Escuchaba estos días una tertulia televisiva en la que se trataba el asunto de la inmigración y el éxodo de miles de personas desde Siria hacia el resto de países europeos. Además, se trataban en la charla las crueles imágenes de aficionados del PSV Eindhoven en Madrid que se divertían y pasaban el rato tirando monedas a unas mendigas en plena plaza Mayor. Una de las tertulianas comparaba esas imágenes con las de la película El Pianista, de Roman Polanski. En esa obra maestra del cine bélico se describía como los soldados nazis maltrataban y se burlaban de los judíos que andaban moribundos en los guetos de Polonia.

Hablamos de la Segunda Guerra Mundial, el acontecimiento más atroz y despiadado protagonizado por el ser humano y que se cobró la vida de cerca de 7o millones de personas. Esos tristes años de horror quedaron atrás y todo hacía indicar que nuestra sociedad había aprendido la lección. Se eliminaban telones de acero, el muro de Berlín, fronteras europeas, la esclavitud y se condenaba el racismo. La mujer se encaminaba hacia un mundo más igualitario y el raciocinio, tolerancia y sentido común ganaba la batalla a la intransigencia y locura de antaño.

La evolución de nuestra especie ha seguido un camino coherente en estas últimas décadas, pero los últimos acontecimientos me llenan de dudas.

Uno lee las noticias y ve como un racista paranoico como Donald Trump va lanzado hacia la presidencia de los Estados Unidos de América, la extrema derecha de la mano de Marine Le Pen se consolida en Francia, el partido xenófobo y eurófobo Alternative für Deutschland da un golpe de efecto en las elecciones alemanas y mientras, cientos de miles de refugiados intentan sobrevivir a la vez que huyen de la guerra que asola Siria mientras la UE negocia con Turquía las devoluciones colectivas.

Y yo me pregunto: ¿Qué está pasando? ¿Dónde está esa sociedad que ya parecía haberse curado de las heridas del pasado? Es muy triste ver a los refugiados pasando calamidades y mientras los países del teórico primer mundo se pasan la pelota de unos a otros sin hacer apenas nada. Pero tampoco hay que ir muy lejos, puesto que aún recuerdo aquellas imágenes de inmigrantes subsaharianos que vinieron en patera a Gran Canaria y fueron atendidos en el parking de una comisaría, tirados en el suelo mientras luchaban por seguir con vida. De verdad… ¿qué nos está pasando?