Expolio danés a los refugiados
El Periodico, , 15-01-2016La coalición que sostiene al Gobierno conservador danés de Lars Lokke Rasmussen y el partido socialdemócrata en la oposición han pactado aprobar el 26 de enero una reforma de la ley de extranjería que permitirá a la policía confiscar a los refugiados el dinero y los bienes por valor superior a 1.340 euros, salvo los de “especial valor sentimental”, como anillos de boda y medallas. La reforma también permitirá detener a los refugiados y restringir la reunificación familiar.
El Gobierno danés sostiene que la medida ayudará a costear el gasto de mantener a los refugiados y desincentivará que sigan llegando al país. Aunque Dinamarca es uno de los países de la UE que más refugiados recibió el año pasado (21.000), no es el que ha acogido más, ni en términos absolutos, ni relativos. Finlandia recibió 32.400; Austria, 90.000; Suecia, 163.000 y Alemania 1,09 millones y ninguno de ellos ha optado por esta vía que recuerda las confiscaciones nazis a los judíos.
La actual legislación danesa ya contempla que se puedan denegar subsidios a los refugiados que dispongan de medios económicos, como recordó el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). La ley actual también prevé que si la policía comprueba que el refugiado dispone de medios adecuados puede ser obligado a costear la subsistencia de su familia mientras dura el trámite de la demanda de asilo.
Además del carácter inhumano de la confiscación, el ACNUR señaló por escrito al Gobierno danés que la medida viola la Convención de Ginebra, la Carta de los Derechos Fundamentales de la UE y la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos y que crea un pésimo precedente que estimulará la xenofobia. Pero el Gobierno y el partido socialdemócrata hicieron caso omiso a la petición de retirar la reforma e iniciaron el 13 de enero su tramitación parlamentaria.
El comisario de Derechos Humanos del Consejo de Europa, Nils Muiznieks, se ha sumado a las críticas y ha calificado las medidas de “atentado a la dignidad humana”, además de violar el derecho a la propiedad. La Comisión Europea, por su parte, se ha mostrado muy tímida y el vicepresidente Frans Timmermans solo indicó que “estudiará la ley una vez haya sido adoptada”.
El plan danés de expolio a los refugiados evidencia las funestas consecuencias del auge de la extrema derecha, ya que uno de los impulsores de la iniciativa es del extremista Partido Popular Danés (DF), de cuyos votos depende la supervivencia de la coalición gubernamental.
La tibieza de la Comisión Europea y los líderes europeos con la extrema derecha y su claudicación al aceptar del 2000 al 2005 que el Partido de la Libertad (FPO) de Jörg Haider participara en el Gobierno democristiano de Wolfgang Schüssel en Austria dio legitimidad a este tipo de partidos.
Esa laxitud otorgó a la extrema derecha un rango de normalidad y respetabilidad, lo que ha facilitado su éxito electoral en la UE y que se instalen gobiernos autoritarios primero en Hungría y ahora en Polonia. No sólo el Gobierno danés depende de los votos de la extrema derecha en la sombra, sino que ésta forma parte del Gobierno de Finlandia con cuatro ministros del Partido de los Finlandeses.
La falta de solidaridad de la mayoría de los estados con los más afectados por la ola de refugiados somete a la UE a una presión fracturadora. La mayoría de los gobiernos se han negado a compartir equitativamente la carga de los refugiados llegados a Grecia y a Italia y aliviar la presión sobre los cinco países con más demandas de asilo.
El pacto con fórceps para redistribuir 160.000 refugiados entre los países de la UE es papel mojado, ya que solo se han recolocado 272, admitió el comisario de Interior, Dimitris Avramopoulos. España solo ha acogido 18; Francia, 19; y Holanda y Gran Bretaña, ninguno.
Los países del Este tampoco han aceptado a ninguno de los que les correspondía en el reparto, salvo 4 en Lituania. En los primeros 15 días de enero ya han llegado más de 23.000 nuevos refugiados a Grecia pese al invierno y los pactos con Turquía. La falta de solidaridad y la ficción de creer que se puede detener la ola migratoria están hundiendo a la UE.
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