Tribuna abierta
Migrantes ‘a la carte’ Hoy se celebra el Día Mundial del Migrante
Deia, , 18-12-2015HAY un día en que se nace a algo. Un día a partir del cual recordamos cómo empezamos a ser conscientes o a interesarnos por algo, ya sea el sexo, la guerra de Chiapas, la NBA o cómo crear un hashtag… Para mí, el 28 de agosto de 2005 significó un angustioso despertar que tornó mi visión naif del fenómeno de las migraciones en un lienzo hiperrealista cuyas pinceladas no dejan, desde entonces, de destilar insolidaridad e inhumanidad. Ese día, “las fuerzas del orden” se pusieron las botas de golpear a personas que intentaban superar la valla fronteriza de Melilla, con el ánimo de completar, llegando a territorio español, su largo, costoso y penoso viaje a Europa.
‘Algo’ los mató A la mañana siguiente, en el lado marroquí de la valla, apareció un hombre muerto, un subsahariano sin nombre – como otros tantos – molido a palos, cuyo cuerpo nadie reclamó y por quien los medios de comunicación se interesaron durante no más de 48 horas. Hubo tibias peticiones para que se mostraran los vídeos de aquella noche, tan tibias que aquello quedó en el olvido.Nueve años después, el 6 de febrero de 2014, no uno sino 16 subsaharianos murieron ahogados al intentar alcanzar la playa del Tarajal, en Ceuta, nadando por el lado del espigón que linda con la valla fronteriza. Ahogados… ¿o agotados? Aquí sí que vimos algunas imágenes – no todas – que nos mostraban indubitadamente cómo los guardianes de nuestras fronteras disparaban algo – dejémoslo ahí – a los inmigrantes que nadaban hacia la playa, algo que les impedía avanzar, algo que los agotó, algo que los ahogó. Algo, en definitiva, que los mató.
El debate indecente que siguió a esos sucesos durante semanas trató sobre si lo que dispararon eran pelotas de goma o fuego real. Invito a cualquiera que defienda la trascendencia de esta discusión a meterse vestido en el mar, nadar unos 200 metros e intentar llegar a la orilla mientras una patrullera armada hasta los dientes le está disparando continuamente, ya sea fuego real, pelotas de goma u ositos de peluche. Diferente munición, mismo resultado: la muerte.
La podredumbre moral Pongo estos dos ejemplos porque muestran de forma gráfica y cercana la podredumbre moral en que vivimos, una suerte de ceguera diurna que nos impide ver la dimensión humana de un problema que desde hace demasiado tiempo se ha reducido a cifras. Tristemente, ha tenido que ser la desgracia de un niño sirio de tres años ahogado en la costa turca, huyendo de la guerra de su país, la espoleta que ha activado con efecto retardado unas conciencias durante años muertas.
Y digo tristemente porque como Aylan – léase: niño que huye de su país y muere en el mar – hay cientos de casos documentados en las últimas dos décadas en las costas del sur de Europa. ¿La diferencia? Aylan era blanco, iba bien vestido y su padre ya estaba haciendo declaraciones a los medios al día siguiente de la desgracia. Los cientos de niños y niñas que han muerto, mueren y morirán en el Mediterráneo – desde mucho antes de la crisis siria – , por el contrario, son magrebíes o subsaharianos. Y hablemos claro: se trata, para buena parte de Europa, de seres humanos de segunda categoría. Quitémonos la máscara de una vez, nuestra propia reacción nos delata.
¿Qué más da de dónde? Por otro lado, ¿Qué más dan las disquisiciones sobre si las personas procedentes de Siria, Libia o Irak son solicitantes de asilo y, en cambio, aquéllas que llegan en kayucos son migrantes, si todas intentan salvar sus vidas? ¿Alguien sabe en qué condiciones vive un migrante subsahariano en cualquier país del Magreb antes de dar el salto a Europa? ¿Alguien se ha preocupado por denunciar ante la opinión pública que los estados del Norte de África niegan y conculcan sistemáticamente los derechos de toda persona subsahariana en tránsito hacia Europa?
Hoy, con más fuerza que nunca, traemos a la memoria del mundo a las migrantes asesinadas en Ciudad Juárez, denunciamos las “devoluciones en caliente” legalizadas este año por el parlamento español, repudiamos a los “coyotes” que roban el dinero de estas personas a cambio de pasarlas al otro lado de cualquier frontera en condiciones infrahumanas, rechazamos la trata a la que se ven sometidas las migrantes filipinas en los grandes compounds empresariales de Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos… y tantas otras realidades invisibilizadas que nos muestran lo obsceno de mantener un único concepto de migración para otorgar la misma naturaleza a estos trágicos procesos, por un lado, y por otro, a los movimientos de personas que de forma voluntaria cambian su entorno vital sin salir en ningún momento de un mismo contexto de desarrollo y bienestar.
Una reflexión global Del mismo modo, desde el momento en que los procesos migratorios forzosos dejaron de estar revestidos de las condiciones mínimas de dignidad y protección que requieren las personas que los viven, conviene interpelar con premura al Derecho Internacional (privado, público, humanitario) para construir una reflexión global sobre la pertinencia de seguir aplicando algo que apenas se sostiene sobre el papel; a saber, unas consideraciones metajurídicas para la migración forzada y otras, extremadamente distintas, para el desplazamiento que implica poder acceder al estatus de refugiado.
En ambos casos, las causas en origen podrán ser distintas pero el sufrimiento y la necesidad de proteger y dignificar a las personas confluyen en una misma vía, por ahora muerta. Desgraciadamente, lo estamos viviendo.Y cada día que pasa con más fuerza.
Por otro lado, esa reflexión global no impido, sino todo lo contrario, considerar preciso recordar a los estados firmantes de los acuerdos del pasado mes de septiembre para la integración de las personas refugiadas sirias que apenas están cumpliendo nada de lo que se comprometieron a hacer, que han pasado más de dos meses, el invierno está al caer y las personas que llegan a la Unión Europea desde los campos de Centroeuropa se pueden contar con los dedos de una mano.
Decir que se va a hacer algo no implica necesariamente que se vaya a hacer, pero se gana tiempo y se maquillan políticas exteriores.
Ya lo vimos en Haití…
Lamentablemente, llueve sobre mojado.
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