El votante en el armario de Trump
Los republicanos tienen miedo a admitir en las encuestas que van a votar por el aspirante
El Mundo, , 23-12-2015¿Cuánto respaldo tiene Donald Trump? Depende. Y depende, sobre todo, de cómo se haga la pregunta. No de qué pregunta se haga, sino a través de qué medio.
Un ejemplo: si se hace a través de internet, o de llamadas telefónicas automatizadas, en las que una voz grabada formula las preguntas, tiene el 30,2% de la intención de voto en el estado de Iowa, en el que comienzan las Primarias el 1 de febrero. Eso lo sitúa a la cabeza de los aspirantes republicanos, cuatro puntos por delante de su más inmediato seguidor, Ted Cruz.
Pero, si la encuesta la hacen personas de verdad llamando por teléfono, Trump va el segundo en Iowa, con un 24,6% en intención de voto, exactamente 4,2 puntos porcentuales por detrás de Cruz.
¿Qué pasa? ¿Cuatro puntos por delante o 4,2 por detrás? Eso es mucho, sobre todo en Estados Unidos, el país en el que, al menos en las elecciones presidenciales, las encuestas, literalmente, clavan los resultados.
En un momento en el que los estudios de opinión pública se han estrellado en Gran Bretaña y, en menor medida, en España, Trump ha llevado la incertidumbre demoscópica. Las encuestas extrapolan en parte resultados pasados, y el último precedente de un candidato exótico como Trump dentro del Partido Republicano es el de Ross Perot, en 1992, que se llevó el 19% de los votos. El candidato, así pues, pone a las empresas de encuestas en terreno desconocido, como hizo el Ukip en el Reino Unido, y Podemos y Ciudadanos en España.
A eso se suma la proliferación de las encuestas online, que aparecen inopinadamente cuando se abre una página web. En su desarrollo ha jugado un papel central la web SurveyMonkey (literalmente Mono de las Encuestas), creada y desarrollada por Dave Goldberg, el marido de la número dos de Facebook, Sheryl Sandberg, que se encarga del día a día de la gestión de la red social. Paradójicamente, Goldberg no ha podido ver el impacto de su empresa –que, aun así, dista de alcanzar el de Facebook– porque el 1 de mayo pasado se cayó de la cinta en la que corría en el gimnasio en un exclusivo hotel de México y se mató.
Ante esa tesitura, los expertos han reaccionado con una explicación plausible: la culpa no es de los encuestadores, sino de los encuestados, que dicen la verdad si el que les pregunta es SurveyMonkey y mienten si se trata del señor John Smith.
En otras palabras: los republicanos tienen miedo a admitir que van a votar por Donald Trump. A fin de cuentas, el candidato ha sido atacado ferozmente desde todos los ángulos pero, particularmente, desde el del propio Partido Republicano. El empresario reconvertido en político es un «fascista», según luminarias republicanas de la talla de Max Boot y John Noonan, dos de los mayores defensores de la invasión de Irak y asesores, respectivamente, de los candidatos a la Presidencia Marco Rubio y Jeb Bush. De modo que Trump podría tener un voto oculto de gente que no quiere que se la vea como traidora al Partido Republicano, fascista, xenófoba y racista.
Y ahora, la consultora Morning Consult acaba de llevar a cabo un sondeo que ratifica esa idea. Los técnicos de esa empresa tomaron un grupo de 2.397 votantes republicanos –o que simpatizan con ese partido– y los dividieron en tres segmentos. Uno de ellos contestó a una encuesta sobre intención de voto en un formulario anónimo que apareció en las pantallas de sus ordenadores cuando navegaban por internet. Otro fue sondeado por medio de llamadas telefónicas pregrabadas, sin la intervención de seres humanos. Y, finalmente, el último tercio respondió a preguntas que le hicieron encuestadores por teléfono.
Los datos del estudio, publicados el lunes, revelan que la intención de voto de Trump fue del 38%, 36% y 32%, respectivamente. Así pues, los votantes de Trump salen del armario cuando se sienten protegidos por el anonimato. En todo caso, la duda persiste. Hasta el 1 de febrero –en Iowa–y el 9 –en New Hampshire– no empezaremos a salir de dudas
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