«No vengáis a Europa»

Tusk advierte a los «inmigrantes ilegales económicos» de que arriesgar su vida para entrar en la UE no sirve de nada Macron amenaza con dejar que los ‘sin papeles’ crucen hacia Reino Unido si hay ‘Brexit’

El Mundo, PABLO R. SUANZES DANIEL PUCHOL BRUSELAS PARÍS, 04-03-2016

«No vengáis a Europa». El mensaje del presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, resonó ayer con fuerza en Atenas. En una parada del viaje que le ha llevado a Viena, Ljubljana, Zagreb y Skopje y que termina en Estambul –para preparar con Recep Tayyip Erdogan y Ahmet Davutoglu la cumbre del próximo lunes entre la UE y Turquía–, al ex premier polaco fue más claro que nunca.

«Apelo a todos los potenciales inmigrantes ilegales económicos, sin importar de dónde sean: no vengáis a Europa. No creáis a los traficantes de personas. No arriesguéis vuestras vidas y vuestro dinero. No sirve de nada. Ni Grecia ni ningún otro país europeo seguirán siendo países de tránsito. Las reglas de Schengen volverán a ser aplicadas». Una frase lo suficientemente ambigua para que no pueda afirmarse que el Consejo pide a los refugiados que no vengan a Europa, y lo suficientemente clara para que todo el mundo sepa qué es eso lo que está diciendo entre líneas.

La primera parte, la referencia a los llamados «emigrantes económicos», no es ninguna novedad. Lo dicen las resoluciones de todos los Consejos Europeos del último año: los refugiados que huyan de la guerra o del Estado Islámico pueden pedir asilo en Europa. Los que vengan de países pobres para intentar prosperar, no. Aunque compartan las mismas rutas y tengan los mismos recursos o menos.

Lo importante del mensaje de Tusk es lo menos evidente. Cuando dice que Grecia no «seguirá siendo país de tránsito» lo que está diciendo es que los refugiados que aspiren a lograr asilo en Alemania o en Suecia, que son la mayoría, deben buscar otra ruta, porque no van a poder seguir pasando. Hasta ahora, el Gobierno de Alexis Tsipras, desbordado por la llegada de miles de personas cada día a las islas frente a la costa turca, miraba para otro lado. Incapaz de gestionar tal demanda, permitía la salida a pie de decenas de miles de personas, que cruzaban Macedonia y los Balcanes antes de volver a tocar territorio Schengen.

La protesta, la presión y las amenazas han sido constantes. De Hungría, Eslovaquia y de Austria sobre todo. Levantando muros, avisando de que las fronteras exteriores de la UE se desplazarán al oeste dejando aislado al país o, la más reciente, del socialdemócrata eslovaco Robert Fico, en campaña electoral, de que «Grecia será un hotspot gigante».

Gracias a la ayuda de la Comisión Europea y de Frontex, los centros de control griegos funcionan a más del 80% de su capacidad ahora, y pueden gestionar miles de llegadas al día. Pero no el alojamiento. El cierre de la frontera de Macedonia, bendecido por el bloque más duro de la UE, ha tenido consecuencias devastadoras. Hay miles de personas atrapadas, durmiendo al raso. Sin tiendas de campaña, mantas y los servicios básicos sanitarios.

En 24 horas, las autoridades macedonias han aceptado a menos de 500 refugiados, rechazando los certificados electrónicos expedidos por Grecia, según Efe. El tapón en la localidad de Idomeni deja imágenes desoladoras y una situación crítica. «Grecia no se va a convertir de ningún modo en un campo de almas perdidas», prometía Tusk a unos cientos de kilómetros, cuando es exactamente lo que está sucediendo.

Todas las opciones están abiertas de cara a la cumbre que el próximo lunes juntará en Bruselas a los jefes de Estado y de Gobierno de la UE y al primer ministro turco. Un acuerdo ya se firmó hace meses, pero en la práctica se ha hecho muy poco.

Ahora mismo, Macedonia sólo baraja dejar pasar a sirios e iraquíes, pero el acuerdo que se perfila de cara al lunes baraja, según fuentes diplomáticas, que a Grecia sólo lleguen refugiados sirios, y que el resto de nacionalidades sean devueltos de forma sistemática a Turquía. Ankara, sin prisas, viene a seguir perfilando los detalles del acuerdo y a presionar para avanzar en la supresión de visados para sus ciudadanos que quieran visitar Europa.

Mientras, al otro lado del continente, la situación tampoco se relaja. El desmantelamiento del campamento de Calais ha generado tensiones entre Francia y sus vecinos. Por un lado, los belgas, dispuestos a impedir a cualquier precio la llegada de inmigrantes a su costa. Por otro lado, en Reino Unido. Por eso ayer François Hollande y David Cameron se reunieron en Amiens y acordaron aumentar la cooperación en la lucha frente a la inmigración ilegal y las mafias, al mismo tiempo que, aseguraron, harán un esfuerzo suplementario para acoger a los refugiados en mejores condiciones.

El líder galo pidió que los menores que se encuentran solos en Calais «puedan llegar rápidamente a Reino Unido en caso de tener familia» esperándoles. «Hemos sido claros. Cuando estos jóvenes cuenten con un miembro de su familia en Reino Unido, deberán poder desplazarse y ser acogidos de manera eficaz».

Por otro lado, Cameron anunció una aportación extra de 22 millones de euros para reforzar la seguridad ferroviaria y portuaria de Calais. El mensaje llega apenas unas horas después de que el ministro de Economía, Emmanuel Macron, calentara el encuentro asegurando que una de las consecuencias potenciales de la salida del Reino Unido de la UE sería la falta de cooperación en este tipo de temas, al menos al mismo nivel. El acuerdo de Le Touquet, vigente desde 2003, permite a Londres el control de pasaportes al otro lado del Canal. «El día que la relación con Reino Unido cambie, los inmigrantes ya no estarán en Calais», advertía Macron, sino al otro lado. «Nuestra voluntad no es revisar el acuerdo, pero estaría amenazado», avisó.

LLEGADAS CON CUENTAGOTAS
Crisis en el campo de Idomeni. Macedonia dejó ayer pasar apenas a 500 refugiados, lo que aumentó la desesperación que viven las casi 10.000 personas atrapadas en en el campamento griego de Idomeni. Algunos de los migrantes aseguraron que la policía macedonia no acepta los certificados electrónicos que expiden las autoridades griegas por «no poder comprobar su validez».

El desplome del consumo. Un grupo de migrantes cortó – en protesta por el cierre de la frontera – la vía férrea que comunica Macedonia con Grecia, bloqueando el tránsito de todos los trenes. Las autoridades calculan que a las 10.000 personas que están atrapadas en el campo de Idomeni hay que sumar 5.000 que se agolpan en otros campamentos especiales cercanos.

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