Los refugiados sirios, condenados a la explotación laboral
La Vanguardia, , 12-04-2016Los refugiados sirios obligados a quedarse en Turquía, tras el aldabonazo europeo pasarán a engrosar la economía gris o sumergida de este país. Esto no es nada nuevo, pero al cerrarse las puertas de Europa nada impedirá ya que las condiciones de vida de cientos de miles de familias empeoren, al convertirse los padres y los hijos en cautivos de sistemas explotadores. Así viene ocurriendo en Líbano, según ha vuelto a denunciar la oenegé Freedom Fund y así ocurrirá en Turquía, donde se ha impuesto el conocido sin papeles no hay trabajo y sin trabajo no hay papeles, garantía segura de tener que trabajar en negro y por una miseria.
En teoría, los 3.300 millones de euros que destinará a la UE a Turquía tienen que ser invertidos en los propios refugiados: educación para los niños y empleo para los padres. El país acoge 2,7 millones de refugiados y dispone de un marco legal garantista en todos los sentidos, empezando por el derecho a la vivienda. La UE así lo entiende y eso incluye la nueva legislación laboral aprobada el pasado enero.
Sin embargo, según datos oficiales turcos suministrados a agencias humanitarias y recogidos por el diario británico The Guardian, en los dos meses que lleva vigente la ley los patronos turcos solo han aceptado unas 2.000 solicitudes de permisos de trabajo (lo que supone menos de un 1% del total de refugiados en el país) y no se sabe cuántos se han concedido en este periodo.
Entre el 2011, año en que comenzó la guerra siria y con ella el flujo de refugiados, y el pasado enero habían recibido permisos de trabajo 7.351 sirios, según reconocía el viceprimer ministro Numan Kurtulmus.
Cuando se aprobó la ley labora, se dijo que los patronos podrían emplear a refugiados sirios hasta en un 10% de sus plantillas, y que en todo caso serían los gobernadores provinciales quienes determinarían el límite, de modo que el empleo para los locales –que sufren una tasa de paro del 10% – quedara protegido. En cualquier caso, la condición para obtener un permiso de trabajo sería esperar seis meses desde la concesión de una tarjeta de identidad, según publicó el diario Hürriyet.
Pero a la hora de la verdad si los patronos contratan refugiados sirios es precisamente porque pueden pagarles mucho menos. Si, en opinión de algunos, Angela Merkel pretendía abaratar el empleo en Alemania absorbiendo refugiados, ahora son los empresarios turcos los que tienen la oportunidad de hacerlo.
Al mismo tiempo que se cierran las puertas de Europa, la presión sobre la frontera turca va a aumentar con la anunciada ofensiva del ejército sirio sobre la ciudad de Alepo. Damasco y Moscú lo anunciaron la semana pasada y la tregua actualmente vigente parece rota, a pesar de que el mediador de la ONU, Staffan de Mistura, anunciara por su parte ayer lunes en la capital siria que mañana miércoles se reemprenderán las conversaciones de Ginebra.
La última crisis de refugiados a las puertas de Turquía se produjo en enero, cuando al menos 35.000 personas se agolparon ante los pasos fronterizos pero fueron obligadas a permanecer –salvo aquellas gravemente heridas – en territorio sirio.
Los tres campos de refugiados instalados por Turquía en el lado sirio de la frontera están al límite de capacidad y las condiciones sanitarias empeoran día a día, denuncian las organizaciones humanitarias. Su ubicación, además, no es segura, ya que se encuentran demasiado cerca de las líneas del frente. El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ha anunciado que quiere construir una nueva ciudad de refugiados en suelo sirio.
En Líbano la situación de los refugiados es mucho peor que en Turquía: no tienen derecho a trabajar, pero lo hacen, y además en condiciones de semiesclavitud, según denuncia Freedom Fund. Más de un millón de refugiados –1,2 millones, oficialmente, quizás más – son demasiados para un país de menos de 4,5 millones de habitantes. La ausencia de un marco de acogida que permita trabajar a aquellos cabezas de familia que residen legalmente como refugiados tiene el más perverso de los efectos: el trabajo infantil.
Al igual que ocurre en los campos de refugiados de Jordania, los de Líbano son terreno abonado para los patronos libaneses, que prefieren emplear a niños para recoger patatas, o para trabajar en talleres, en restaurantes o como repartidores… Los padres, señala la oenegé, no tienen más remedio que aceptarlo. Se cree que el 60 – 70% de los niños sirios refugiados trabaja, y en el caso del valle de la Bekaa, junto a la frontera siria, prácticamente todos lo hacen en la agricultura, “expuestos a pesticidas y fertilizantes peligrosos”.
En cuanto a las niñas, muchas se ven obligadas a casarse a los 13 años, con lo que son una boca menos en la familia. Y, por supuesto, un gran número de menores se ve arrojado a la mendicidad.
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