La victoria de los ocho halcones

El Mundo, PABLO R. SUANZES BRUSELAS CORRESPONSAL, 09-03-2016

En mayo de 2015 la Comisión Europea hizo su primera propuesta para reubicar a 40.000 personas llegadas a Grecia e Italia y dar asilo a 20.000 más que esperaban en sitios problemáticos de todo el mundo. En septiembre se elevó la cifra a 160.000. A día de hoy, apenas 885 han encontrado un nuevo hogar y Europa es un caos. Grecia está al borde del colapso, Schengen en peligro, hay siete países con controles en las fronteras y los jefes de Estado y de Gobierno han externalizado a Turquía el cuidado de los que huyen de la guerra. Los halcones, los más duros en todo el debate migratorio, han acabado imponiendo su mensaje.

MARK RUTTE. Holanda ostenta la presidencia temporal de la UE este semestre y su primer ministro, Mark Rutte, está usando su silla en las reuniones importantes para tratar de hacer valer su visión. Holanda es partidaria de la integración de los refugiados, y aceptó 43.035 solicitudes de asilo en 2015, el doble que el año anterior. Pero a Rutte le gusta el orden y la eficacia. Su tesis es que los que llegan de Turquía a Grecia no son técnicamente refugiados, o al menos que no huyen de la guerra, porque en sus campos no hay bombardeos, así que en la práctica es como si fueran inmigrantes que buscan una mejora económica en Europa. Y por eso deberían quedarse allí y, si piden asilo, ser reubicados a otros países directamente, pero eligiendo las capitales casi a la carta. El domingo cenó con Merkel y Davutoglu, y de ese encuentro salió la base del acuerdo que firmó la UE.

ROBERT FICO. Se convirtió en premier de Eslovaquia en 2006, volvió a ser elegido en 2012 y el sábado ganó otras elecciones, aunque perdiendo la mayoría. Fico, técnicamente un socialdemócrata, conjuga ideas de izquierda con un mensaje feroz contra la inmigración. Durante meses sus frases lapidarias han desafiado a la UE: «No voy a permitir que venga un solo musulmán impuesto en las cuotas de refugiados», «no queremos musulmanes» o «Grecia se va a convertir en un hotspot gigante». Su partido se ha presentado en los comicios con el lema «Protegemos Eslovaquia», un país que en 2015 tuvo apenas 270 solicitudes de asilo (Hungría por ejemplo 174.435 ) y concedió menos de una decena. Fico ha llevado al Tribunal de Justicia de Luxemburgo el sistema de cuotas, que fue aprobado por una mayoría de países en el Consejo Europeo y fue uno de los más duros contra Grecia durante toda la negociación de 2015. Eslovaquia tendrá la presidencia de la UE en el segundo semestre de 2016.

VIKTOR ORBAN. El premier húngaro se convirtió a mediados de 2015 en una de las figuras más polémicas de Europa. Su mensaje era muy claro: «Los países tienen el derecho de tener a muchos musulmanes si así lo quieren. Nosotros no queremos y estamos en nuestro derecho». Cuando el buen tiempo disparó las llegadas de demandantes de asilo desde Turquía a Grecia, y desde allí, a pie, hacia el resto de Europa, la respuesta húngara fue levantar un muro y, en verano, bloquear a decenas de miles de personas, con imágenes dantescas, para meter presión a la UE. El mantra, que no ha cambiado un ápice desde entonces, es prístino: «No vengan a Europa». Sin matices. «Nuestra obligación moral es dejarles claro que no deben venir, que es peligroso venir, que no podemos garantizar que vayan a ser aceptados. Turquía es un país seguro, quédense allí, es mejor para su familia, sus hijos, no vengan aquí». En estos meses ha logrado una coalición con sus socios regionales, desafiando abiertamente a Merkel. Y el lunes presumió de estar vetando la negociación para quedar al margen y no tener que acoger a ningún llegado a Turquía.

