La UE expulsará a Turquía a los refugiados que lleguen a Grecia

A cambio, Ankara obtendrá una ayuda de 6.000 millones de euros, la supresión de visados para sus ciudadanos y que se acelere la negociación para su futura adhesión a la Unión El presidente del Consejo, Donald Tusk, proclama: «Los días de la inmigración irregular hacia Europa se han acabado»

El Mundo, , 08-03-2016

La gran partida de cartas que desde hace medio año juegan Turquía y la UE tuvo su penúltima mano ayer en Bruselas. Bien pasada la medianoche, y tras más de 15 horas de reuniones, los jefes de Estado y de Gobierno de los 28 acordaron con el primer ministro Ahmet Davutoglu algo sin precedentes y con una base legal muy cuestionable, devolver a Turquía a todos los «migrantes irregulares», tanto los «económicos» como los refugiados, incluidos los sirios.

Anoche, la cumbre no se saldó con unas «conclusiones», sino con una «declaración» que recoge los acuerdos esenciales. Los detalles serán perfilados en los próximos días, antes del siguiente Consejo Europeo. Pero las líneas generales son claras: expulsión de todos los que llegan a cambio de hasta 3.000 millones de euros adicionales para Ankara, acelerar la supresión de visado para los turcos que viajen a Europa y acelerar la negociación de cara a su potencial entrada en la Unión.

PABLO R. SUANZES

BRUSELAS

CORRESPONSAL

Europa ha bailado durante semanas al compás que marca Erdogan. A punto de romperse por la crisis de los refugiados, estaba dispuesta a ofrecer más y a soportar los desafíos abiertos, e incluso las faltas de respeto como las vividas ayer, con el presidente atacando desde Estambul mientras su primer ministro exponía el pliego de condiciones en el corazón del continente. Pero lograr la unanimidad fue tremendamente complicado. Los líderes de los Veintiocho y de las principales instituciones comunitarias querían garantías muy claras y dejar perfectamente marcados los límites y condiciones para que no haya sorpresas.

Ayer, la Cumbre empezó temprano y en pocos minutos toda la planificación del equipo del presidente del Consejo, Donald Tusk, se vino abajo. El ex primer ministro polaco pasó la semana pasada en ruta, viajando desde Viena a Estambul, pasando por Eslovenia, Praga y Atenas. Visitó la Ruta de los Balcanes que recorren los refugiados a pie. Y volvió a Bruselas con un borrador de documento bajo el brazo. Sin embargo, el domingo por la noche Davutoglu cenó con la canciller alemana, Angela Merkel, y el primer ministro holandés, Mark Rutte, quien ostenta la presidencia de turno de la UE este semestre. Y de esa reunión, la importante, salió un segundo documento.

Merkel juró y perjuró ante la prensa que el papel no era suyo, sino turco, pero lo calificó de «salto cualitativo positivo», y la sensación entre sus socios es que su mano estaba detrás. La canciller necesitaba algo concreto antes de las elecciones regionales del fin de semana, y lo consiguió.

El equipo de Tusk estaba visiblemente incómodo. En un instante toda la planificación saltó por los aires. Sobre la mesa, dos documentos y 28 equipos tratando de combinarlos. Y una idea extremadamente polémica y legalmente cuestionable: devolver a todos los que llegan a las islas griegas de nuevo a Turquía, independientemente de si son demandantes de asilo o los llamados emigrantes económicos, que no tienen derecho legal a quedarse por no huir de la guerra ni estar en peligro su vida en sus países.

La ley internacional, con la Convención de Ginebra, estipula que quien llega a un territorio puede pedir asilo, y no puede ser expulsado o deportado hasta que se resuelva su expediente. Pero la postura de los halcones europeos, esbozada desde hace meses, es que como Turquía es un país seguro y allí no hay guerra, técnicamente podrían ser devueltos aprovechando los acuerdos bilaterales entre países, incluyendo Grecia y Turquía. La semana pasada Erdogan aceptó la devolución de 308 personas, pero que no tenían derecho a asilo. Esto firmado ahora es un salto dramático que lleva semanas tratando de gestarse, pero que aún no ha logrado cerrarse del todo por no disponer de una fórmula legal lo suficientemente sólida.

