« QUEREMOS VIVIR AQUÍ »

Cuatro sirios e iraquíes acogidos en Zaragoza afirman que en este país se sienten «seguros»

El Mundo, JAVIER ORTEGA ZARAGOZA, 27-05-2016

Se sienten agradecidos, contentos y seguros, pero también afectados y tristes por los miles de compatriotas que han dejado en los campos de refugiados de Macedonia y Grecia. Son las dos caras de la moneda en el estado de ánimo de los nueve refugiados que el pasado martes llegaron a Zaragoza –miembros del primer grupo de 20 solicitantes de asilo procedentes de Grecia que aterrizaron en el aeropuerto de Barajas como parte del programa de reubicación creado para hacer frente a las consecuencias de la guerra de Siria–. Cuatro de ellos comparecieron ayer ante los medios para explicar su experiencia.

Algo nerviosos al principio por la expectación creada, la palabra más repetida fue «gracias». «Gracias al pueblo español y a todos vosotros», dijo Yossf, sirio de 23 años. «La vida que teníamos allí en Atenas era muy dura. Al llegar aquí nos hemos sentido seguros», manifestó.

Al igual que sus compañeros, no olvida lo que han dejado en los campos de refugiados de Grecia y Macedonia. «Hay muchos bebés, mujeres embarazadas, jóvenes y menores sin sus familias. Nadie se preocupa de ellos». Por eso, aprovechó para enviar un mensaje al Gobierno de España y a los del resto de Europa: «Ayúdenlos lo más pronto posible, allí hay mucha tristeza. Todo el mundo está deseando llegar aquí».

Nafee, de 38 años, de origen kurdo-iraquí y padre de cuatro niños, de nueve, ocho, dos años y medio y un bebé de seis meses, llevaba un mes en el campo de refugiados de Macedonia. La familia ha sido acogida en la capital aragonesa por la Cruz Roja. Señaló que estaba «muy contento en la ciudad: tenemos todo cubierto, nos han llevado a una casa, no nos falta de nada. Sólo estoy afectado por los refugiados que dejamos allí. Estamos deseando que vengan. Allí la situación es muy delicada, viven en tiendas, nosotros vivíamos los seis en una tienda, no hay comida, nadie sabe cómo están ni cómo viven». Su llegada a España, dijo, ha supuesto sacar una gran alegría que «estaba llamando dentro de nosotros». Este cabeza de familia expresó que «los niños están muy contentos en España» y, según su traductor, en el aeropuerto de Grecia ya se veía a los jóvenes «muy receptivos» por venir.

En el grupo acogido en Zaragoza hay tres jóvenes refugiados sin familia –Chair, de 23 años y de Damasco, Merzauy y Yousef, de 27 y 21 años, respectivamente, originarios de Alepo– de los que se ha hecho cargo la Asociación Comisión Católica Española de Migración (ACCM). En su país trabajaban en diversos oficios relacionados con la construcción. Aquí, a todos les espera un largo camino para aprender el idioma, aunque ya dicen «hola», buscar trabajo e integrarse en la sociedad. Según señalaron todos, España fue su primera opción. Los refugiados eligen destino mediante un proceso en el que marcaron los ocho países a los que preferían venir, de mayor a menor interés, entre los 24 a los que pueden optar. Y España estaba en la cabeza de la lista.

LLEGAR PARA QUEDARSE

Yossf manifestó que piensa «seguir viviendo para siempre en España», algo que también expresaron sus compañeros. Asimismo se refirió a la difícil situación que vive su país, en guerra desde hace más de cinco años y con millones de refugiados que huyen del conflicto.

En su comparecencia ante los medios, los refugiados estuvieron acompañados por el coordinador de Cruz Roja en Zaragoza, Fernando Pérez Valle, y la responsable de la organización ACCM, Julia Ortega, quienes coincidieron en que la primera cosa que pidieron todos fue poder contactar con los familiares y amigos que han dejado en su país o en los campos de refugiados. Su deseo es el mismo: poder traerlos a España algún día.

Pérez Valle recordó que el 86% de los refugiados vienen en países en vías de desarrollo y muchos huyen del militarismo de sus territorios de origen, por lo que pidió evitar actitudes xenófobas y racistas y emplazó a respetar la privacidad de los refugiados tras este primer contacto ante la prensa.

Una vez instalados en España, los refugiados comienzan un proceso para insertarse laboralmente, que consta de tres fases: acogida, integración y autonomía. En la fase de acogida se estudia caso por caso y pueden recibir atención psicosocial, apoyo al aprendizaje del idioma y apoyo jurídico para regularizar los trámites que conlleva la solicitud de asilo. En la segunda fase, la de integración, los refugiados, que ya deberían haber entendido el contexto cultural, trabajarán en el programa de empleo. Y, por último, la tercera fase se corresponde con una completa autonomía. El acogido sigue en contacto con las organizaciones que gestionan el programa de empleo, pero ya es independiente.

Hasta finales de junio está previsto que aterricen en España 586 refugiados. 200 serán reubicados desde Grecia e Italia, mientras que 386 llegarán vía asentamientos del Líbano (285) y Turquía (101). El compromiso de España es la reubicación de un total de 15.888 refugiados y el reasentamiento de 1.449 personas.

No obstante, el ministro de Justicia en funciones, Rafael Catalá, admitió ayer que la respuesta del Gobierno español a la tragedia de los refugiados es «posiblemente insuficiente todavía» y recordó, en declaraciones recogidas por la agencia Efe, que estamos ante una crisis migratoria que «seguramente es la peor desde la II Guerra Mundial».

Durante su participación en la mesa redonda Crisis de refugiados en Europa, organizada por el Consejo General de la Abogacía Española, Catalá insistió en el espíritu colaborador del Gobierno y que lo que se quiere es hacer de Europa, un espacio «de libertad, seguridad y justicia». Sin embargo, el presidente de la Comisión de Relaciones Internacionales de la Abogacía, Oriol Rusca, denunció que Europa no ha sabido dar respuesta a esta crisis y el reparto de cuotas sólo ha logrado el compromiso de reubicar y reasentar una «ínfima» cantidad de personas que «ningún país se ha tomado en serio». «Nos da vergüenza pertenecer a una Europa en la que los ciudadanos estamos en un segundo lugar y nos preocupamos más por quedar bien y esconder la porquería debajo de las alfombras que por encontrar soluciones para quienes lo están pasando mal», concluyó Rusca.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)