Desde este lado de la muralla
Deia, , 08-03-2016INDignados, tristes, incluso avergonzados. Una vez más, hemos comprobado con pesar la diferente consideración que desde Europa tenemos para unas personas u otras, contradiciendo la igualdad de la que hacemos gala en una declaración de los derechos humanos de la que nos consideramos los máximos representantes.
En este espacio Schengen en el que estamos inmersos no sólo hay muros físicos, también hay muros legales que abren la muralla al dinero, a los turistas, a los adinerados, pero que cierran la muralla a los sencillos, sean estos refugiados, personas empobrecidas o, como en el caso que ahora comentamos, personas que tan sólo tenían intención de venir a nuestra tierra para agradecernos en persona lo mucho que, a su entender, hemos compartido con ellos desde hace años.
Desde Misiones Diocesanas y desde varias Fundaciones que colaboramos con la República Democrática del Congo habíamos invitado a cuatro personas congoleñas, agentes de pastoral y de desarrollo en Mufunga, provincia de Katanga. Enmarcado en el programa Voces del Sur, estas cuatro personas nos iban a transmitir sus testimonios, sus vivencias, en colegios, parroquias, medios de comunicación. La solicitud de los visados comprendía una estancia que iba desde el 24 de febrero hasta el 20 de marzo.
Pero Europa les ha denegado el visado. Desde la mentalidad de los responsables de Asuntos Exteriores europeos, la gente sencilla no puede decir cosas interesantes que merezcan ser escuchadas. No se han creído los motivos para su venida reflejados en las cartas de invitación.
Habiendo cumplimentado todos los trámites que les solicitaban, les han ido pidiendo más y más pruebas para demostrar su arriago en la República Democrática del Congo y su solvencia económica. En concreto les pidieron sus tres últimas nóminas, los títulos de propiedad de sus casas, los movimientos de sus cuentas corrientes. Y esto no lo han podido entregar puesto que aunque en su caso tengan casas, éstas no están escrituradas; y porque sólo uno de ellos es titular de una cuenta corriente. Y aunque casi todos tienen un sueldo mensual, no tienen nóminas tal y como las entendemos en Europa.
Consecuencia: sus voces son acalladas, los sinvoz no pueden hablar, las leyes de inmigración protegen nuestras fronteras para que la gente no venga a quedarse en este paraíso occidental.
¿Con qué cara nos presentaremos ante Timothée, Celestine, Marie Claire y Damase la próxima vez que vayamos de nuevo a su país con un visado expedido sin demasiadas dificultades? Nos acogerán como siempre, con su generosidad sin límites. Algo que no hemos podido hacer nosotros en esta ocasión, ni creo que podamos hacer en un futuro próximo. ¿Hacia dónde vamos con esta Europa cada vez más deshumanizada, desorganizada e injusta?
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