Europa, Merkel y los refugiados

La Vanguardia, , 23-12-2015

Las agencias humanitarias difundieron ayer las cifras del flujo migratorio registrado en Europa en el 2015, el mayor desde la Segunda Guerra Mundial: 972.000 personas –la mitad procedentes de Siria–, 3.700 muertos en el periplo y un negocio estimado en 10.000 millones de dólares para los traficantes desde el año 2000.

La vertiente humanitaria del drama es que muy pocas de esas 972.000 personas tienen asignado un país de acogida y unas perspectivas legales. Se trata de una botella medio llena o medio vacía: la coordinación europea va lenta pero va y todas estas personas que huyen de la falta de perspectivas y conflictos –un 20% son afganos y un 7% iraquíes– viven ya entre nosotros en unas condiciones más que dignas. El Estado de bienestar que caracteriza al Viejo Continente ha sido capaz de asumir, superadas las primeras descoordinaciones, un flujo inesperado y de proporciones inimaginables hace un año. A menudo, los europeos son maestros en el arte de flagelarse. Hoy por hoy, este millón de personas tienen garantizados sus derechos humanos y, por supuesto, satisfechas las necesidades básicas.

La crisis tiene un origen claro –el drama sirio– y alimenta un negocio tan lucrativo como el del narcotráfico. Las cifras de diciembre certifican un importante descenso, no sólo debido a las condiciones climatológicas sino a los primeros esfuerzos de los países vecinos –sobre todo Turquía– por atajar el flujo. Aquí empiezan las consecuencias geopolíticas.

Los refugiados han demostrado que gozaban de información y asesoramiento. Mayoritariamente, aspiraban a ganar Alemania, bien por su potencia económica, bien por sus ayudas a los refugiados. Cuando el verano perturbaba la postal vacacional de Europa, el mundo entero se interrogaba sobre la respuesta de Berlín. La canciller Angela Merkel tenía una papeleta complicada: ¿luz verde y efecto llamada o cerrarse en banda e invocar los tratados europeos para justificar un cierre de facto de sus fronteras? No era una duda gratuita porque Alemania se había desentendido de los refugiados que alcanzan por mar Italia, España, Grecia o Malta.

La canciller Merkel se ganó el aplauso mundial cuando apostó por acoger aquel flujo de la miseria y la desesperación. Setenta años después de la guerra, Berlín mostraba al mundo su admirable evolución. No es una novedad, pero pocas situaciones han mostrado tan gráficamente el espíritu y la pujanza de la Alemania contemporánea. Esta vez no eran compatriotas, como sucedió al caer el Muro, sino musulmanes forzados a abandonar sus casas por una guerra entre musulmanes. De paso, Angela Merkel afianzó su prestigio internacional y su liderazgo interno. Pero con el paso del tiempo, existe el riesgo de que los mismos que aplaudieron a los recién llegados se planteen si su integración cuesta mucho al erario…

La generosidad alemana no es ilimitada y Berlín trata de repartir el precio de la factura. Toda Europa será copartícipe del esfuerzo, a diferencia del enfoque menos solidario que se aplica a estados mediterráneos (Italia ha recibido 150.000 inmigrantes en el 2015 y España, más de 3.800). Hay voces en Bruselas que lamentan que Alemania abriese sus brazos con tanta generosidad…

Turquía es la gran beneficiaria involuntaria del drama. Ya no se trata de los 3.000 millones de euros prometido por la UE para la vigilancia de fronteras. Es el trato VIP que le va a dispensar Bruselas.

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