Laura Iglesias: «La mejor reacción ante el miedo es ir a un centro de acogida y ver las caras de la gente»

Esta periodista de 46 años responsabiliza a las autoridades alemanas porque «no están fomentando la integración»

La Voz de Galicia, P. B.Berlín / E. La Voz, 21-12-2015

Para el erudito Adolf Bastian todas las culturas tienen orígenes semejantes, tal y como demuestra el hecho de que los objetos cotidianos que creaban persiguieran un fin común, y solo a raíz del contacto con forasteros, unas se desarrollan antes que otras. Aunque data del siglo XIX, su tesis podría estar hoy más vigente que nunca, con la crisis migratoria, relata Laura Iglesias San Martín, que ha publicado varios artículos sobre el etnólogo alemán.

PUBLICIDAD

A primeros de septiembre, la nieta de la maestra ourensana Paz Sueiro afincada en Berlín desde el 2000, colaboró como voluntaria en un centro de refugiados del barrio capitalino de Spandau. Allí conoció a una familia de refugiados sirios. Él había trabajado como profesor de literatura francesa en Alepo y ella era una joven ama de casa. Tienen una niña de año y medio. Pronto, Laura y dos amigas más entablaron una relación muy especial con el grupo.

«Me tiré un fin de semana entero lavando y planchando ropa, para dársela en las mismas condiciones en que a mí me hubiera gustado recibirla», comenta entre risas la periodista de 46 años, que estudió Derecho en Madrid y en Roma. Aunque Laura insiste en restarle importancia a su labor, y subraya que los que «se merecen un premio» son los voluntarios que trabajan día y noche en la Oficina de Sanidad y Asuntos Sociales de Berlín (LaGeSo), uno de los lugares que mejor refleja la estrechez de recursos que ha provocado la afluencia masiva de refugiados en el país.

«Me convertí en una tía»
«Les llevé el carrito de mi hijo, pañales… Y pronto me convertí en la tía que les visitaba los domingos con té y pasteles, y salía a pasear con ellos», explica Laura, que prefiere no desvelar los nombres de sus amigos. Hasta que un día las autoridades decidieron trasladarles a Chemnitz, en el este del país. «Me contaban que allí el ambiente era horrible, muy hostil, que se producían agresiones contra los inmigrantes día sí día también. Cuando la pequeña cayó enferma, aprovecharon para partir de ilegales a Noruega. Allí están mejor que en Chemnitz», asegura emocionada, mientras me enseña la foto de perfil del profesor sirio en el WhatsApp, el medio por el que aún se comunican de vez en cuando.

Al preguntarle por el aumento de los ataques a centros de refugiados, responde: «Ahora la extrema derecha capta los miedos y recelos de la gente». Con todo, la voluntaria, que residió en Santiago de Compostela entre los 15 y los 18 años, también responsabiliza de ello a las autoridades alemanas, porque al utilizar los gimnasios de escuelas para dar cobijo a los refugiados, «no están fomentando la integración».

«Hasta cierto punto [el miedo de la gente] es comprensible. Muchos ven que la política de puertas abiertas de Merkel no tiene fin y que a ellos cada vez les quitan más cosas. Es un reto inmenso, pero se puede conseguir, y si se hace bien puede ser un regalo para Alemania», sostiene. A su juicio «la mejor reacción ante el miedo es ir a un albergue de refugiados y ver las caras de la gente. Ver que, como decía Adolf Bastian, no somos tan diferentes».

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)