Asentamiento bajo el Faro

Una veintena de tiendas de campaña se instalan todas las noches en unos jardines de Moncloa L «En el campamento no hay ningún niño. Mis hijos están en Rumanía. Vivimos de pedir», dicen

El Mundo, ALBERTO RUBIO / ANA CARO MADRID, 21-02-2016

Desde hace varios meses, un grupo
de unas 40 personas instalan
cada noche una veintena de tiendas
de campaña en un amplio terreno
arbolado situado justo debajo
del Faro de Moncloa, a pocos
metros de la Fundación
Jiménez Díaz y la A-6.
Con la intención de dormir allí,
los sin hogar, de origen rumano,
llegan todos los días tras el crepúsculo,
sobre las 19 horas. Instalan
sus tiendas en los jardines situados
entre el Museo de América
y la Agencia Española de
Cooperación Internacional para el
Desarrollo (AECID) –en el distrito
de Moncloa-Aravaca–, y se preparan
para cenar. Después, se encierran
en sus tiendas para dormir
hasta el día siguiente.
Antes de que amanezca, sobre las
seis de la mañana, los inmigrantes
recogen todas las tiendas de campaña
y se retiran del lugar. Todo el material
que utilizan cada día para dormir
lo esconden por las inmediaciones
mientras ellos pasan la jornada
tratando de conseguir dinero.
«Estas personas son las mismas
que están todas las mañanas en los
alrededores pidiendo dinero», afirma
un vigilante de la zona. «Antes
estaban instalados también hasta
el mediodía. Creo que la Policía les
dijo que no podían seguir estando
aquí hasta esa hora debido a los turistas
que suelen pasar por la zona
», añade.
Después de invertir aproximadamente
12 horas en pedir dinero,
pasan por los comercios cercanos
a su campamento para
cambiar las monedas que han logrado
conseguir durante la jornada.
«Suelen venir a cambiar dinero
muy a menudo. Vienen varias
personas y cambian alrededor de
50 euros cada uno al día», asegura
un camarero de un bar de la
calle de Isaac Peral al que suelen
acudir estos peculiares vecinos.
«Normalmente, cuando instalan
todo, un grupo compuesto sólo
de hombres mantiene una reunión.
Como han estado todo el día
pidiendo dinero, entiendo que en
ese momento se reparten las ganancias,
como si fuera una organización
», especula el vigilante.
50 EUROS AL DÍA
Aunque es un amplio grupo de personas,
todos los trabajadores de la
zona que tienen el turno de noche
coinciden en que «son tranquilos» y
que no montan «alboroto».
En contra de lo que pueda parecer
al tratarse de un área turística,
el jardín elegido se trata de
un punto estratégico para este peculiar
asentamiento. Por un lado,
la pequeña carretera que conecta
el Museo de América y el Hospital
Fundación Jiménez Díaz está cortada
para los coches, lo que hace
que la zona sea muy poco transitada
por la noche. Una vez que
cierran el paso a los turistas en
los edificios cercanos, los vigilantes
de seguridad son prácticamente
las únicas personas que se suelen
ver paseando por allí. Además,
desde el paseo del Parque
del Oeste, por donde caminan
multitud de madrileños y donde
muchos jóvenes hacen botellón
los fines de semana, las tiendas
de campaña no están a la
vista.
Uno de los habitantes de
este asentamiento cuenta
que la Policía ya «les conoce
» y que nunca han tenido
«ningún problema». «En el
campamento que tenemos
aquí instalado no hay ningún
niño. Mis hijos están en
Rumanía», balbucea en castellano
mientras tirita de
frío (el termómetro marca
los 0.5 grados).
Los vigilantes del turno de
noche de las fincas cercanas
aseguran que llevan asentados
en esa zona «por lo menos
cuatro meses», mientras
que los inmigrantes dicen
que llegaron hace tan solo
«dos meses» a ese lugar, pero
que antes de estar a la
sombra del Faro, estaban
asentados en un solar abandonado
cercano a Moncloa.
«No tenemos dinero, por eso vivimos
aquí», añade.
El vigilante, por su parte, asegura
que cuando llega el calor, la
situación es más alarmante. «Si
vienes aquí en verano, puedes ver
decenas de tiendas de campaña
montadas en cualquier espacio de
los jardines. Hay tantas personas
que solo falta el escenario para
que esto sea igual que un festival
», indica.
Aunque los trabajadores de los
diferentes edificios que rodean el
poblado aseguran que son «personas
tranquilas», también afirman
que, tras los acampadas que se
produce cada noche, los jardines
acaban llenos de suciedad. Un
tupper de guisantes de la noche
anterior, botellas de aceite vacías
o mantas son algunos de los objetos
que se pueden encontrar las
personas que pasean por el parque
a la mañana siguiente, cuando
las tiendas de campaña ya no
están instaladas. «Además de dejar
basura tirada por el terreno,
muchas veces también salen
de la tienda para orinar
y defecar en las laderas»,
informa el vigilante.
«Tiran muchos restos de
basura en alcantarillas cercanas,
lo que provoca que la
zona se quede atascada
cuando llueve», asegura el
guarda. «Cuando el personal
de limpieza viene por aquí,
se quedan impresionados de
la basura que encuentran en
las alcantarillas».
Este problema de salubridad
no sólo es visible en
las instalaciones públicas.
El paso de estos campistas
también es evidente dentro
del Hospital Jiménez Díaz.
«Aquí muchas veces entran
al baño y acaban quedándose
dormidos por cualquier
rincón del edificio»,
añade el vigilante.
Fuentes del citado hospital
aseguran a este periódico que
«no hay constancia de que estas
personas hayan causado algún
problema al personal o a las instalaciones
».

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