Los candidatos a la nominación, más preocupados por el voto latino que nunca

La Vanguardia, Francesc Peirón | Miami, 15-03-2016

Akira Luz cumplirá dos años en un par de semanas. Sin decir palabra deja claro qué le pasa. En brazos de Jenny De Susi, se expresa con su medio llanto: “Ésta es mi madre y tú me molestas”.

Hoy se celebra el supermartes
tres, con primarias en Carolina del Norte, Illinois, Misuri, Ohio y, sobre todo, Florida, donde se distribuyen 99 delegados republicanos y 214 demócratas.

Al referirse al estado del sol brillante, uno de los comentarios habituales consiste en aludir a la decisiva importancia del voto latino. Engloba a 2,6 millones de hispanos, entre los que predominan los cubanos (31%), los puertorriqueños (27%) y los mexicanos (9%). Florida es el tercer estado de EE.UU. con mayor potencial latino, que representa el 18% del electorado.

Dicho así, suena a conglomerado, a masa uniforme y sin aristas. Detrás, sin embargo, se cobijan vidas individuales con su propia narrativa. Jenny, de 35 años, ejerce de voluntaria en los cuarteles del demócrata
Bernie
Sanders en Miami. Barrio de Wynwood. La decoración de la fachada hace juego con los murales que se reiteran por estas calles.

Ella tiene una historia. La noche del pasado miércoles, al concluir el debate celebrado en la ciudad balneario, se la resumió al senador por Maine.

Despista un poco en el arranque. Nació en Estados Unidos, se crió en Nueva York, habla de sus padres colombianos, aunque aparece su madre puertorriqueña.

“Me adoptaron siendo bebé”, aclara. Se reconoce colombiana de origen como la familia que la crió, gente muy humilde, instalada en Queens, que trabajó hasta la extenuación por salarios de miseria. Recuerdas los días con cortes de luz o de agua caliente, y la valentía de sus protectores. “Me llevaron con ellos, pero como el sistema de acogida de Nueva York estaba colapsado, también adoptaron a mi hermano”.

Nunca ha sabido quién es su padre biológico. Su madre se metió en drogas y entregó a sus hijos para que alguien los educara. “Pude ir a la universidad, aún tengo la deuda, y me hice maestra. Trabajé en una escuela, aunque me decepcionó cómo funcionaban las cosas. Me vine a Miami –continúa– con la idea de estudiar psicología. Conocí a Pablo (argentino), nos casamos, ha nacido Akira. Hemos montado un negocio de peluquería”.

Su padre sigue en Nueva York, jubilado y con una pensión de 12.000 dólares anuales. Sobreviviendo como puede. “Se lo expliqué a Sanders y le agradecí su esfuerzo. Me miró a los ojos, me abrió el corazón y me dio una abrazo hermoso”, rememora. La expresión de su cara, la emoción en su mirada, subraya la importancia de las sensaciones, de las cosas inmateriales. Las que nunca se gastan ni se hipotecan.

Jenny es una de las caras que se difumina en eso del voto latino, el de la inmigración o sus hijos. Un 20% de los habitantes de Florida nacieron fuera. De estos, un 75% son hispanos. “Este estado acostumbraba a ser una plaza fuerte de los republicanos, pero la situación ha cambiado esta última época por el apoyo de los jóvenes y de los latinos a Obama”, sostiene el experto Brian Crowley, con un par de décadas cubriendo la información política.

El homogéneo voto conservador de los veteranos cubanos del primer exilio ha ido fragmentándose, pese a que todavía predominen los que apuestan por los republicanos, terreno en el que Donald Trump lidera en perjuicio del lugareño Marco Rubio.

Se da una tendencia, señala Crowley, por la que los hispanos no cubanos cada vez van copando el protagonismo y reforzando el viraje de opción. “La retórica de los republicanos con la inmigración les ha hundido. Aunque un inmigrante esté en situación legal –remarca–, todos tienen un familiar, un amigo o un conocido indocumentado. El daño ya está hecho”.

