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“La condición en la que vienen depende de la mafia que les trae”

LA PAREJA DE ELGOIBAR QUE PARTIÓ A UN CAMPAMENTO DE REFUGIADOS DE | Lesbos, grecia, como voluntarios, vuelve tras vivir una experiencia vital

Diario de noticias de Gipuzkoa, Un reportaje de Alicia Zulueta, 09-01-2016

La pareja de Elgoibar que decidió invertir sus vacaciones de Navidad en ayudar a los refugiados en la isla griega de Lesbos aterrizó en casa el jueves. El profesor Iñaki Iraola y la informática Koro Gabiola han regresado con la sensación de “lo injusto que es el mundo” a flor de piel. Pero también con la certeza de que los grandes valores del ser humano permanecen, como por ejemplo el valor y el inmenso agradecimiento que les ofrecieron los refugiados al ver en ellos la luz de la esperanza.

Los botes salen desde la costa turca a partir de las 5 o 6 horas de la mañana. Entre las 8 y las 12 del mediodía se da la hora punta, pero el goteo de barcas puede extenderse hasta la noche. “Según lo que nos han contado los refugiados, dependiendo de la mafia y de lo que les pagaban, venían en mejores o en peores condiciones”, recuerda Iñaki. Estos traficantes de personas los dejan la noche anterior a la orilla del bosque en Turquía, y en algunas ocasiones eran los propios refugiados quienes tienen que inflar y montar el bote, para embarcarse con cerca de 50 personas y cruzar al otro lado.

“Gracias, gracias y gracias”

Durante su estancia de apenas diez días se han topado con todo tipo de historias. Desde un médico sirio con un alto tren de vida, estudios y cultura, que huía de la guerra, hasta “chavalillos de 20 años que han venido desde Myanmar y que han estado cuatro meses caminando y comiendo lo que podían”, destaca. O un grupo de jóvenes de Afganistán, cuyas familias no tenían dinero para todos, y decidieron invertir en ellos para que progresaran en la vida.

“Hubo un hombre que después de cambiarle de ropa y darle de comer, cuando estaba tranquilo preguntó en qué país estaba. En Lesbos, una isla de Grecia, le respondí. Preguntó que por qué hablábamos todos inglés. Porque somos de fuera. Y qué hacéis aquí. Teníamos vacaciones y hemos venido a ayudar. Se quedó sorprendido y no paró de dar las gracias”, rememora este profesor, que antes de viajar fue a una frutería de unos marroquíes en Elgoibar para que le enseñaran algunas palabras en árabe.

La ONG Lighthouse Refugee, con la que Iñaki y Koro colaboraron entre el 27 de diciembre y el 5 de enero, está situada en la orilla de la playa en Lesbos, tras una pista de tierra. La organización arrancó en septiembre, cuando un grupo de jóvenes vio la necesidad de crear un campamento de atención primaria, y poco a poco se ha ido extendiendo. Según cuenta Iñaki, el refugio ya cuenta con una mobilhome, que hace de hospital; una tienda con camillas, y otra para asistir a los afectados de hipotermia; así como con vestuarios, y un parque infantil. Además, posee tiendas separadas para que duerman chicos y chicas, y otra para acoger a familias al completo.

Tras una charla inicial, en la que les explicaron el funcionamiento del campamento, cómo priorizar las tareas y les instruyeron en primeros auxilios, se pusieron manos a la obra. Junto con el resto del equipo, compuesto por cerca de 30 personas de países de todo el mundo – Noruega, Suecia, Israel, Jerusalem, Egipto, Brasil, Suiza, Alemania, Italia, Inglaterra, Escocia, Irlanda, Canadá, Estados Unidos – , se repartían en turnos para realizar tareas básicas.

Red de autobuses

“Una vez que pasan el aviso de que viene un bote, se enciende el generador para que haya luz eléctrica y en todo momento tienes que tener té caliente y agua hervida para usos médicos, y para biberones. Se les preparaba también sopa y sandwiches”, afirma. Además, la pareja clasificaba la ropa y mantenía limpias las instalaciones porque “en el momento en que llega un bote hay mucho movimiento”. Iñaki ha vuelto sorprendido de que en septiembre “desembarcaban los botes y no había nada ni nadie y los refugiados igual tenían que hacer después 60 kilómetros andando”, revela.

Pero ahora hay una red de transporte organizada que les traslada después de la atención primaria que ellos proporcionan. Desde la ONG avisan a un microbús que acerca a los refugiados a un segundo campamento, Stage Two (Segunda Etapa). Y de ahí se reparten en otros autobuses entre Moria, el mayor campamento que alberga a 6.000 personas y que se dedica a tramitar los permisos de tránsito por Grecia y Europa; y Kara Tepe, un segundo campamento recomendado para las familias.

De 1.500 a 8.000 euros

Cuando el equipo de voluntarios era suficiente para encargarse de los recién llegados, Iñaki y Koro aprovechaban para escaparse a la capital y hacerse con material necesario. “Compramos ropa interior y estufas con el dinero que hemos recaudado”, completa. Y es que antes de partir se propusieron juntar 1.500 euros para ayudar. Sin embargo, esa cantidad se elevó hasta más de 8.000 euros. “La gente no da dinero a cualquier organización. Pero sabiendo que íbamos nosotros, nuestro entorno sí nos ha dado”, recalca Iñaki, que sigue tratando de recaudar más efectivo para aportar.

“Vivimos en un mundo muy injusto en el que familias enteras tienen que embarcarse en una zodiac a las tres de la mañana sin saber a dónde van a llegar”, lamenta este elgoibartarra. Pero también se alegra de haber podido aprender de ello, de que “con poco se puede subsistir” y de todo lo que uno es capaz de hacer por conseguir su meta”. “No hay barreras que les pare. Y después de la experiencia que han pasado, solo tienen palabras de agradecimiento”, concluye.

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