La Europa de los niños perdidos

El Mundo, , 01-02-2016

Iba descalzo. Tenía los calcetines aún mojados por el Egeo, los zapatos colgados del cuello y una pequeña bolsa de deporte donde llevaba su vida. El pasado diciembre Ali desembarcaba junto a otros 60 extraños en la isla de Lesbos procedente de Irak. Tenía 13 años. Iba, enviado por su madre, en busca de la familia que ya tenía en Alemania hacía meses. A lo largo de la ruta de los refugiados hasta Europa central, es común cruzarse con niños o adolescentes que viajan solos desde zonas de guerra.

Ali iba perdido por una carretera del norte de la isla, buscando a algún compatriota al que unirse para seguir el camino. En ese punto, presa fácil para las mafias que han proliferado, ante la falta de protección policial, por todo el recorrido de los refugiados. Europol ha revelado a The Guardian que 10.000 menores como Ali «han podido caer en manos de mafias para usarlos como esclavos» o, simplemente, «han desaparecido».

Sólo en Italia, donde parte de la manutención y el alojamiento de estos solicitantes de asilo es gestionada por la Camorra o la Cosa Nostra, han perdido el rastro de 5.000 menores según Brian Donald, el jefe de Europol. Como denuncia la propia policía italiana, muchos niños que quedan bajo el paraguas de estos grupos criminales acaban como correos de la droga, mientras que las niñas ejercerán como prostitutas. Otros 1.000 se han extraviado de las estadísticas en Suecia. Nadie, salvo las mafias, sabe nada de ellos. Según Save the Children, hasta 26.000 menores no acompañados han llegado a Europa durante todo 2015.

Desde el comienzo de la crisis, el cuidado de los menores no acompañados resultó un problema para los Estados implicados en la ruta. Hay muchos ejemplos. Como pudo comprobar este diario, las autoridades de la isla de Kos, ante la falta de infraestructuras, decidieron meter a estos niños y adolescentes en un calabozo policial junto a criminales adultos.

La explicación era que así los tenían controlados. ACNUR tuvo que mediar para enviarlos a centros de menores en Atenas a la espera de que algún familiar los reclamara. Algunos son huérfanos, con lo que será difícil que alguien vaya a por ellos. Algunos de ellos venían con sus padres, pero los perdieron en naufragios en el Egeo, como el desastre del pasado mes de octubre frente a Lesbos, en el que más de 150 personas perdieron la vida. Todos los socorristas recuerdan la imagen de dos niñas rescatadas que esperaban en el puerto de Mitilene a que alguien les diera pistas de sus padres, que se habían ahogado minutos antes.

Por si fuera poco, las ONG que han proporcionado socorro, alimento, ropa seca, abrigo y cuidados médicos por toda la ruta pueden quedar «criminalizadas» por la UE. Según denuncia la organización Statewatch, el Consejo de Ministros europeos trabaja en un borrador que «ignora» la excepción que protege a las ONG de las acusaciones de tráfico de personas. Si se aprobara, cualquier particular que ayude a los refugiados puede ser acusado de «tráfico de seres humanos».

Son muchas las familias que han ido enviando menores a Europa conforme conseguían ahorrar los 1.250 euros que piden de media las mafias del Egeo. Los menores se inscribían en los centros de control de Frontex de las islas griegas. Casi todos aseguraban que viajaban acompañados para seguir ruta, si no se arriesgaban a permanecer retenidos. Algunos lo conseguían. Ahora, según Europol, no se tienen noticias de dos de cada cinco. Un escándalo mayúsculo en Europa en pleno siglo XXI.

Desde mucho antes de que lleguen a las islas griegas (en Turquía miles de niños sirios ya trabajan en su industria textil) hasta que llegan a su destino, la desprotección y ausencia de autoridades es tangible. Ese vacío ha sido tomado por las mafias, que los trasladan a precios de usura y les proporcionan alimentos de tercera calidad con tarifas de restaurante parisino. Es la externalización de servicios, ni siquiera planificada sino alcanzada por la propia dejadez de la UE, que no ha puesto en marcha ni uno sólo de sus grandes recursos organizativos en esta crisis, pese a que existen protocolos estudiados para aliviar un éxodo como éste.

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