Clases de chino... para niños chinos
Hay más de 5.000 chinos en Euskadi. Muchos, niños que no conocen su idioma natal y que lo estudian en academias para estrechar lazos culturales con su país de origen. «Queríamos que nuestra hija se sintiera china, no desarraigarla. Que aprenda el idioma es una manera de que se relacione con otras niñas de allí y se sienta parte de algo», cuentan unos padres adoptivos
El Correo, , 09-02-2016‘Xin Nian Kuai Le’! O lo que es lo mismo, ¡feliz año nuevo! Hoy, 8 de febrero, China cambia el almanaque. El 2016 es el año del mono, como lo fue 1932, 1944, 1956, 1968, 1980, 1992 y 2004. De estos doce meses se esperan idas y venidas, del mismo modo que el macaco nunca está quieto. Para celebrarlo, pirotecnia, desfiles, faroles… Los que están allí y los que están aquí. En Euskadi viven 5.325 chinos, según los últimos datos (2015) del Observatorio Vasco de Inmigración, y representan la séptima comunidad extranjera más numerosa en la comunidad. Muchos son adultos que emigraron en busca de un futuro mejor y que hoy regentan negocios a lo largo de toda la geografía vasca. Otros son niños que vinieron de pequeños, incluso que nacieron aquí, o que fueron adoptados de bebés por familias vascas. Chiquillos que hablan euskera de maravilla, pero que han olvidado, o a veces ni siquiera conocido, su idioma natal. Algunos estudian en las academias de chino que hay en el País Vasco, donde comparten pupitre con niños euskaldunes que están aprendiendo el idioma con vistas a su futuro laboral.
Uno de estos centros es la Casa del Chino de Barakaldo, que abrió sus puertas hace dos años y donde estudian también ocho niñas de origen chino. Izaro Lian es una de ellas. Llegó a España con solo nueve meses (hoy tiene 10 años), y si alguien le pregunta contestará que es de Euskadi. «Se siente de aquí y lo primero que habló fue euskera», cuentan sus padres, Fernando e Idoia. «Pero queríamos que se sintiera china, no desarraigarla. Esta era una manera de que estuviera con otras niñas chinas y se sintiera parte de algo».
Izaro Lian (de segundo nombre ‘flor de loto’) es una de tantos bebés chinos adoptados que hoy viven en el País Vasco. Crecen lejos de su cultura natal, en el seno de una familia que no la conoce en profundidad y con la que es prácticamente imposible que conserven las raíces ni el idioma. Es por eso que Tiny Chen inauguró la academia, con la esperanza de acercar a estas pequeñas al lugar que les vio nacer.
Chen llegó de adolescente a España el 17 de junio de 2004. Natural de un pequeño pueblo en la provincia de Fujian, era la primera vez que se plantaba fuera de sus fronteras. Su padre, que llegó de avanzadilla cinco años antes, prosperaba gracias a una tienda. Después de un lustro, la familia se reunía de nuevo aquí. «Nos llevó a conocerlo todo. España es un país precioso, con gente muy distinta». Y con montones de niñas chinas de la mano de padres occidentales. Pasaban los años, y aquello se hacía cada vez más evidente. «Vienen de muy lejos, con una familia desconocida… Son tan pequeñas que no han podido conocer ni su país ni su cultura», reflexionó Chen. De buena mano con los niños y portadora de la cultura ancestral que aquellas niñas no habían podido conocer, en 2011 decidió dar el paso: enseñaría chino… a niños chinos.
Arriba, los alumnos rodean a Tiny Chen, de azul en el centro, el día de los exámenes oficiales de chino en el Palacio Euskalduna, el pasado mes de junio.Abajo, dos de las actividades de la academia.Arriba, los alumnos rodean a Tiny Chen, de azul en el centro, el día de los exámenes oficiales de chino en el Palacio Euskalduna, el pasado mes de junio.Abajo, dos de las actividades de la academia.Arriba, los alumnos rodean a Tiny Chen, de azul en el centro, el día de los exámenes oficiales de chino en el Palacio Euskalduna, el pasado mes de junio.Abajo, dos de las actividades de la academia.