El equipo de Tusk creía de hecho que es ir demasiado lejos, pero se apuntaron rápidamente al tren de la la idea turca. Davutoglu está dispuesto a que se devuelva de forma automática a inmigrantes y a refugiados, incluso a los sirios, pero con dos condiciones. Primero que por cada persona que vuelva al país, los Estados Miembros de la UE reubicarán directamente desde Turquía a un refugiado sirio con derecho a asilo. Uno por uno, sin excusas, y pagando el coste la propia UE.

La segunda, crítica, es que no sea con efecto retroactivo. Es decir, que tal y como pone el documento, a partir de la entrada en vigor la UE podrá devolver inmediatamente a los que traten de llegar de forma irregular a Grecia, pero no a los que a día de hoy ya están allí. Para asegurarse de eso, Turquía exige que se «evacúen» las islas griegas, y que todos los refugiados que están ahora mismo en los centros de acogida o registro de datos sean llevados a otro lado. Así Alexis Tsipras no podrá colar a nadie ya alojado cuando se aplique el pacto.

Las propuestas de ayer eran demasiado vagas en demasiados términos y según reconocían en el Consejo Europeo, había que «pulir y trasladar» a lenguaje comunitario muchas de las expresiones de los turcos. Como por ejemplo la referencia a un establecimiento de algún tipo de corredor humanitario para los sirios, pero sin aclarar cómo se logran zonas seguras en territorio en guerra, si con medios diplomáticos o militares, si con zonas de exclusión área o tropas sobre el terreno.

Al borde de las 22.00 los rumores se multiplicaban. Las delegaciones asumían que de esta cita saldría sólo un acuerdo genérico y que los detalles técnicos se concretarían durante los próximos 10 días y se cerrarán en la próxima Cumbre, prevista para el 17 de este mismo mes. Y así fue.

Es mucho dinero, mucha logística y la confianza entre todas las partes está en mínimos. En noviembre ya se dio el visto bueno a un fondo de 3.000 millones para los refugiados que están en Turquía, pero el dinero para proyectos concretos (canalizado a través de ONGs y vigilado por la Comisión) no acaba de llegar. Hasta el punto de que el presidente Erdogan recriminó en un tono que pocos comprendían ayer en Bruselas lo lento del proceso.

«Dijeron: Os vamos a dar 3.000 millones de euros. Han pasado cuatro meses y no nos han dado nada», indicó el jefe del Estado a los medios locales durante un congreso de un sindicato en Ankara en declaraciones recogidas por Efe. «El primer ministro está allí. Espero que regrese con el dinero», insistió el presidente.

Y en documento consensuado anoche en efecto recoge el compromiso de «acelerar el desembolso» mediante la «financiación de una primera tanda de proyectos antes de finales de marzo».

Los próximos pasos no son sencillos. Chipre, por ejemplo, bloquea cualquier paso en la negociación de la futura adhesión, al menos hasta que el contencioso sobre la parte Este de la isla se resuelva. Y por eso uno de los primeros encuentros bilaterales del presidente Tusk fue con su colega chipriota.

Por otra parte, Ankara no se pondrá en serio a combatir las mafias hasta no tener dinero y quiere una presencia mucho mayor de la OTAN, que es su forma de protegerse frente a la intervención rusa en la región. Y Grecia no puede hacer frente a toda la situación si la ruta terrestre está cerrada y se acumulan decenas de miles de personas en la frontera con Macedonia.

Buena parte de la discusión ayer tuvo que ver precisamente sobre esa Ruta de los Balcanes, que el borrador sobre el que trabajaban los líderes ayer por la mañana daban por «cerrada». Pero, ¿si se cierra esa ruta, qué pasará? Italia teme que los barcos vuelvan a llegar de forma masiva a sus costas. E incluso España, según fuentes diplomáticas, teme que cualquier acción para cortar el camino por el Este genere una nueva ronda de llegadas en el Mediterráneo occidental.

Sobre derechos civiles, una triste y solitaria frase en el papel: los líderes «discutieron la situación de los medios de comunciación en Turquía». Y nada más.

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