José Antonio Reina: «Cuando les rescatas lo agradecen con un beso o tocándose el corazón»

Apodado 'Onio', es bombero y sevillano. Su grupo de rescate opera en la isla de Lesbos desde noviembre y salva vidas cada día

Diario Vasco, B.CAMPUZANO / M.MANGAS, 07-03-2016

Cambiaron sus parques de bomberos en España por un improvisado equipo de salvamento en Lesbos. «Faltaban manos en el agua». En los cuatro meses que Proemaid lleva en la isla, sus voluntarios han rescatado centenares de embarcaciones, han vestido con ropa seca a miles de refugiados y no han dudado en ponerse una nariz de payaso para calmar la angustia de los niños. Algunos los consideran héroes vestidos de naranja. Otros los acusan de tráfico de personas. Pero ellos tienen clara su obligación: evitar que personas mueran en el Egeo. Los de Proemaid nos acogen en su casa, al sur de la isla, cerca de Mitilene. Están de celebración. Es el cumpleaños de Ángela, una de sus compañeras. «Si no fuera por estos ratos esto sería durísimo», nos comenta José Antonio Reina, el presidente de la asociación, a quien todos conocen como ‘Onio’.

- Lesbos está a cuatro mil kilómetros de España, ¿cómo así por aquí?

- Desde nuestras casas vimos que existía un problema aquí en la isla y creímos que hacían falta más manos en el agua. En tierra ya había organizaciones y gente independiente prestando ayuda. Teniendo en cuenta que somos bomberos y personal sanitario, pensamos que éramos necesarios en el mar. Y, nos pusimos manos a la obra.

- ¿Cuál es su labor principal?

- Hacemos rescates en el agua, asistimos. Damos seguridad y ayudamos en todo lo que se necesite.

- Llegan a todo. ¿Cómo se organizan?

- Hacemos lo que podemos… Nunca estamos más de quince días seguidos en la isla, por nuestra propia salud mental. Formamos equipos de seis voluntarios y rotamos. De España a Lesbos y de Lesbos a España. Una vez aquí nos dividimos en grupos de tres y estamos de guardia durante 24 horas, aunque a veces se alarga. Hemos montado un parque de bomberos.

- En el mar todavía no se han levantado muros pero hay otros límites legales que acatar…

Corren el riesgo de perderse en el mar, de morirse de frío o de que les aborde un ferri»

- Sí, claro, y hay que tenerlos muy presentes. El primero y el más importante es la frontera. Está a unos nueve kilómetros de la parte sureste de la isla. No es un muro pero es una línea imaginaria entre Turquía y Grecia y cruzarla es peligroso. Cuando llegamos a la isla nos presentamos ante las autoridades para explicarles lo que veníamos a hacer y nos advirtieron de que no nos ayudarían si nos metíamos en aguas turcas.

- Y, además de respetar ese límite, ¿qué otros requisitos hay que cumplir para poder colaborar en el mar?

- No lo puede hacer cualquiera que tenga una embarcación. Las autoridades piden que seamos profesionales de la emergencia, bomberos o personal sanitario y con formación en el agua. Además, en nuestro caso, se nos exige que seamos funcionarios de la Administración Pública.

- Hay muchos grupos colaborando en los rescates y facilitando el desembarco de los ‘dinghy’, los botes en los que llegan los refugiados. Están los daneses, los alemanes, los suecos o la gente de la isla, entre otros. ¿Cómo es la relación entre todos?

- La relación fluctúa dependiendo de quién esté de guardia en ese momento. Hay quienes comparten lo que hacemos, quienes nos felicitan por nuestro trabajo y quienes no. A veces incluso se interponen.

Nunca estamos más de dos semanas en la isla, por nuestra propia salud mental»

- ¿Y con Frontex y con los guardacostas griegos?

