La UE afronta con graves tensiones el órdago británico y la crisis migratoria

Está en juego el liderazgo de Cameron en Londres y el de la todopoderosa Merkel en Berlín

El País, Claudi Pérez , 18-02-2016

Las grandes perturbaciones económicas suelen acabar convertidas en formidables crisis políticas. La cumbre de Bruselas debatía anoche fórmulas para evitar la salida de Reino Unido, que pondría patas arriba la UE, y para la crisis migratoria, que ha provocado un seísmo político en Alemania y profundas divisiones en Europa. En medio de la tensión de las grandes ocasiones, los líderes tratan de cerrar con Londres los últimos flecos de un acuerdo que se da prácticamente por hecho. Con los refugiados, patada hacia delante: pese a la irritación en Berlín, no se esperan soluciones hasta la próxima cumbre, en marzo.La crisis del euro estuvo a punto de desgarrar la eurozona, y se llevó por delante a primeros ministros de todos los colores: prácticamente solo quedaron en pie la canciller alemana Angela Merkel —que reforzó su indiscutible liderazgo en Europa con el férreo diktat económico germano— y el supuestamente euroescéptico David Cameron, que capeó mejor la Gran Recesión con una política económica menos ortodoxa que la europea. Pero la Gran Crisis da muchas vueltas: convertida ahora en una crisis política con varias cabezas, lo que está en juego esta vez es el liderazgo de Cameron en Londres e incluso el de la todopoderosa Merkel en Berlín.

La cumbre europea supone la cuenta atrás para un referéndum británico sobre la pertenencia a la UE, en el que quien de veras se la juega es el conservador Cameron. Y la crisis de los refugiados ha provocado un seísmo político en Alemania, donde la canciller ha dejado de ser intocable. Merkel no sacará nada sustancial de esta reunión. Pero Alemania, apoyada en la Comisión y en el Consejo, ha marcado en rojo la próxima cumbre, a mediados de marzo, para obtener de una vez por todas alguna medida paliativa tras un año de grandes palabras que se han quedado en agua de borrajas: Europa ha logrado redistribuir a 497 migrantes de los 160.000 pactados. Un mísero 0,3% del total.

“Esta es una cumbre de construcción o de ruptura”, resumió este jueves el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, a su entrada a la reunión. Consciente de que la UE necesita fuertes dosis de tensión para dar el más mínimo paso adelante, Tusk vaticinó negociaciones “difíciles y delicadas”, con un enjambre de juristas alrededor de los jefes de Estado y de Gobierno para dejar atado y bien atado el texto final del acuerdo con Reino Unido y evitar que se convierta en una caja de Pandora de consecuencias imprevisibles.

El acuerdo está prácticamente hecho, pero sus consecuencias distan mucho de estar claras. Cameron, Tusk y el presidente de la Comisión, Jean – Claude Juncker, han hecho un ingente trabajo previo para llegar a la cumbre con apenas tres flecos abiertos. Los líderes confían el cuadrar un sudoku imposible: un acuerdo que no frene la UE ni desacelere la integración de la eurozona, y a la vez que permita a Cameron hacer campaña para evitar el Brexit (la salida de Reino Unido del club europeo). Para ello, dan a los británicos un puñado de concesiones. Todas simbólicas, salvo en un asunto: los Veintiocho están de acuerdo en permitir a Londres discriminar a los trabajadores en función de su pasaporte, a pesar de que ese es uno de los pilares básicos de la UE. Varios países temen que esa medida —que a primera vista supone una afrenta a los valores europeos— desencadene discriminaciones en otros lugares, y con otras prestaciones. Y sin embargo nadie ha amenazado con un veto: ni siquiera los países con más tradición migratoria, los de Este.

Cameron llegó a Bruselas “dispuesto a pelear por un buen acuerdo”. Con el mensaje de que es “ahora o nunca”. Y con el chantaje habitual, que consiste en agitar el espantajo de un no en el referéndum que se celebrará a finales de junio para evitar sorpresas desagradables de última hora entre los socios que quieren rebajar la ambición del texto final. Londres quiere cantar victoria de cara al referéndum y todo el mundo parece dispuesto a ponerle la alfombra roja: incluso el capítulo más controvertido, el de la reducción de prestaciones a los trabajadores inmigrantes que lleven menos de cuatro años cotizando en Reino Unido, está prácticamente listo. Londres podrá usar un freno de emergencia cuando la Comisión considere que su Estado de bienestar está bajo una presión insoportable. Queda por ver cuáles son los detalles definitivos, en particular durante cuántos años puede usarse como máximo ese freno de emergencia. Todo lo demás está encarrilado.

Pero ni siquiera el consenso en ese asunto le garantiza a Cameron un camino de rosas. No está claro qué hará el Parlamento Europeo cuando haya que modificar la legislación europea vigente. Y ni siquiera el ejército de juristas y diplomáticos que se arremolinaban este jueves en la cumbre tras los jefes de Estado y de Gobierno puede aventurar qué sucederá cuando los trabajadores eleven al Tribunal Europeo de Justicia esa resolución, alegando trato discriminatorio.

La presión llegó este jueves por dos flancos. Los países del Este, capitaneados por Polonia y Hungría —tradicionales aliados británicos— pelean por levantar un perímetro de seguridad para que otros países no apliquen medidas similares de discriminación a los inmigrantes dentro de la UE. Y Francia, junto con Bélgica, trataba de aguar el resto de capítulos, en especial la compleja sección relativa a los derechos de los países que no se unen a la moneda única.

París se preocupa por sus bancos: cree que Londres puede aprovechar para dinamitar la unión bancaria, con una regulación menos laxa que permita al sistema financiero británico competir con ventaja. Bélgica, además, se opone a que Reino Unido incluya en los tratados que a partir de ahora no se siente concernido por el leitmotiv de la UE, “una unión cada vez más estrecha”. Está por ver si Londres consigue que esos cambios se incluyan en los tratados cuando se reabran, a partir de 2018.

El pacto se cerrará hoy, y con él, el apoyo de Cameron al sí en el referéndum. Los británicos han obtenido concesiones en un momento de enorme fragilidad en el continente, que se arriesga a retrasar el reloj del proyecto europeo: a los coletazos de la crisis del euro se unen las tensiones geopolíticas con Rusia, una crisis migratoria cada vez más convertida en crisis política y, en fin, un proyecto dividido entre Norte y Sur, Este y Oeste, acreedores y deudores. En esas condiciones, un Brexit sería algo radiactivo.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)