Un alsasuarra de voluntario en el campo de refugiados de Calais

Juanpe Higuero ha visitado en tres ocasiones el campo francés -‘la jungla’-, donde malviven 6.000 personas. Hoy, relatará sus duras vivencias en Altsasu

Diario de Noticias, Nerea Mazkiaran, 18-03-2016

altsasu – Juanpe Higuero Rodríguez, un alsasuarra de 51 años, conoce bien la situación que se vive en el campo de refugiados de Calais, al norte de Francia, dónde mal viven en torno a 6.000 personas a la espera de poder cruzar el eurotúnel para entrar en Reino Unido. Hoy, junto con Jesús Denia y Joffre Burgos, ofrecerá una charla en Altsasu sobre la situación que viven los refugiados. Será a las 19.00 horas en Gure Etxea.

Este voluntario visitó por primera vez Calais en octubre del pasado año, cuando participaba en las euromarchas a Bruselas contra la Troika y la austeridad. “Se me cayó el alma a los pies”, recuerda. “Lo más triste es ver a niños pequeños solos, sin familia, completamente abandonados y vagando por el campo. Cuando estuve había unos 400, que están cayendo en manos de las mafias”, apunta este altsasuarra, persona inquieta que comenzó a organizarse a partir del 15 – M en diferentes movimientos como la Plataforma contra los desahucios de Sakana, Podemos y en la Asociación Humanitaria Navarra en Acción, creada a raíz de la crisis de los refugiados.

Precisamente, con esta ONG participó en la recogida de ropa de abrigo, calzado, mantas y tiendas de campaña para hacer frente al invierno en Calais. Pensaban en dos furgonetas y llenaron un trailer con 1.000 cajas que llevaron el 12 de enero, motivo de su segunda visita a este campo francés, más conocido como la jungla “porque se vive como animales”. Entonces estuvo tres días. Volvió el 1 de febrero, para permanecer un mes. Fue solo, sin importarle que no hablaba francés ni inglés, con las ganas de ayudar en lo que fuera. “Te entiendes por señas. Además siempre hay alguien que habla español”, observa.

Desde el principio trabajó en la cocina, preparando la comida para unas 800 personas. Y es que mientras las zonas de aseo y la atención médica escasean, no falta que llevarse a la boca. “Allí hay trabajando muchas ONGs. La mayoría son inglesas, en torno al 85%”, apunta. Durante un mes fue uno más en este campo de un kilómetro de largo por medio de ancho, un espacio rodeado de doble valla metálica con concertina y dividido en sectores en los que se agrupan por nacionalidades.

Muchos son sirios pero también iraquíes, afganos, sudaneses, eritreos… la mayoría jóvenes procedentes de conflictos ignorados por la comunidad internacional. “Las mujeres viven aparte, en una zona restringida a refugiados y voluntarios”, precisa. También hay una escuela así como una iglesia y una mezquita, todo muy precario según reconoce.

Los refugiados esperan su oportunidad para cruzar el canal de la Mancha. “Todos los días hay gente que intenta pasar a Inglaterra, escondiéndose en los camiones y trenes”, señala. Algunos dejan su vida en el intento y pocos consiguen pasar. Suele ser por la noche, momentos en que suelen estallar las tensiones entre grupos de diferente origen o religión. “Por la noche era mejor no andar por el campo”, apunta este voluntario, quién recuerda que había una zona en la que se traficaba con alcohol y drogas. No obstante, destaca que “hay bellísimas personas que te ofrecen lo poco que tienen. Hay mucha pobreza y necesidad, mientras Europa mira para otro lado”, se lamenta” Juanpe Higuero. En este sentido, destaca que el Estado español no debe firmar la propuesta de acuerdo de la Unión Europea con Turquía. “Es inhumano y aumentará el sufrimiento de miles de personas”, observa.

El campamento de Calais se encuentra a unos 5 kilómetros de esta ciudad portuaria. En la zona el Frente Nacional de Marine Le Pen fue la fuerza más votada en las elecciones regionales celebras en diciembre del pasado año. “En Calais la gente no quiere a los refugiados ni a los voluntarios. Te miran mal y de vez en cuando los ultraderechas dan palizas”, apunta Juanpe Higuero. También conoce el campo de Dunkerque, a unos 60 kilómetros de Calais. “Todavía es peor”, asegura.

Entre los recuerdos de su estancia en el campo están también el frío y la humedad. “Se te mete en los huesos. A la vuelta fui al médico y me dijo que tengo artrosis”, abunda. Volvió el 28 de febrero, un día antes del desmantelamiento de la zona sur, con un importante despliegue policial. Malvivían unas 1.000 personas según el Gobierno galo y 3.450 según las organizaciones humanitarias. Muchos pasaron a la otra zona, mas hacinados todavía. Otros fueron reubicados en centros de acogida en Calais o en otras partes del país.

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