La existencia de bandas latinas en Madrid no es aún un problema grave, pero sin duda es preocupante. Con una tasa de paro juvenil en la capital que alcanza el 44,32% en menores de 25 años, y que supera esa cifra en los distritos más desfavorecidos —donde viven la mayoría de los inmigrantes—, la muerte de un menor de 15 años y las heridas de gravedad en otro joven de 18 tras un enfrentamiento entre bandas latinas la noche del pasado sábado ha puesto sobre la mesa un problema enquistado y que no se ha conseguido erradicar.
El asesinato se produjo en pleno centro de la capital, una de las áreas más vigiladas de Madrid. Las autoridades, con la delegada del Gobierno, Concepción Dancausa, a la cabeza, han llamado a la calma y han asegurado que Madrid es una ciudad tranquila. La alcaldesa, Manuela Carmena, quiere abrir un proceso de diálogo a través de mediadores de la Policía Municipal.
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La experiencia de los últimos años ha demostrado que la actuación policial frente a estas organizaciones juveniles violentas y delictivas no ha servido. Desde 2004, cuando se creó el grupo de bandas latinas, se han registrado 11 homicidios relacionados de una u otra manera con ellas. Y son innumerables las revueltas y agresiones en las que han participado.

Es necesario, por tanto, afrontar este problema con firmeza y acabar con unas asociaciones que se nutren de jóvenes de entre 14 y 16 años a los que solo ofrecen violencia, robos y peleas. Firmeza, sin embargo, no significa simplemente centrarse solo en la actuación policial. Todas las Administraciones deben elaborar un plan conjunto y actuar de manera coordinada para buscar salidas laborales, escolares, de formación y de ocio a unos jóvenes que han convertido su pertenencia a este tipo de bandas en una tabla de salvación para paliar su marginación y sus carencias. No hay otra solución.