Desde la Avenida de Tolosa

Una familia de refugiados

Diario de noticias de Gipuzkoa, Por Adolfo Roldán, 03-01-2016

El pasado 30 de diciembre se cumplieron 50 años de la película Sonrisas y lágrimas, que consiguió cinco Óscar, dirigida por Robert Wise, con música de Richard Rodgers, Óscar Hammerstein II, e Irwin Kostal. El título del filme ha orientado mi atención en estos días navideños hacia la tragedia de los migrantes que han llegado a Europa procedentes de Siria, Afganistán, Irak, Eritrea, Somalia, Nigeria, Pakistán, Sudán, Kósovo, y países subsaharianos entre otros. Me ha venido a la cabeza, las risas y lágrimas de todos los niños del mundo que en teoría suenan igual. La única diferencia es que las sonrisas de los niños refugiados son mucho más escasas, y las lágrimas mucho más profusas que las de los niños de los países ricos. A algunos, desgraciadamente demasiados, se les borran muy pronto sonrisas y lágrimas del rostro, engullidas por el Mediterráneo. Las pateras se transforman en tristes ataúdes, y las aguas en zanjas húmedas que entierran vidas casi antes de nacer. La Organización Internacional de las Migraciones (OIM) y Unicef han elaborado un informe exhaustivo que pone cifras a la tragedia de la emigración. En 2015, fallecieron ahogados en el Mare Nostrum un total de 3.563 personas, de ellos 1.068 eran niños que no habían cumplido todavía los 12 años, y un 5% de ellos eran bebés entre meses y los dos años. Detrás de esas estadísticas hay seres humanos, personas con una historia llena de congoja, con miembros ateridos por el frío, y el cansancio; con estómagos angustiados por el hambre; con ojos embargados por el miedo, con el alma extinguida como Aylan Kurdi, el niño kurdo de tres años al que la muerte rompió y arrastró hasta la playa de Bodrum, en Turquía. Les lloramos, pero solo con intermitencias. Mientras tanto, en Europa hay fiesta y se envían cartas a Papá Noel; en Euskadi cantamos a Olentzero; y los más tradicionales esperan la llegada de los tres Reyes Magos con cofres de oro, incienso y mirra. ¡Qué gran paradoja es la Navidad! ¡Cuánta sin razón! ¿No fueron Jesús, María y José, una familia de refugiados?

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