Currantes con sueños de andar por casa
Los cinco fallecidos en el siniestro llegaron a España para trabajar en el campo y mantener así a sus familias. El cónsul califica de «catástrofe» el accidente y pide al juez que autorice rápido la repatriación de los cadáveres
La Verdad, , 27-04-2016Con solo 17 años fue capaz de meterse en el claustrofóbico habitáculo de un turismo que partió desde Tendrara (Marruecos) rumbo a España. Said Tahzima aguantó en esas condiciones 523 kilómetros, hasta que le atrapó la Guardia Civil en Almería. «Llegó ilegal, escondido en un coche y lo mandaron a un centro de menores», recordaba ayer compungido Mohammed Tahzima, uno de sus dos hermanos. Nada lo consolaba de su dolor, a pesar de las innumerables muestras de cariño que recibió de las decenas de compatriotas que se acercaron al Instituto Anatómico Forense de Murcia. «Solo quería mejorar su vida». Esa frase era el hilo conductor de las historias de los cinco marroquíes que perdieron la vida en la RM – 11, entre Lorca y Águilas, después de que la furgoneta en la que se dirigían a una finca agrícola se precipitase al vacío en el funesto kilómetro 12,200.
Mohammed solo esbozó una leve sonrisa al recordar el «carácter» de su hermano. «Se escapó del centro de menores de Almería y vino a San Javier a buscarme. Cuando le vi le pregunté: ‘¿Cómo se te ocurre venir aquí?’. Me dijo que no le gustaba el pueblo, así que me dirigí al Consulado de Marruecos y lo mandamos a otro centro de menores en Bilbao porque allí había un amigo suyo».
Durante tres años se ganó la vida en una empresa bilbaína de escayola, después hizo un curso de pesca y estuvo trabajando en La Coruña. «Hasta que se quedó sin trabajo, se le acabaron las ayudas y hace tres meses se vino a Cartagena». Se buscó una habitación en un piso del barrio de la Virgen de la Caridad, Las Seiscientas, y comenzó a trabajar de jornalero en una empresa de trabajo temporal (ETT) de Torre Pacheco: Agriverdes del Mediterráneo.
«Era una persona formal, tenía 31 años, llevaba seis casado y estaba ahorrando para traerse a su mujer a España», recordaba Mohammed mientras su hermano Abdellatef lloraba sin parar, sentado en el suelo, roto de dolor frente al Anatómico Forense. «Llevo dos meses en la Región, estoy sin papeles y me estaban manteniendo mis dos hermanos». Said le daba dinero a pesar de que solo cobraba entre 25 y 60 euros por cada jornada en el tajo. «¡Trabajaba diez horas diarias, como un esclavo!», clamaba Mohammed.
Reencuentro truncado
«En septiembre logramos la reagrupación familiar»
Los familiares de las víctimas solo alzaban la voz al recordar las condiciones laborales. Para Halima Mousi eso era lo de menos. No podía quitarse de la cabeza que ayer se despidió por última vez de su marido, Yaala Ben Aisa, de 45 años. «Se levantó como cada día, a las cinco de la madrugada, y le preparé la comida, como siempre». Esa fue la última que vez que Yaala le dijo «hasta luego».
«Cuando me enteré del accidente llamé a su teléfono y un compañero suyo descolgó para decirme que mi marido había muerto». En esos breves segundos su corazón atravesó una montaña rusa: del subidón de comprobar que el móvil de su esposo daba señal al trágico bajón de confirmar que no sobrevivió al accidente.
«El pasado septiembre logramos la reagrupación familiar», explicaba con amargura, mostrando una foto de su esposo que guarda con cariño en su cartera. El matrimonio se casó en 2012 y hasta 2015 mantuvieron la relación a distancia. «Él estaba en Marruecos y yo trabajaba aquí en el campo; nos negaron la reagrupación familiar tres veces». Cuando por fin Yaala había logrado abandonar la ciudad de Oujda, junto a la frontera de Argelia, para trabajar en la Región e iniciar una vida en común con su esposa en el barrio cartagenero de Los Barreros, el asfalto truncó su vida.
