A altura de niño. Así dispararon los agentes antidisturbios macedonios sus balas de goma el domingo contra los inmigrantes que intentaron atravesar la frontera desde el paso griego de Idomeni, donde unas 11.300 personas han quedado atrapadas tras el cierre de la ruta de los Balcanes que utilizaban los sirios, afganos e iraquíes para llegar a los países ricos de Europa en su huida de la guerra y la miseria.

Médicos Sin Fronteras denunció ayer que al menos 200 inmigrantes tuvieron que ser atendidos por inhalación del gas lacrimógeno lanzado por la Policía, mientras que otros 37 sufrieron heridas por las bolas de goma. Tres de estos últimos eran niños.

Idomeni es sólo uno de los epicentros de la inmigración que tiene hoy Grecia, que acoge a más de 50.000 extranjeros que aún esperan que se abran las fronteras. Hay unos 4.000 que malviven en el puerto de El Pireo y más de 3.500 en el campamento de Moria, en Lesbos. Este será uno de los lugares que visitará el papa Francisco cuando viaje el sábado a esta isla situada al noreste del mar Egeo.