- Sucede lo mismo. Meses atrás, el operativo que estaba montado era escaso para la afluencia de embarcaciones que llegaban y entonces estábamos en contacto permanente con los guardacostas. Cada vez que veíamos una embarcación en peligro les avisábamos y ellos, en función del trabajo que tenían, nos mandaban actuar en consecuencia o iban ellos. A veces, cuando han estado desbordados nos han llamado y facilitado la ubicación de la embarcación para que fuésemos a rescatarles.

- En enero tuvieron un susto. Detuvieron a tres de sus compañeros por presunto tráfico de personas. ¿Ha cambiado esa relación desde entonces?

- Sí, desde que tuvimos el problema ha aumentado la presencia tanto de la policía griega, como de agrupaciones con carácter oficial en territorio heleno y de Frontex.

- Pero, ¿qué pasó exactamente?

- Nuestra embarcación ha tenido muchos problemas, de hecho ahora no la podemos utilizar. Un día sí un día no, nos falla. El día que detuvieron a nuestros compañeros, la embarcación estaba averiada en el puerto y no pudimos salir. Pero, a los daneses del grupo de rescate ‘Team Humanity’ les avisaron de que había un bote y les pidieron ayuda. Querían que mis compañeros les acompañasen a salvar el bote. Y fueron. Todos tenemos la obligación moral, ética y profesional de hacerlo. Pero el problema en esa ocasión fue que las autoridades interceptaron la embarcación danesa y mis compañeros estaban ahí…

- Pero, ¿era la primera vez que acudían juntos a un rescate?

- No, lo habíamos hecho otras veces. De hecho, justo el día anterior a la detención, mis compañeros también salieron a buscar una embarcación con los daneses, pero no la encontraron a la primera. Horas más tarde, volvieron a salir y, entonces, la vieron. Llevaban seis o siete horas a la deriva, con mucho frío, con hipotermia y el riesgo por muerte era muy alto. Avisaron a los guardacostas griegos y estos les dijeron que esperaran. Y esperaron. Pero tardaron y tras llamarles repetidas veces y obtener siempre la misma respuesta, decidieron actuar. Como profesionales de la emergencia a veces tenemos que decidir en función del panorama que tenemos delante. Y los compañeros, viendo las bajas temperaturas de los cuerpos, decidieron llevarlos a puerto.

- Y, ese día, ¿cómo actuaron los guardacostas?

- Aparecieron y les recriminaron el no haber esperado. Se identificaron, presentaron la documentación y no tuvieron más problemas. Incluso algunos médicos de los guardacostas griegos les dijeron que habían hecho bien, que habían salvado a dos niños que hubiesen muerto de haber tardado quince minutos más.

- Muchas veces los que cruzan el estrecho de Mitilene llegan empapados y desorientados. ¿Cuál es el episodio que más le ha marcado?

- El de la noche del día 1 a 2 de enero. La temperatura era de seis grados bajo cero y el mar estaba picado. Llegaron 17 o 18 embarcaciones, cada una con 50 personas y todas ellas caladas. ¿Te imaginas cruzar el Egeo a esa temperatura y con viento? Esa noche se dio una situación peculiar, porque en una de las embarcaciones venían todos muy asustados y cuando el bote tocó tierra todos quisieron bajar a la vez y se amontonaron. Muchas personas cayeron encima de un niño y quedó en estado grave. A otra mujer le partieron la pierna. Y a otra la cadera.

- Unos pierden la vida intentando cruzar, otros tardan menos de dos horas en hacerlo. ¿De qué depende?

- Del tiempo, de la climatología. Si el viento está a su favor tardan dos horas o dos horas y media. Pero no solo cuenta el viento. Por ejemplo, si se les para el motor y tienen la suerte de que algún grupo de rescate los encuentre antes de que salgan al mar abierto, habrán triunfado. De no ser así, se perderán en el mar, les abordará un ferri o se morirán de frío.

- Aunque lleguen asustados, muchas veces tienen gestos de agradecimiento.

- Hay de todo. Si tienen fuerza para agradecértelo, te lo agradecen. Te dan un beso, te dan la mano, se tocan el corazón o te asienten. Y no hace falta nada más.

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