La canciller alemana conoció ayer
en la frontera turco-siria la cara
amable del exilio sirio. Junto al primer
ministro turco, Ahmet Davutoglu,
el presidente del Consejo Europeo
Donald Tusk y el vicepresidente
de la Comisión Europea,
Frans Timmermans, Merkel acudió
a un campo de 5.000 refugiados
y a un albergue para menores,
ambos flamantes. La visita inauguró
la subvención de 6.000 millones
de euros aprobada por la UE a
cambio de que Turquía contenga el
éxodo de refugiados a Europa.
Mucha pompa, flores y niños
–ayer era el Día de la Infancia en
Turquía– saludaron a la dirigente
teutona en Gaziantep, a menos de
100 kilómetros de suelo sirio y de
los dominios del autodenominado
Estado Islámico. La seguridad era
máxima. Justo ayer, cohetes tipo
katyusha procedentes de Siria mataron
a tres personas e hirieron a
seis en la cercana localidad de Kilis.
Merkel cortó la cinta del albergue
acompañada de una nutrida
comitiva de ministros locales.
La líder del Estado europeo que
más refugiados acogió durante el
exilio de 850.000 almas de 2015 estuvo
ayer en el país más generoso
con los huidos de Siria. Ankara ha
invertido 10.000 millones de euros
en los 2,7 millones de sirios que, se
estima acoge. Les ha garantizado
sanidad y educación básicas y permiso
de trabajo. Merkel elogió el
esfuerzo turco; Tusk definió el sistema
de acogida de refugiados sirios
de «ejemplar». Pero sólo el
10% vive en los campamentos turcos.
La explotación laboral e infantil
cunden entre las víctimas sirias.
«Los desembolsos en las instalaciones
de reciente creación de la UE
para los refugiados en Turquía están
en curso, y la identificación y
planificación de nuevos proyectos
se ha intensificado», señaló la oficina
de Tusk en relación al viaje. Educación,
alojamiento y ayuda humanitaria
son los puntos de enfoque de
las ayudas europeas, contrapartida,
–junto al fin del régimen de visados
para los turcos y más integración en
la UE– de un controvertido pacto
para atajar el flujo de emigrantes y
devolverlos de Grecia a Turquía.
La paradoja siniestra del acuerdo
y de la visita de ayer de Merkel,
que prometió que «cumpliremos
con nuestras obligaciones», es que,
no muy lejos de donde la líder alemana
visitaba instalaciones para
refugiados inmaculadas, cerca de
100.000 personas, según Médicos
Sin Fronteras, permanecen atrapadas
en el lado sirio de la frontera y
con la puerta fronteriza turca cerrada.
El miedo es máximo, ya que
en las inmediaciones de Azaz, donde
se acumulan los desplazados, el
Estado Islámico está avanzando.
Hasta la fecha, 325 emigrantes
irregulares han sido deportados de
suelo griego a turco. La UE ha relocalizado
a 103 refugiados sirios mediante
el mecanismo uno por uno
que prevé la acogida en un país europeo
de un sirio, desde Turquía,
por cada sirio que alcance irregularmente
la costa griega. El proceso
marcha a paso lento, como también
lo hace, se han quejado las autoridades
turcas recientemente, la
llegada de la subvención europea.
El Gobierno turco también ha
amenazado con romper el pacto
sobre los refugiados si no se anula
la exigencia de visado para que los
turcos pisen territorio Schengen.
«Si la UE no garantiza el viaje sin
visa podemos suspender el acuerdo
de readmisión. Esto es un regateo
», advirtió el pasado 13 de abril
el ministro turco de Relaciones con
UE Volkan Bozkir. No hubo réplica
a este comentario desde Bruselas,
cuyos cada vez más recurrentes silencios
ante las muestras de autoritarismo
preocupan a las ONG.
La libertad de expresión retrocede
en Turquía. Cuatro académicos
turcos se enfrentan a cargos de terrorismo
por firmar, junto a docenas
más –algunos despedidos,
otros amenazados–, un manifiesto
por el diálogo para acabar con la
guerra en la región kurda. La misma
Alemania se ha visto directamente
afectada. La presión del Ejecutivo
turco ha llevado a Merkel a
permitir procesar a un comediante
alemán por una hiriente parodia.