JOHANNA MIKL-LEITNER. La ministra austriaca de Interior se ha convertido en lo que llevamos de 2016 en la voz más dura contra Grecia. Lo advirtió recientemente en un Consejo Europeo de ministros: «Si no podemos proteger la frontera externa de la UE, la frontera greco-turca, entonces la frontera externa Schengen tendrá que moverse hacia el centro de Europa». Una declaración agresiva que durante semanas se repitió de forma insistente en cada foro público, hasta el punto de que a finales de febrero Tsipras decidió llamar a consultas a su embajador en Viena, harto de las críticas y desprecios. Austria ha liderado la posición dura, convocando reuniones de todos los países afectados por la ruta a pie de los Balcanes, salvo Grecia. Mikl-Leitner ha lanzado una campaña en autobuses y calles de Kabul para disuadir a los afganos, para decirles que no tienen sitio en Austria. Ha implantado controles fronterizos, una valla de cuatro kilómetros junto a Eslovaquia y un límite de 80 solicitudes de asilo al día que la propia Comisión ha denunciado por ilegal.

THERESA MAY. Reino Unido, por su particular cabida en la UE, tiene la opción de quedar al margen en temas de Interior y Refugiados. No participa del sistema de cuotas para distribuir refugiados ni es parte de Schengen. Eso no impidió que su Ministra de Interior, Theresa May, se haya erigido en una de las más claras e insistentes contra las políticas de aceptación de demandantes de asilo. «Cuando la inmigración es demasiado alta, cuando el ritmo de cambio es demasiado rápido, es imposible construir una sociedad cohesionada», advirtió en octubre. O por ejemplo: «Hay gran diferencia entre una familia de sirios que huye de Asad y un estudiante que solicita asilo cuando se queda sin crédito en la tarjeta». May ha sido muy crítica, pidiendo contundencia y mano dura, condicionando las decisiones de los Consejos de Ministros europeos.

MILOS ZEMAN. El llamado Grupo de Visegrado ha sido el más activo contra las estrategias de la Comisión Europea para el reparto de refugiados. República Checa, Eslovaquia, Polonia y Hungría han hecho piña casi siempre, paralizando e incluso bloqueando algunos consejos por el tema migratorio. El presidente checo, Milos Zeman, ha repetido en incontables ocasiones que la «invasión» debe ser frenada. En Navidad usó algunas de las expresiones más agresivas, cuando señaló que «nos enfrentamos a una invasión organizada y no a un movimiento espontáneo de refugiados. Una gran mayoría de los inmigrantes ilegales son hombres jóvenes, con buena salud, solteros. Me pregunto por qué estos hombres no están cogiendo las armas para luchar por la libertad de sus países y contra el IS. Zeman cree que «la integración es imposible», que estamos ante «un plan de los Hermanos Musulmanes financiado por diferentes países» para traer el caos a Europa y que los llegados quieren «implantar la sharia».

JAROSLAW KACZYNSKI. Es el hombre fuerte de Polonia. Formalmente sólo un diputado raso, el líder del Partido Ley y Justicia es el que maneja los hilos. La mayoría de los ciudadanos cree que el Gobierno polaco es él, y no la primera ministra Beata Szydło o el presidente Andrzej Duda. Durante la campaña electoral, Kaczynski se movió siempre en terreno delicado. «Ya hay signos de emergencia por enfermedades muy peligrosas que no han sido vistas en Europa en mucho tiempo: cólera, disentería y otras muchas», así como los «parásitos y protozoos que llegan en los cuerpos de esa gente y que pueden ser peligrosos», en referencia a los refugiados. Kaczynski cree que estamos ante una ola incontrolable, que los refugiados quieren imponer la sharia y que «usan las iglesias como urinarios». La propuesta de su partido es clara: «Creemos que hay que ayudar, pero de forma segura. Es decir: con dinero», pero no acogiendo a nadie en su territorio.

LARS LOKKE RASMUSSEN. Ha sorprendido a muchos de sus colegas en las Cumbres europeas por su posición en el tema de inmigración y refugiados. Dinamarca, con apenas 5,6 millones de habitantes, procesó en 2015 nada menos que 20.825 solicitudes de asilo (España, con 47 millones de ciudadanos, apenas 14.535. Eso llevó a Rasmussen a impulsar una legislación para requisar las propiedades de los demandantes de asilo, tanto bienes como efectivo si el valor supera las 3.000 coronas danesas (en torno a 400 euros) e instaurar controles en las fronteras interiores de la Unión Europea. «Las medidas consisten básicamente en que en una sociedad como la de Dinamarca, donde hay derechos universales, uno tiene que arreglárselas por sí mismo como base, y si no puede, pues recibe ayuda».

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