La pequeña que vivió esclavizada por un vecino en Bolivia sigue bajo la tutela de la Generalitat

Nada es la niña marroquí de l’Hospitalet que en el 2013 sufrió un calvario cuando sus padres la cedieron a un vecino que se la llevó ocultando que no pensaba regresar

La Vanguardia, Mayka Navarro, 25-02-2016

La semana que viene Nada celebrará su fiesta de 12 años. Nada que ver con el día que cumplió los 10. Excelente estudiante, siempre ha tenido una buena memoria y en su momento explicó con tristeza al teniente de la Guardia Civil José María Hidalgo que aquel día de cumpleaños fue igual que el resto de los días de los siete meses que estuvo secuestrada en medio de la selva boliviana. Nada es la niña
marroquí de l’Hospitalet que en el 2013 sufrió un calvario cuando sus padres la cedieron a un vecino que se la llevó a Bolivia, ocultando que no pensaba regresar. La de Nada es una historia con final feliz por la implicación, casi obsesión, con la que actuaron los Mossos d’Esquadra de secuestros, la fiscal Laia Ladrón, el juez Marcos Melendi y los guardias civiles que llegaron hasta la otra punta del mundo para rescatarla. El lunes esos padres que no supieron cuidarla fueron condenados a dos años de cárcel, tras llegar a un acuerdo con la Fiscalía y la Generalitat, a cambio de reconocer los hechos y evitar su entrada en prisión.

Es posible que nunca sepamos a qué pacto llegaron los padres de Nada, Abdelaziz y Fátima, con aquel extraño vecino de rellano, bajito, con cojera y coleta, que se cameló a la familia en cuanto llegó al bloque. El hombre, que había llegado a Barcelona gracias a la documentación falsa que le compró su madre tras cumplir seis meses de prisión por violar a sus dos hermanas, no tardó en fijarse en Nada y tampoco le pasó desapercibida la precariedad económica de aquella familia, en situación irregular.

Se los cameló y seguramente los engañó. Grover Morales, el verdadero nombre del desalmado, les dijo que viajaría con la niña a Bolivia, y que traerían oro comprado a buen precio, que pasaría desapercibido en el cuerpo de la pequeña, y con el que ganarían un dinero en España. Pero los planes del hombre eran otros. Quería convertir a la niña en su esclava y vivir con ella en la selva, donde la sometió a jornadas de trabajo durísimas de sol a sol.

El 27 de agosto del 2013 la pequeña estaba tan contenta por subir a un avión para disfrutar de las primeras vacaciones de su vida que se puso el vestido nuevo que le había regalado su vecino. Aterrizaron en Santa Cruz de la Sierra y, tras ocho horas de autocar, llegaron a Cochabamba. No tardó en sufrir los primeros gritos y zarandeos. Grover Morales le acusó de haber perdido el pasaporte. Y le tiró a la basura las muñecas y los libros que se había traído con ella. “No estás aquí para jugar”. Esa primera noche en un hostal, el hombre la intentó violar mientras dormía. Sus gritos despertaron a una vecina de cuarto que aporreó la pared y amenazó con llamar a la policía. El hombre lo siguió intentando otras noches y mediante amenazas, palizas y castigos consiguió someterla. Se adentraron en la selva, en un trozo inhóspito de la provincia de Chapare, donde no sólo se cultiva la hoja de coca, sino que narcotraficantes colombianos custodian sus laboratorios de cocaína. Por eso a la Guardia Civil, cuando los mossos recurrieron a ellos ante la imposibilidad de desplazarse a Bolivia, tuvieron muchísimos inconvenientes en conseguir una autorización para viajar.

“Salvamos a una niña que estaba en la otra punta del mundo y que creía que nadie la encontraría”. Lo dice el sargento de los Mossos, Enric Martínez, jefe de la unidad central de secuestros, que dirigió la investigación que permitió localizar a la pequeña en la selva.

Pese a las dificultades del caso, las trabas burocráticas y las pocas facilidades que puso Bolivia al principio, nadie tiró la toalla. La fiscal Laia Ladrón acababa de regresar de una baja por maternidad cuando se hizo cargo del caso. Tiró de todos y nunca tuvo uno “no” de nadie. La Unidad Central Operativa de la Guardia Civil se adentró en dos ocasiones en la selva. Tuvieron que negociar con los narcos y la guerrilla que se les permitiera estar con armas en una zona fuera de control. Había que salvar a una niña a la que habían arrebatado la infancia.

Desde entonces, Grover Morales cumple 17 años en una cárcel de Bolivia. Nada sigue bajo tutela de la Generalitat y sus padres la visitan periódicamente. Les echa de menos. Sobre todo a sus dos hermanos. Los informes sobre esos encuentros son muy favorables. Estarán en su fiesta de cumpleaños.

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