Breivik contra el Estado noruego
La Justicia del país nórdico tendrá que escuchar las peticiones del asesino de 77 personas
El Mundo, , 21-01-2016El 22 de julio de 2011, Anders Behring Breivik causó una explosión en Oslo y se dirigió a la isla de Utoya, a las afueras de la capital noruega, disparando de forma indiscriminada contra los jóvenes que acampaban allí. Mató en total a 77 personas.
En agosto de 2012, Anders Behring Breivik fue condenado a 21 años de prisión prorrogables por cometer ataques terroristas, un año antes, en el barrio gubernamental de Oslo así como en la isla de Utøya, en los que asesinó a 77 personas, en su mayoría adolescentes. Bajo fuertes medidas de aislamiento y seguridad, fue encarcelado primero en el penal de Ila, en las afueras de Oslo, para acabar siendo trasladado al de Skien, a 100 kilómetros de la capital noruega.
En él será donde del próximo 15 al 18 de marzo se celebre finalmente el juicio que el asesino de extrema derecha ha interpuesto contra el Estado noruego por sus condiciones carcelarias que, según él, se asemejan a la «tortura» y por tanto violan el artículo 3 de la Convención Europea de los Derechos Humanos, así como el artículo 8 en lo que se refiere a la «censura» que, según él, aplican a su correspondencia. Así se anunció recientemente, si bien quedan pendientes detalles por concretar, como el lugar exacto, ya que se baraja usar el gimnasio del centro penitenciario tal y como propuso el Estado, que inicialmente solicitó que el reo no estuviera presente, opción descartada por la defensa.
El proceso ha sido largo. Porque la vida del preso Breivik está llena de circunloquios, muchos tan vacuos que parecen sólo querer llamar la atención de una sociedad que le ignora hasta el punto de no mencionar su nombre. En sus quejas iniciales sobre las «torturas» inflingidas lamentaba tener una PlayStation pasada de moda, no poder jugar a videojuegos de adultos a diferencia de los demás presos, tener que escribir a máquina y no con ordenador y, además, exigía un aumento en la asignación económica semanal.
Tales demandas las hacía saber a través de misivas a medios de comunicación, a los que escribe con asiduidad decenas de folios mecanografiados. El preso, no obstante, considera insoportable la censura a la que está sometida su correspondencia. A pesar de ello, sí ha recibido centenares de cartas –e incluso presentes– de una admiradora veinteañera sueca, a quien conoció en 2007 a través de un videojuego. Pero no es la única, según publicó el semanal Morgenbladet, Breivik recibe unas 800 cartas al año, la mayoría de admiradoras (con peticiones de matrimonio incluidas).
También por carta –33 folios mecanografiados– anunció en 2014 que se convertía al nacionalsocialismo y aspiraba a crear un partido político fascista del que nunca más se supo, y también por carta manifestó su deseo de estudiar Ciencias Políticas. Inicialmente se le negó tal posibilidad por carecer de los requisitos necesarios. Finalmente, el pasado verano, la Universidad de Oslo, pese al «dilema moral» –en palabras del rector que recordó que alumnos de este centro fueron víctimas directas o perdieron a familiares y amigos en los atentados de Breivik–, aceptó su ingreso porque «todos los reclusos en las prisiones noruegas tienen derecho a cursar estudios superiores si cumplen los requisitos».
No obstante, en su caso se le negaba contacto alguno con otros estudiantes o profesorado, atender a seminarios o recibir atención personalizada, así como el acceso a recursos online o comunicación por internet, en concordancia con el reglamento penitenciario que rige la vida de Breivik. Por ello al poco tiempo hizo saber que se ponía en huelga de hambre «hasta la muerte», ya que el «drástico deterioro de las condiciones de la prisión me obliga a abandonar mis estudios», escribió, acusando al ministro de Justicia –precisamente del mismo partido en el que militó Breivik antes de convertirse en el mayor terrorista de Noruega– de acabar con «lo único que tenía».
El pasado mes de octubre, su abogado, Øystein Storrvik, informó de que el reo no estaba en huelga de hambre porque prefería «centrarse en el juicio».
Desestimada por falta de pruebas una primera demanda interpuesta por «maltrato psicológico» en la cárcel de Ila, el asesino confeso no ha cejado en su empeño de llevar al Estado noruego a juicio.
El Servicio Correccional Noruego ha manifestado que desde su traslado a Skien –cuyo personal y otros presos ya se han quejado del «desgaste» que suponen las demandas constantes de Breivik, a quien el pasado julio un recluso amenazó de muerte al colarse hasta su puerta de seguridad–, las medidas se han suavizado pese a que «su comportamiento no da ninguna razón para creer que haya cambiado de opinión en cuanto al uso de actos terroristas».
No obstante, según un informe del Defensor del Pueblo presentado al Parlamento el pasado noviembre, «el régimen de la unidad de alta seguridad impone condiciones muy estrictas en la libertad de movimiento de los reclusos y su posibilidad de contactar con otra gente», escribió Aage Thor Falkanger tras visitar la cárcel. «Ello, junto con el hecho de que hay un número extremadamente limitado de reclusos, representa un riesgo elevado de tratamiento inhumano». En marzo, será la Justicia quien tome la palabra.
El asesino noruego de extrema derecha fue condenado en agosto de 2012 a 21 años de prisión. Anders Breivik no apeló e incluso llegó a pedir perdón a los «militantes nacionalistas» por no haber acabado con la vida de más personas el día de la masacre.
Los adolescentes de la Liga de la Juventud Laborista volvieron a celebrar este pasado verano su primer campamento en Utoya tras la masacre del radical noruego. Los miembros de las juventudes del partido fueron el objetivo de Breivik en la isla.
La reportera de guerra noruega Asne Seierstad publicó coincidiendo con el cuarto aniversario de la matanza de Utoya la masacre y biografía de Breivik. En la obra, la autora de ‘El librero de Kabul’ no toma partido ni acusa en ‘Uno de nosotros’.
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