Los vendedores ambulantes tienden las mantas decididos a seguir reivindicando sus derechos

El Diario, , 12-03-2016

Son las cuatro y media de la tarde. Mientras los turistas inundan la Rambla de Canaletes, en el centro de Barcelona, una treintena de vendedores ambulantes tienen sus mantas tendidas en la zona de paso subterránea que une distintos metros en Plaza de Cataluña. Fuera, en la calle, dos agentes de la Guardia Urbana vigilan la Rambla. 

Es precisamente con la lectura en voz alta de este comunicado que Lamine Larr ha empezado el acto reivindicativo que acompañaba el mercadillo. “Dejaremos de creer a este gobierno del cambio”, ha asegurado Larr, quien ha reiterado que la propuesta municipal solo les deja dos opciones: “el hambre o la prisión”. 

Por su parte, Jonara Caero, del Espacio del Inmigrante, ha criticado que “los lobbies empresariales marcan las políticas de Barcelona” y ha lamentado que “la represión policial siempre ha existido en esta ciudad”. En esta misma línea, Esteban, de Tras la Manta, ha expresado la intención del colectivo de seguir acompañando a los vecinos y vecinas que se dedican a la venta ambulante. “Seguiremos defendiendo el derecho a querer vivir en una ciudad inclusiva y lucharemos para que los derechos humanos de todas las personas sean respetados”, ha afirmado. 

En la concentración de apoyo también ha estado presente Andrés García Berrio, del colectivo para la defensa de los derechos humanos Iridia. García Berrio ha querido recordar, como ya afirmó en este diario, que en el año 2010 se logró la despenalización de la venta ambulante después de muchas luchas. “En los últimos años se ha producido la repenalización del top manta. El modelo de ordenación del espacio público no debe gestionar a través del código penal”, ha asegurado.  

Tras un aplauso colectivo de todos los que se han concentrado este sábado para apoyar a los vendedores, los periodistas y los curiosos empiezan a retirarse. Las mantas siguen ahí, ofreciendo al turista barcelonés bambas, gafas y bolsos de todo tipo. “Twenty – five euros”, exclama un vendedor a unas chicas que pasan por la Rambla. ¿Un precio alto? Depende de cómo se mire. 

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