El papa a los refugiados de Lesbos: «No estáis solos. Todos somos migrantes»
Francisco censura los muros que construye Europa para frenar a los refugiados y señala el camino a los Gobiernos que los rechazan llevándose doce sirios con él al Vaticano
La Voz de Galicia, , 18-04-2016Fueron cinco horas, pero retumbarán mucho tiempo en las conciencias de Europa y el mundo. En su visita a Lesbos Francisco habló con los refugiados, se abrazó con ellos, los escuchó y se conmovió al ver cómo lloraban algunos pequeños a su paso. Con el mar Egeo de fondo, condenó los muros que levanta Europa para impedir entrar a los que huyen de las guerras. Además, señaló el camino a los gobiernos que se resisten a abrirles las puertas llevándose con él al Vaticano a doce sirios, todos musulmanes, la mitad menores, pertenecientes a tres familias de Damasco y Deir Ezor, una zona controlada por el Estado Islámico.
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Como ya hizo en su visita a Lampedusa después del naufragio, el papa atacó en Lesbos la indiferencia de Europa ante el dolor de los refugiados. «La opinión mundial no puede ignorar la colosal crisis humanitaria originada por la propagación de la violencia y del conflicto armado, por la persecución y el desplazamiento de minorías religiosas y étnicas, así como por el despojo a las familias de sus hogares, violando su dignidad, sus libertades y derechos humanos fundamentales», dice el documento que firmó con el prelado de Constantinopla Bartolomé y el arzobispo Jerónimo para emplazar a los dirigentes del mundo y Europa a que asuman su responsabilidad.
Barcos a la deriva
«Claro que estamos nerviosos, pero yo no podré ver al papa porque nos han dejado en el patio trasero», explicaba Nur minutos antes de que Berglogio pisara Moria. Solo 250 refugiados pudieron estar en el mismo recinto que el santo padre. El resto tuvieron que conformarse con escuchar los aplausos a lo lejos. Y fue mucho lo que se perdieron. En el mismo centro donde las organizaciones internacionales denuncian que viven 3.500 personas pese a tener capacidad solo para 2.000, Francisco terminó abrazando a los refugiados y se emocionó con los dibujos de barcos a la deriva y palomas de la paz que los pequeños habían preparado para él.
«No estáis solos», les repitió en varias ocasiones. «¡No perdáis la esperanza!». «Todos somos migrantes». Dos de ellos se arrodillaron frente a él llorando. «¡Bendígame, bendígame!», imploraba un hombre.
El golpe de efecto vino cuando se supo que se llevaría, de regreso al Vaticano, a tres familias que residían en el campamento de Kara Tepe, administrado por el ayuntamiento de Lesbos, y que, a diferencia del de Moria, sí permite libertad de movimiento. Un detalle importante para que no se sienta desautorizada la UE. Llegaron antes del acuerdo que firmó con Turquía por lo que no corrían el riesgo de ser deportadas a territorio turco. Se trata de una pareja de ingenieros con un niño de dos años, un maestro y una costurera con sus tres hijos, dos de ellos adolescentes, y un matrimonio joven con dos niños de 7 y 8 años. La primera familia vivía en la zona periférica de Al Zapatani, expuesta a masivos bombardeos, mientras que la segunda tenía su hogar en Deir al Zor. Su casa fue bombardeada, igual que la de la tercera familia, una pareja joven con dos niños que antes de huir vivían en Zamalka, una aldea de la capital siria. Desde entonces, explicó la madre, «el pequeño Omar está aterrorizado, se despierta todas las noches y durante un tiempo incluso dejó de hablar».
Consciente de la repercusión que tendrá la acogida, ya de vuelta en el avión, Francisco explicó su decisión como un acto de responsabilidad en favor de la integración. Dijo entender el miedo que provoca el éxodo de refugiados que llegan a Europa, pero le reclamó que recupere la capacidad de integrar que siempre tuvo.
Balón de oxígeno
La visita supuso un balón de oxígeno para Alexis Tsipras, que superado en las encuestas por el nuevo líder de la derecha, Kyriakos Mitsotakis, y en medio de su enésima negociación con la troika, consiguió una inyección de legitimidad internacional. Francisco agradeció a los griegos la acogida que brindan a los inmigrantes y refugiados, respaldando así la postura de Atenas, que contrasta con el cierre de las fronteras por el que optan buena parte de los socios europeos. «Quisiera expresar mi admiración por el pueblo griego que, a pesar de las graves dificultades que tiene, ha sabido mantener abiertos su corazón y sus puertas. Muchas personas sencillas han ofrecido lo poco que tenían para compartirlo con los que carecen de todo», dijo en Mitilene.
Terminada la visita, sin embargo, cuando todos los medios se marcharon, muchos vecinos de Lesbos mostraban sus reservas sobre que sirva para algo. «No me fío de Turquía. El papa ha venido. Está muy bien pero no se va a llevar a los 50.000 refugiados que tenemos en Grecia», declaraba Kostas, dueño de una agencia de viajes. El alcalde Spyros Galinos, quien siempre ha sido muy crítico con las decisiones de Bruselas, defendió que la reunión de las iglesias era necesaria. Pero no confía en que cambie la situación de los que siguen atrapados en su isla.
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