villabona, por lo que las familias de esta comarca no tendrían que desplazarse mucho».
El Proyecto Izeba nació en 2009 dirigido a jóvenes inmigrantes. «Por aquel entonces hubo un boom de inmigración y llegaron a Gipuzkoa muchos menores, la mayoría marroquíes, sin familiares cercanos. Y comenzaron a circular informaciones, no siempre libres de prejuicios, estereotipos o sensacionalismos populistas, sobre lo que estos chavales hacían o dejaban de hacer, dónde viven, cuántos son o la alarma social, conflictos e incidentes que en algunos lugares se han producido con su presencia. Por eso en muchos pueblos se empezó a generar cierto rechazo hacia ese colectivo. Se plantearon entonces estas familias voluntarias para ayudarles a integrarse, a conocer nuestra cultura y para desmitificar esa imagen que se estaba creando en torno a ellos», agrega Soares.
Crear un entorno familiar
Ante unos resultados «muy buenos» y «un gran interés por parte de muchas familias», en 2011, cuando las tasas de inmigración no eran tan altas, el proyecto se abrió a menores, tanto extranjeros como locales, con referencias familiares en Gipuzkoa.
«Es decir, la diferencia ahora no es que sean extranjeros o guipuzcoanos, sino si tienen familiares cerca o no. Pueden tener familia cerca, pero que, por el motivo que sea, no les proporciona ese ambiente cercano que les hace falta. Son chavales de entre 6 y 17 años que viven en pisos tutelados de la Diputación donde tienen todas las necesidades básicas cubiertas, (educación, sanidad, material…) pero lo que les falta es un entorno familiar, porque viven con otros chavales, con educadores que trabajan por turnos…», explica la coordinadora del proyecto.
Los ciudadanos saben «poco o nada de cada menor tutelado y de sus historias personales, sufrimientos y peripecias vitales hasta llegar a la situacion en la que se encuentra cada uno ni por qué han tenido que abandonar sus casas y familias. Para intentar acercarnos siquiera un poquito a su realidad bastaría con que cada cual imaginase un hijo de 14 años o menos separándose de su familia y, en algunos casos, de su tierra, teniendo que empezar desde cero en un entorno completamente desconocido», continúa.
‘Izeba’ e ‘iloba’
Es ahí donde entra en juego el tío o tía voluntario. «En sus ratos libres ofrecen un entorno familiar y cercano al chaval, con quien establecen relaciones sanas y estables, les ayudan a integrarse en la comunidad, etc. El objetivo es claro: dar una respuesta solidaria y eficaz que contribuya a mejorar la calidad de vida de los menores».
Aunque, «es un proyecto de solidaridad, también persigue ser eficaz a la hora de favorecer el desarrollo, por lo que a las familias se les exige un compromiso, ser constante en las visitas y que estas sean mínimo semanales, para que forme parte de la vida de los chavales y se convierta en rutina». No obstante, la forma de implicarse es flexible. «Hay familias que dedican dos horas a la semana, para merendar, dar un paseo, charlar… Y hay otras que se llevan al chaval todo el fin de semana con ellos. Cada uno decide cuanto puede y quiere implicarse».
En cuanto al perfil de los voluntarios «no tiene por qué ser una familia. Pueden ser personas independientes, lo importante es establecer un vínculo con los menores».
«Ellos también eligen»
Para los chavales la participación en el proyecto también es voluntaria. «Cuando llegan al piso tutelado se les explica los programas que tienen y en los que pueden participar. Lo que les suele motivar mucho para hacerlo es el boca a boca, que otro chaval que ha participado les cuente su experiencia. Con los jóvenes autóctonos hay que hablar además con sus familias, si están de acuerdo, estudiar que sea positivo para él, que le pueda aportar cosas para su desarrollo personal… En el caso de los que no tienen familia en Gipuzkoa es más sencillo. Además, para estos últimos es un recurso que les ayuda tanto con el idioma como en el proceso de independizarse cuando se van acercando a los 18 años».
Aunque el programa dura oficialmente hasta que el joven cumple la mayoría de edad, «las relaciones, como se han convertido en algo tan natural y espontáneo, perduran en el tiempo. De los 130 chavales que han pasado, ahora mismo solo 40 están tutelados. Mientras que hay otros cincuenta que, aun siendo mayores de edad, siguen manteniendo una relación activa con su familia Izeba».
Soares concluye explicando que «todavía quedan veinte jóvenes que buscan una familia Izeba, así que animo a la gente a apuntarse llamando a Baketik en el 943.25.10.05 o a través del correo izeba@izeba.org.
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