'Por cada monje muerto arderá una mezquita'
El Mundo, , 17-02-2016Aunque Maha Aphichat dice que nunca ha tenido contacto con el monje Ashin Wirathu, reconoce que todo su ideario y hasta su forma de actuar se «inspira» en el clérigo birmano conocido por sus diatribas antimusulmanas. Como su correligionario, Aphichat recurre a las redes sociales y en concreto a Facebook para diseminar un mensaje que, él mismo admite, contradice los principios del budismo. «Sí, Buda defendía la compasión, pero no podemos seguir dejando que nos maten. Un soldado tiene que matar para defender a su país. No podemos tener compasión con los musulmanes, porque son unos asesinos», aduce. Aphichat se sienta en un costado de Wat Benchamabophit, el llamado Templo de Mármol, uno de los recintos religiosos más populares de la capital tailandesa y su lugar de residencia desde 2002. El templo está adornado por una de las ahora habituales pancartas que promueve la organización Conociendo a Buda, que pretende establecer un código de conducta que penalice comportamientos como los tatuajes con la figura del creador de esta fe o la utilización de su nombre en clubes como el famoso Buda Bar. «Es un insulto a nuestra religión. No se debería permitir la entrada en el país a los que portan esos tatuajes», dice. Para el monje de 31 años, sin embargo, su principal objetivo es responder a las acciones de la insurgencia musulmana que lucha en el sur del país desde 2004. El clérigo se presenta a la cita con una detallada estadística de los ataques de los rebeldes sureños. Según sus cifras, en estos años «han asesinado a 19 monjes, herido a otros 25 y quemado un templo. Un monje murió quemado en el suceso». «El Gobierno ha demostrado que es incapaz de remediar esta situación. Tenemos que defendernos», añade. Siguiendo el estilo incendiario de Wirathu, Aphichat amenaza con responder a cualquier próximo ataque contra un monje budista en el sur. «Por cada monje budista asesinado, quemaremos una mezquita. Si esa gente cree que sólo se trata de una amenaza, que se atrevan y verán cuál es nuestra respuesta», afirma. «Hasta ahora los budistas hemos sido palomas. Necesitábamos un halcón. Yo lo soy. Quiero imitar a Wirathu», indica. Fue la misma admonición que lanzó en octubre por Facebook, generando la repulsa de muchos pero también un aluvión de adhesiones. La Junta militar decidió que el clérigo se había excedido, le sometió a una sesión de «ajuste de comportamiento» –una reprimenda común entre los militares– y le obligó a interrumpir su actividad en Facebook un mes. Al cabo de ese periodo Aphichat regresó al activismo, centrándose en promover el boicot de la construcción de mezquitas en ciudades como Chiang Mai. «Tenemos que frenar su expansión. Quieren apoderarse del país. No les vamos a dejar construir ni un solo templo más en las provincias budistas». Aunque todavía carece de la prominencia que tiene Wirathu en Birmania, Aphichat es una figura que refleja la creciente pujanza en el budismo del sudeste asiático de una corriente ideológica profundamente conservadora y combativa –frente a la actitud tradicional de paciencia o resistencia pasiva a la que se asocia esta religión–, que ha adquirido ya una enorme relevancia en Sri Lanka o Birmania. En Tailandia, los conservadores están ganando poco a poco espacios de poder cada vez más relevantes en una nación conocida por su devoción religiosa y sacudida por recurrentes crisis políticas y económicas. Según Pavin Chachavalpongpun, profesor del Centro de Estudios del Sudeste Asiático de la Universidad de Kyoto (Japón), en la coyuntura de marasmo que sufre el país, «el extremismo budista ha encontrado una manera de dominar el pensamiento social» apelando al «nacionalismo» local. Los fundamentalistas, incluido el propio Aphichat, apadrinan una agresiva campaña para conseguir que la Junta golpista consagre al budismo como religión del Estado en la próxima Constitución y a tal efecto presentaron una petición respaldada por 1,7 millones de firmas en enero. Una medida inédita en la historia reciente de Tailandia y que según algunos analistas amenaza con alentar el resquemor de la minoría musulmana como ocurre en Birmania. Miles de monjes y simpatizantes se movilizaron este lunes en la provincia de Nakhon Pathom, al oeste de Bangkok, para repetir esta petición y protestar por lo que considera una intromisión de la Junta militar en la designación del próximo líder de la institución que rige el budismo local, conocida aquí como Sangha. La marcha de los religiosos concluyó en rifirrafe entre los monjes y los uniformados. Unas inusuales imágenes que se convirtieron en la portada de todos los periódicos locales y han causado una auténtica conmoción en las redes sociales. «¡No toquéis a los monjes!», se veía gritar a muchos de los congregados mientras ambos grupos se enzarzaban en empujones. El encontronazo con la autoridad militar se ha generado porque los golpistas se han negado a ratificar el nombramiento del nuevo patriarca del budismo tailandés, el clérigo Somdet Chuang, de 90 años, después de que otro monje le reprochara su excesiva devoción por los placeres terrenales y las autoridades decidieran investigarle por una posible evasión de impuestos. El estamento budista tailandés, que agrupa a casi 350.000 monjes en 38.000 templos, se ha visto sacudido en los últimos años por incontables escándalos de corrupción ante la tentación que representan las ingentes donaciones que reciben, que se estima rondan los 3.300 millones de euros anuales. Aphichat reconoce que los casos de «corrupción» entre los monjes forman parte de «el enemigo interno». Pero él prefiere centrarse en las «amenazas externas: los musulmanes».
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