Cartageneros en la Feria
La Verdad, , 24-04-2016En esta nuestra España, a día de hoy todavía unida y en cuyo Sur no parece que aún haya grietas, no existe rincón alguno donde no te encuentres con un cartagenero, o más de uno, como nos ocurrió a nosotros el pasado jueves 14 que, por cierto, fue el día internacional del beso según me comentaron, pues yo no tenía ni idea de que existiese tan agradable festividad en el mes de abril.
Después de un largo día de trabajo en Morón de la Frontera, unos buenos amigos sevillanos me invitaron a compartir la tarde/noche con ellos en la simpar y única, por su grandiosidad y singularidad, Feria de Abril. Y allá que nos encaminamos en comanda hacia el barrio de Los Remedios, donde se ubica El Real de la Feria desde sus orígenes, en 1849, cuando el Ayuntamiento montó la primera caseta con motivo de la feria del ganado.
A partir de ahí la cosa no hizo más que crecer y crecer. En 1919, se consiguió uniformizar, las casetas gracias a la intervención del pintor Gustavo Bacarisa; hoy día, el número de casetas supera el millar, y ¡¡¡qué casetas!!! Por su decoración, actuaciones, gastronomía, música, galerías de arte…, es la Feria con mayúsculas por antonomasia.
Nada más traspasar la Portada, inspirada este año en el pabellón de Argentina de la Expo de 1929, edificio situado junto al muelle de Delicias que en la actualidad acoge el Conservatorio Profesional de danza, nos pusimos a recorrer las calles del Real, todas ellas con nombres de toreros famosos: Juan Belmonte, Joselito Gallo, Gitanillo de Triana, Espartero, Curro Romero, Pepe Luis Vázquez, Pepe Hillo, Antonio Bienvenida, Jiménez Chicuelo… hasta llegar al 233 de la calle Pascual Márquez, donde nos encontramos, en la Peña La Antorcha, con mi amigo Manolo Carranza y varios sevillanos de pro, todos ellos enmoquetados tal y como mandan los cánones de elegancia de la feria: chaqueta y corbata y buen bolsillo para atender a todos los invitados que te puedan caer.
Parte de la bonita caseta ese día estaba dedicada a una obra social a favor de una Asociación de Disminuidos Físicos, a la que la peña había invitado, como cada año, a comer en su caseta, en la que en ese momento se encontraban más de 150 invitados compartiendo la jornada. Nosotros en barra, cubo de botellines de manzanilla fresquita de Sanlúcar de Barrameda, ‘La Gitana’, espectacular en su punto justo de frío, rodeados por el ambiente musical propio de la feria, y acompañándola de platitos de langostinos fresco con golpe de sal que parecían bailar en el plato de lo frescos que estaban, aceitunas de tres tipos, a cual mejor y, de pronto, una nueva sorpresa a base de fuente de caña de lomo con vetas que parecían de madera de caoba, virutas de 5J, finas y brillantes, y picos de Bollullos, perfecto contraste; y antes de haber dado fin a todo lo anterior, lagarto con papas caseras, todo un lujo.
Un cochero de Puente Genil
Algunos decidimos entonces pasarnos al rebujito, frío y simpático de beber y más llevadero para una jornada de feria como la que teníamos por delante. Aun así, seguimos acompañándolo de montaditos y otras degustaciones, por eso de ir «haciendo cuerpo» y poder seguir admirando las bellezas sevillanas que, vestidas de lujo, nos rodeaban y más, y más… Manolo nos invitó entonces a dar un paseo por el Real y ver los caballos y, ¡sorpresa!, nada más salir nos encontramos con un coche de caballos con cuatro cartageneros a bordo que nos invitan a subir: Alfonso Martínez y Carlos Rodríguez con sus respectivas señoras, Mariángeles y Choni, a lo que rápidamente nos apuntamos Javier y yo.
Nos subimos pues al carruaje, un Peter tirado por tronco de mulas castellanas con guarnición a la calesera; en él, el extraordinario cochero de Puente Genil, Samuel, nos dio un paseo por las principales calles del Real hasta dejarnos en la misma puerta de la caseta de su jefe, el empresario cordobés y de Puente Genil D. Mariano Jiménez quien, junto con su encantadora esposa, María Dolores Olivo, hija de nuestro gran empresario cartagenero, Tomás Olivo López, nos atendieron de maravilla en una de las salas de su caseta.
Con el doctor Selma
Allí fue donde nos sumergimos en el mundo del hielo, acompañado de una repostería de diseño ferial. Charlamos de todo, de lo humano y lo divino pero, sobre todo, de empresas ya que Mariano tiene una compañía, dentro de su grupo internacional, que se dedica a instalaciones eléctricas; de hecho, la parte eléctrica de la feria la monta su compañía, Instalaciones Ximénez, al igual que la de los principales centros comerciales de las grandes ciudades y las iluminaciones de Navidad, decoración de El Corte Inglés y un largo etcétera.
Después de hacer un descanso, el amigo Alfonso, que conoce la feria como su local de Cartagena, el Zócalo de la calle Jara, nos invitó a ir a la caseta ‘El Bucarito’, en el 50 de Pascual Márquez, otra zona de influencia de la Trimilenaria. Allí, la decana de la caseta, Dª Beatriz Rodríguez, insigne sevillana, nos recibió de categoría pues quiere mucho a Cartagena, ciudad que conoce muy bien ya que su hijo, el Doctor José Luis Selma, vive en la Trimilenaria y tiene hijos cartageneros, Perico Carlos y José Luis.
Y una vez más, el doctor Selma que estaba allí junto con su esposa Mª Carmen, que baila sevillanas con la gracia y el estilo propios de la tierra, se volcó con nosotros, en barra primero y en mesa después. Y ya, rebujito en mano y ubicados en la puerta de la caseta, vimos pasar a Esteban Bernal, hijo del famoso pintor de La Unión, quien se incorporó al grupo.
Aparecieron también Mario Sousa y su encantadora compañera, Ana Mari, y todos juntos compartimos unos platitos de choco frito, taquitos de adobo, queso con baño de aceite, lomo braseado, revuelto rociero, talegitas de queso y marisco y, por supuesto, mucho rebujito de ‘La Gitana’. Posteriormente, se incorporó un buen amigo de Jaén, Antonio Mata, que fue recibido como un cartagenero más y, de pronto, el grupito flamenco empieza a sonar y la antesala se convierte en tablao lleno de jóvenes que dominaban las sevillanas a la perfección.
Nosotros, mientras, seguíamos sus evoluciones con unos huevos marismeños, unos antojos de codorniz, virutas de Pata Negra, gambitas de Huelva y, como no podía ser de otra manera después de la gran jornada vivida, invitamos a todos los presentes a visitar a las buñoleras junto a la portada de entrada de la feria.
De los buñuelos a Séneca
Allí, en unas casetas decoradas con un esmero exquisito y con profusión de puntillas y bordados y en las que siempre apetece tomar una tetera de ese buenísimo chocolate que preparan de forma tradicional un grupo de mujeres de etnia gitana, con esos típicos buñuelos en forma de roscón, que están deliciosos y que se pagan a precio de marisco, despedimos a nuestros anfitriones que continuaron «de feria». Mientras, nosotros dimos ya la jornada por finalizada y «nos recogimos». Y me despido hoy con una frase de otro andaluz, Séneca, un cordobés universal, y que presidía la entrada a una de las casetas: «El mejor premio de una buena acción es haberla hecho».
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