Arriba, los alumnos rodean a Tiny Chen, de azul en el centro, el día de los exámenes oficiales de chino en el Palacio Euskalduna, el pasado mes de junio.
Abajo, dos de las actividades de la academia. / Facebook
Además de impartir clases en el Colegio Askartza de Leioa por las mañanas, Tiny Chen dedica sus tardes a la Casa del Chino junto a su compañera Xi You. No solo enseñan la lengua, sino que de una forma didáctica y lúdica dan a conocer las historias y costumbres del gigante asiático. Viajes, fiestas locales, celebración del Año Nuevo…
Un método que, además, puede resultar terapéutico. «Tenemos una niña que conservaba algunos malos recuerdos de su etapa en China. No quería saber nada del país ni volver allí», cuenta la directora. «Los primeros días vino llorando, hasta que hablamos de la ropa, las costumbres… Poco a poco empezó a jugar y a cantar. Ahora quiere visitar los sitios de los que hablamos en clase, se emociona. Su hermana también viene y practican en casa. En cierto modo, les hace sentir especiales».
«En su día a día Izaro no ve el ser china como un factor diferencial, se siente igual al resto cuenta Fernando, pero sí que presume un poco cuando sale el tema». Aunque la academia no dejan de ser deberes, ni Izaro Lian una niña: «No es que no le guste el chino, es que simplemente no le apetece ’empollar’», bromea su padre. Como ella, muchas, pero los padres insisten: «Quieren que conserven la cultura. Más adelante sabrán por qué les hicieron estudiar chino», ratifica Chen.
Para completar la formación, los más mayores cierran el año académico con una viaje al corazón de China. Cada verano, alumnado y profesoras organizan una pequeña expedición de tres semanas y media en la que recorren lugares emblemáticos, como el parque del Palacio de Verano o el Palacio Prohibido. «Les encanta. Juegan a las cartas con la gente en el tren y se turnan para pedir direcciones o comida en chino. Algunos vuelven diciendo que quieren vivir y trabajar allí», cuenta Chen. «En el colegio sus compañeros les preguntan si no les da miedo, pero luego les tienen un poco de envidia».
Imágenes del viaje a China con los alumnos de la academia en 2014.
Imágenes del viaje a China con los alumnos de la academia en 2014.
Imágenes del viaje a China con los alumnos de la academia en 2014.
Imágenes del viaje a China con los alumnos de la academia en 2014.
/ Facebook
No solo los niños ocupan los pupitres de Tiny Chen. Allí también asisten futuros papás en pleno papeleo para acunar a un bebé chino. «Queríamos empaparnos un poco de aquello antes de ir para tener una conexión con la niña. Mínimo demostrar que teníamos interés en su cultura», recuerdan Fernando e Idoia. Aunque a los adultos les cuesta un poco más, constata Chen, los hay que tratan de estudiar el idioma a la par que su retoño y practican luego en casa. «Los padres quieren aprender con ellos y llevarles cuando sean mayores al sitio del que vinieron», comenta la directora. «Vienen a clase y luego en casa se preguntan cosas como ‘¿qué tal estás?’ o ‘¿qué has hecho hoy?’».
Para estos padres, que cada vez hay más, Tiny Chen no tiene más que buenas palabras. «Los niños allí son pobres. No tienen casa ni una familia. Vienen desde muy lejos con unas personas que no conocen… Pero todos me dicen que son muy felices. Tengo que agradecer a los que han podido adoptarlos y acogerlos aquí, llevarles al colegio, darles comida y mucho amor». Para ellos y para todos, ‘Gong xi Gong xi’ en este año nuevo. O lo que es lo mismo, los mejores deseos.
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