Otra familia rota
«Trabajaba a destajo por sus tres hijos y su mujer»
También se quedaron ayer sin padre dos niñas de 13 y 10 años y un niño, de tres añitos, del barrio de San Félix en Cartagena. Allí residía Hamid Haida, de 41 años, junto a su mujer, Naima. «Solo llevaba ocho meses trabajando», se lamentaba su hermano Rachid. Su contrato como jornalero le había permitido abandonar las filas del paro y lograr un sustento estable para sus hijos. «Salió del desempleo gracias a esta empresa», confirmaba su cuñado Mohammed. «Trabajaba a destajo, una media de ocho o nueve horas, y lo hacía por sus hijos».
A cincuenta kilómetros de distancia del Instituto Anatómico Forense, en la calle Conesa en San Félix, la humilde vivienda de Hamid y Naima se convirtió ayer en un hervidero de familiares y amigos que acudieron a consolar a los hijos y a la mujer. Los sollozos y los gritos se oían desde la calle. «Estamos desolados», dijo Alia Hida, una sobrina del fallecido. Todos los familiares achacaban el accidente al ritmo de trabajo que soportaba Hamid.
«No puede ser que se tengan que levantar de madrugada y que vuelvan a las diez de la noche por poco más de 30 euros. El cansancio se los ha llevado», afirmaban indignados. Ese sentimiento también se palpaba en las inmediaciones del bar El Gato, donde residía este jornalero. «Aquí lo conocemos todos; ha sido una pena, sobre todo porque deja solos a su mujer y a sus tres hijos», lamentó uno de los parroquianos.
Este marroquí llevaba quince años viviendo en España, primero en San Javier y luego Cartagena. Siempre se había ganado la vida en el campo. La trayectoria laboral era similar en las cinco víctimas mortales.
«Pasamos todo el día trabajando», resumió Mostafa Mabrouki, compañero de piso de Mohammed Taybi, conductor de la furgoneta siniestrada, y de Ismail Otmani, otro de los jornaleros fallecidos. Los tres compartían una pequeña vivienda en Las Seiscientas de Cartagena, en el número 231 de la calle Alcalde Estanislao Rolandi, justo frente a la puerta donde residía Diego Pérez, hallado muerto en 2015 en Cala Cortina.
«Me he enterado de lo sucedido en el trabajo; estoy desolado». Mostafa tuvo que sentarse en el sillón del salón para tratar de digerir la pérdida de Mohammed, de 32 años, y de Ismail, de 50 años. «En lo único que pienso es en mis compañeros. Ha sido un verdadero ‘shock’ para mí, porque eso nos puede pasar a cualquiera un día de estos». En las habitaciones de sus dos amigos, sus pertenencias se reducían a un poco de ropa y calzado. Todo estaba tal y como se las dejaron de madrugada, cuando salieron para el tajo. «Aquí nos apañamos con poco».
Viaje relámpago
«Un día trágico para la comunidad marroquí»
Los ánimos no estaban mejor en el Consulado del Reino de Marruecos en Valencia. «Es una catástrofe y un día trágico para la comunidad marroquí», afirmó su titular, Amin Chaoudri, nada más bajarse del coche oficial ante el Instituto Anatómico Forense de Murcia. «La Delegación del Gobierno nos ha llamado para informarnos de lo sucedido y nos hemos desplazado para acompañar a las familias, que es lo más importante ahora mismo». De hecho, el cónsul se trasladó posteriormente a los hospitales de La Arrixaca, Santa Lucía en Cartagena y Rafael Méndez de Lorca para informarse personalmente del parte médico de los tres supervivientes del siniestro.
El cónsul pidió que «el juez autorice los más rápido posible la repatriación de los cuerpos». Todas las familias quieren enterrar a los fallecidos en Marruecos, para que sean embalsamados, reciban un lavado musulmán y se ore por ellos en una mezquita antes de enterrarlos. La empresa Servicios Funerarios Errahma de Torre Pacheco inició ayer los trámites. El coste por traslado es de 2.500 euros y muchas familias reconocían, desoladas, que no sabían cómo iban a pagarlo.
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