Crisis de fe tras media vida recluidas

Llegaron al convento muy jóvenes y les aterrorizaba ser deportadas y representar una carga para sus familias

La Voz de Galicia, XURXO MELCHORsantiago / la voz,, 27-01-2016

Es un hecho que la vida de las mujeres en la India es dura. Extremadamente difícil en el caso de las familias más pobres. La de las tres monjas que abandonaron el convento de las mercedarias de Santiago lo era y mucho. Ya de niñas tuvieron contacto con la congregación en el país asiático. Allí las religiosas son enfermeras, maestras, misioneras activas que luchan por los más desfavorecidos. Por eso dijeron que sí cuando les propusieron venir a Galicia. Tenían 20, 19 y 16 años de edad y querían ser como aquellas mujeres. Eran muy jóvenes, casi unas niñas que ni hablaban castellano ni tan siquiera sabían bien lo que era un convento de clausura y los sacrificios que conlleva. La cuarta monja, la que denunció los hechos, también tenía 19 años cuando llegó a Compostela. Hoy todas tienen entre 34 y 38 años de edad y han permanecido enclaustradas entre 15 y 17 años.

La vida en un convento de clausura, además de la limitación de no poder salir salvo en ocasiones contadas, es sacrificada. Hay que limpiar, fregar, cocinar, cuidar el huerto, lavar, planchar y todas las tareas de una comunidad que es casi autárquica. Durante muchos años, las cuatro monjas aceptaron su reclusión sin problemas y de forma absolutamente voluntaria. Pero tras trece años entre los muros de las mercedarias, la exmonja que relató a la Policía Nacional la presunta detención ilegal de sus compatriotas y compañeras quiso colgar los hábitos y es aquí cuando empezaron los problemas. Para el Arzobispado compostelano ella y sus amigas sufrieron una crisis de fe. Quizás en su vocación influyó mucho la necesidad y optaron por ordenarse para poder huir de la miseria y en busca de una vida mejor.

El relato de la denunciante habla de la oposición frontal de la madre superiora, la hermana María Luisa Melero, a que pudieran abandonar voluntariamente el convento. Asegura que las amenazaba diciéndoles que si colgaban los hábitos tendrían que regresar a su país como deportadas. Y eso era lo que más aterrorizaba a estas mujeres. Volver a la India y representar una carga económica insoportable para sus familias. Quizás, hasta ser repudiadas y condenarse a una vida de miseria.

Todas querían quedarse a vivir en España pero, según declararon a la policía, la madre superiora les decía que no tenían unos permisos de residencia que realmente sí disfrutaban. Aquel no era un mero temor, ya que en el 2011 habían visto como otras dos indias que también quisieron dejar la orden fueron efectivamente deportadas pese a que, y eso es algo que ellas no sabían y que ahora se está investigando, tenían todos sus papeles en regla.

Cada siete años, las mercedarias de países extranjeros pueden ir a ver a sus familias. Fue en uno de esos viajes el segundo que hacía desde su ordenación cuando la exmonja que ha presentado la denuncia entró en contacto con una tercera persona que le dijo que legalmente sí podía residir en España. Cuando volvió de la India ya no regresó al convento. Se fue a vivir a Madrid y encontró trabajo como empleada de hogar en una casa de un barrio pudiente de la capital.

Tardó un poco en relatar lo sucedido, pero cuando lo hizo la dueña de la casa en la que trabajaba decidió denunciar los hechos a través del correo electrónico habilitado por la Policía Nacional para combatir los delitos contra trabajadores extranjeros. Era el 29 de diciembre del 2015 y en menos de una hora un agente ya estaba llamando de vuelta y pidió hablar con la religiosa india.

El de las mercedarias de Santiago es uno de tantos conventos que han tenido que nutrirse de monjas extranjeras para poder sobrevivir. Hoy en día son apenas una decena las que habitan estos muros del siglo XVII. Con tan exiguos números es evidente que cada vez que una madre decide colgar los hábitos, al drama personal de quien sufre una crisis de fe se suma el contratiempo que representa para la comunidad perder dos brazos fundamentales para repartirse el trabajo diario. Este es el escenario de una historia en la que se mezclan vocaciones surgidas en países donde el hambre y la muerte rondan a millones de personas con el problema de supervivencia de congregaciones que se están quedando vacías.

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