Guerra de albóndigas en Dinamarca

La localidad danesa de Randers aprueba una ordenanza que obliga a servir carne de cerdo

La Vanguardia, Gloria Moreno, 03-02-2016

Dinamarca ha ocupado las portadas de todos periódicos por su polémica ley que permite confiscar dinero y objetos de valor a los refugiados, . Una norma considerada cruel e inhumana y que ha sido rápidamente condenada por la propia ONU y numerosas organizaciones solidarias. Pero no es ni de lejos el único ejemplo del combate que la ultraderecha viene liderando contra la inmigración, especialmente la musulmana, en esta pequeña nación del norte de Europa.


La última anécdota la encontramos en la localidad de Randers, en el centro del país, donde hace unos días se aprobó una ordenanza que obliga a las instituciones públicas a servir cerdo en su menú.


La medida, impulsada por el Partido Popular Danés, contrario a la inmigración, busca preservar la identidad a través de un ingrediente, el cerdo, considerado típico de la gastronomía nacional. “La cultura culinaria danesa debe ser una parte central de la oferta, lo que incluye servir cerdo al mismo nivel que otras comidas”, reza el texto aprobado. Dinamarca es uno de los principales exportadores mundiales de carne porcina. Se suele bromear con un dato: en este país de sólo 5,6 millones de habitantes viven más cerdos que personas.


A pesar de que la nueva norma especifica que nadie estará obligado a comer cerdo si sus convicciones religiosas se lo impiden, la controversia está servida y, de hecho, se enmarca en la conocida guerra de las albóndigas, un debate que lleva sobre la mesa desde el 2013 y que se originó a raíz de que algunos centros escolares decidieran eliminar el cerdo del menú. Las albóndigas, cuya variante danesa se llama frikadeller, suelen incluir una mezcla de carne de cerdo y de ternera y son uno de los platos más tradicionales de este país.


En Randers, concretamente, se supo que una guardería situada en un barrio inmigrante había dejado de ofrecer platos con cerdo. La dirección del centro explicó que no se trataba de una prohibición sino más bien de una decisión práctica, puesto que la inmensa mayoría de los alumnos no comían carne de cerdo.


“No hay razón para crear problemas innecesarios. Los vegetales daneses, la fruta danesa y el pan integral representan una parte sustancial de la dieta. No tiene por qué haber cerdo en el menú para que este sea danés”, se justificó en su momento la directora del centro, Bente Gråkjær.


Como ella, la oposición acusa al gobierno municipal de haber creado una falsa polémica. Que se sepa, ningún padre se ha quejado por la ausencia de cerdo en ningún centro de la localidad. Si bien no existen cifras oficiales, en el 2013 se estimaba que sólo 30 de las más de 1.700 instituciones públicas de Dinamarca habían eliminado el cerdo del menú.


Sin embargo, para el Partido Popular Danés esto es muestra suficiente de que el multiculturalismo está matando poco a poco los valores tradicionales del país.


Nacido a mediados de los noventa, este partido ha pasado de ser una fuerza marginal a tener una gran influencia en la política. En las elecciones del 2015, el Partido Popular Danés se convirtió por primera vez en el segundo más votado. Y aunque no quiso entrar en el nuevo Ejecutivo de centroderecha que gobierna en minoría, su apoyo es clave para que este consiga mantenerse en el poder.


Los populistas, pues, son los verdaderos artífices de la nueva ley que ordena confiscar los bienes de valor superior a las 10.000 coronas (unos 1.340 euros) a los refugiados. Son normas simbólicas que, más que atajar una problemática real, lo que buscan es lanzar un mensaje de hostilidad hacia los inmigrantes. Su aplicación, de hecho, difícilmente tendrá un efecto económico, pues la inmensa mayoría de lossolicitantes de asilo llegan a Dinamarca conlo puesto.


Por esto, más allá de estar indignados con la nueva normativa, muchos daneses lamentan el daño que está haciendo a la imagen de su país en el exterior. Y es que la atención mediática generada por la nueva ley ha hecho olvidar que Dinamarca sigue siendo, sólo por detrás de Suecia, el país de Europa que más dinero se gasta en cada refugiado, además de figurar entre los diez que más solicitantes per cápita han acogido en todo el 2015.

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