Además de demócrata, Jenny apuesta por el supuesto perdedor. Las encuestas conceden un firme liderazgo a Hillary Clinton. La que publicó este domingo el Sun Sentinel, realizada por la Florida Atlantic University, otorga un margen del 51% por un 31%. Otras muestras se mueven en brechas más o menos similares.

Pero Bernie, como le llaman sus seguidores, tiene un mérito indiscutible. Cuando empezó la campaña, nadie apostaba un centavo por él. Era un auténtico desconocido para los hispanos.

Entre esas cifras, sin embargo, sobresale el apoyo mayoritario de los millennials latinos (18 – 35 años) por Sanders, de 74, el aspirante de más de edad de los que compiten en la carrera de las presidenciales. En algunas prospecciones la diferencia entre la ex secretaria de Estado y él se sitúa en torno a los 15 puntos.

“Sanders piensa mucho en los latinos”, asegura Jenny. “Propone cosas que de verdad nos afectan –indica–, como mejores salarios, cobertura sanitaria gratuita, o acabar con la deuda de los universitarios; esto sí que es hacer algo por los hispanos”. Desde su perspectiva, la revolución que preconiza no es la del castrismo o el chavismo. “Sólo se trata –dice– de cosas básicas, cotidianas, de que, como dicen las leyes, tengamos la gestión del proceso que ahora está en manos del dinero de las corporaciones”.

Sin compartir sus ideas, el analista Guillermo Lousteau elogia la calidad del senador. “Es un hombre muy consistente, siempre ha dicho lo mismo y exhibe la gran virtud de que toca temas reales que afectan a la gente”. Cita en especial la deuda universitaria, cuestión que atormenta a familias acomodadas. “Le apoya gente joven, muy activa, y sería bueno que de alguna manera obtenga una respuesta, sea de Hillary o de Bernie”, apostilla.

Pero le concede a la ex primera dama, como las encuestas, el papel de total favorita. “La discusión con Sanders –precisa– es una discusión eterna, si en Estados Unidos hay lugar o no para el socialismo. Creo que el país aún no está preparado para eso”. A Clinton, en cambio, le avala el que se la vea una continuación de Obama, un presidente muy bien visto en América Latina, “el que menos resistencias ha suscitado”.

En el centro de Miami, en un edificio municipal, han instalado unas urnas para el voto anticipado. Cerraron el domingo. No había una gran concurrencia, más bien un goteo. La primera a quien pregunto, Wendy, es una profesora blanca, nacida en Nebraska que prefirió el calor de esta tierra. Está con Clinton, por su realismo, experiencia y su condición de mujer, “el gran cambio”.

La segunda, Vanessa, más joven y de aspecto hispano, va a por todas con Sanders: “Ha de hacerse el cambio”. La siguiente, latina de cierta edad, también está por él –“me críe en este país, pero utilizo el cerebro para pensar”–, y otra hispana ha votado por el neurocirujano Ben Carson.

–Si se ha retirado…

–Lo sé, pero él cree en Dios con pasión, como yo, y siempre se puede producir un milagro.

Isabel Montes, llegada de El Salvador hace 30 años, ama de llaves, cumple con los requisitos. Hispana y en la franja de los sesenta: “Soy demócrata y me gusta Hillary”, replica de inmediato. “Descarto a los republicanos porque están en contra de la inmigración y Hillary es la más preparada de todos y cuenta con una buena mochila, con Bill Clinton, que dejó Estados Unidos con superávit”.

Al los 18, Jenny conoció a su madre biológica. Siguen en contacto. “Por fin se ha limpiado de las drogas”, suspira. Jenny y su hermano mantienen la relación con ella y con los otros cuatro hijos que dio a luz después. “Estamos conectados –concluye–, aunque todos vivimos en diferentes lugares de Estados Unidos”. País de países le guste a Trump o no.

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