Las costuras de Europa
‘Brexit’, refugiados, populismo y crisis económica: la UE afronta una ‘tormenta perfecta’ que amenaza con dinamitar sus cimientos El referéndum británico puede romperla por primera vez en la Historia
El Mundo, , 06-03-2016El año 2016 puede ser recordado como uno de los más duros en la historia de la integración europea. La crisis griega de 2015 rompió algo en la UE. En los mecanismos de comunicación, en el liderazgo alemán, en la confianza entre los socios. Quebró el orden establecido, según el cual los países más pequeños se preocupaban de sus asuntos y dejaban a los grandes los temas principales. Esos cinco meses y medio de tensiones desmontaron esa idea whig de una Europa cada vez e inevitablemente más grande, más fuerte y unida.
Cuando en julio Wolfgang Schäuble puso blanco sobre negro la posibilidad de que Atenas saliera del euro, por las buenas o por las malas, todos fueron conscientes en la UE de que la irreversibilidad es sólo un mito, un deseo más que una certeza. Y de que eso tendría consecuencias. Aquellas heridas debilitaron Europa y las cicatrices escuecen todavía.
Hay veces que las crisis son una oportunidad, y hay veces que las crisis son sólo crisis. Ahora la UE afronta al menos media docena de ellas, todas juntas: Brexit, refugiados, Schengen, populismos y nacionalismos en auge, terrorismo y seguridad interior y una muy débil recuperación económica. Una tormenta casi perfecta que amenaza con llevarse por delante décadas de integración.
Los problemas se multiplican y Bruselas transmite impotencia. Tiene ideas, pero no logra ser escuchada y en las capitales de los Veintiocho consideran que la Comisión se extralimita e intenta asumir un papel que aún no están preparados para concederle. «Juncker no tiene legitimidad de origen ni democrática para imponer solidaridad o determinar el modelo productivo o de bienestar, y tampoco funciona la legitimidad de la institución intergubernamental, el Consejo. Al final, el reparto competencial que recogen los Tratados va más allá de una cuestión jurídica, refleja una realidad fundamental: los ciudadanos no aceptan que la UE haga más de lo que tiene asignado hacer», explica Ignacio Molina, investigador principal para Europa del Real Instituto Elcano.
¿Muestra esta impotencia palpable que se ha tocado techo? «Durante la crisis del euro los líderes demostraron estar listos para lanzar acciones radicales. Aunque parezca que los países no encuentran una salida para la crisis de refugiados o el resto de problemas, si llega un punto crítico hallarán la solución», pronostica más optimista Zsolt Darvas, investigador del Bruegel Institute en Bruselas. A finales de junio Reino Unido celebrará un referéndum sobre su permanencia, y si la mayoría de los ciudadanos opta por el no, la UE se romperá por primera vez en la Historia. Y nadie sabe cómo se hace, cuánto se tardaría ni qué efectos puede tener. Nadie sabe cómo será una UE sin Reino Unido, pero el consenso en Bruselas es que sería más débil, más pobre y mucho menos influyente. El propio Schaüble dijo esta semana que «lloraría» si ocurriera.
La UE se enfrenta a una crisis política inmensa. Durante ocho años de recesión y rescates, la economía marcó la agenda. El Eurogrupo, con poderes que nadie hubiera podido imaginar, se encargó de marcar el ritmo. De crear instituciones nuevas, fondos de rescate. De avanzar en la Unión Bancaria y monetaria. La crisis de deuda que destrozó a los países del sur sirvió como motor político artificial. Pero esos tiempos han pasado. Ahora toca volver a los fundamentos, y no está siendo fácil.
Esa falta de guía se ha notado a todos los niveles. Europa no tiene el mismo atractivo (lo reconocía el presidente serbio hace días) y surgen fuerzas euroescépticas, eurófobas y populistas de norte a sur y Este a Oeste. «¿Puede esto ser el principio del final de la UE? La historia de la Unión siempre ha sido cíclica, su evolución lo es. Cada crisis, desde la del petróleo de 1973, se resolvió, la UE la convirtió en impulso. En vez de hablar de rotura habría que preguntar cuál es la naturaleza de estas crisis y si tenemos voluntad para reconvertirla», afirma Ania Skrzypek, miembro de FEPS en Bruselas.
Las amenazas vienen también de fuera. Las que más asustan tienen que ver con el terrorismo. Pero sin duda la peor crisis es la de refugiados, que ha puesto el espacio de libre circulación, Schengen, al borde del precipicio. La negociación con Grecia fue salvaje. Pero se resolvió con dinero. La crisis de refugiados afecta a millones que huyen de la guerra o el IS. Afecta a la soberanía nacional, a las fronteras. «Hasta ahora las crisis en la UE podrían hacer daño pero eran una oportunidad de avanzar en la integración. Ahora, por primera vez pueden llevar a una desintegración. Incluso desde un punto de vista psicológico Europa ya no parece la solución sino el problema. Y eso es nuevo. Normalmente las crisis en Europa no venían a la vez y eran o internas o externas, y ahora hablamos de ambas. Desde la Guerra Fría la UE era la solucionadora de problemas. Si había crisis era porque un país no había hecho sus deberes o era demasiado débil en solitario. Y ahora muchos lo ven al revés», advierte Vivien Pertusot, analista del Institut Français des Relations Internationales.
«Por terrible que parezca, no estamos en el punto más crítico. Está empeorando la situación, sería terrible el colapso de Schengen, pero incluso si eso pasara no tendría un efecto devastador, no sería el final del euro o la UE», insiste Darvas.
Pero si cae Schengen. Si Grecia queda aislada. Si los demandantes de asilo pasan de 1,2 millones en 2015 a más de dos millones en 2016. Si España es incapaz de formar Gobierno y vuelve la inestabilidad. Si se consolidan fuerzas populistas o extremistas en Suecia, Francia, Holanda, Alemania o Dinamarca. Si el nacionalismo se enquista en Polonia, Eslovaquia o la República Checa. Si Reino Unido se va con un portazo. Si un nuevo atentado empuja a más países a optar por el aislacionismo y el proteccionismo, el resultado puede ser catastrófico. Europa es fuerte y tiene recursos, pero sus costuras están a prueba y nadie tiene claro que la arquitectura pueda resistir. La UE es como las hadas: si dejamos de creer en ella, se muere.
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