Aliviar el dolor de las balas

Dos alicantinas de Cruz Roja se desplazan a campamentos de refugiados en las islas griegas donde prestan atención sanitaria y psicosocial a niños. No todos los que huyen de la guerra alcanzan la costa. La esperanza se cruza con la muerte y los que logran la meta llegan desorientados y con infecciones y heridas tras su travesía por el mar

Las Provincias, E. BROTONS, 09-12-2015

Muestra sus heridas de bala en las piernas. Fue en 2012 y dice que todavía le duelen. Son señales de la guerra que quedarán para siempre grabadas en su piel. Tiene 21 años y es uno de los sirios que ha logrado superar una dura travesía. Está en el campamento para refugiados instalado en la isla griega de Samos donde intentan aliviar su sufrimiento.

Dos alicantinas están en dos zonas donde se cruza la esperanza y la muerte. Porque no todos alcanzan la meta. Una barcaza con once personas sirias, entre ellas cinco mujeres, dos niños y cuatro bebés, se hundió el pasado mes cuando tan solo quedaban 15 metros para alcanzar la orilla de Samos.

Hasta allí se ha desplazado estos días la responsable de Comunicación de Cruz Roja Alicante, Carla Vera. La organización ha instalado una unidad de cuidados básicos de salud y trabaja en coordinación con otras entidades como Médicos sin Frontera. Realizan una primera asistencia sanitaria a los refugiados y en otro punto han abierto un «espacio feliz» para los pequeños. Una zona de juegos, de entretenimiento, y donde también imparten talleres de salud (cómo cepillarse los dientes y hábitos de higiene) para intentar mitigar el trauma por el que están pasando, explica la responsable de Comunicación, quien está comprobando ‘in situ’ la labor diaria que la organización realiza.

Son cerca de 300 refugiados, de ellos unos 70 menores de edad, y la mayoría viven en una especie de containers habilitados y otros, en una gran tienda de campaña (dentro cada uno tiene su espacio en otra tienda). «Muchos llegan desorientados y algunos con crisis de ansiedad, pero en general están contentos porque por fin han llegado Europa después del viaje duro por el que han tenido que pasar», explica María Ángeles Montaño, enfermera extremeña y coordinadora del equipo de Cruz Roja Española en Samos.

En el centro de salud móvil, que se puso en marcha el 30 de septiembre, hay días que han llegado a atender a 200 personas. «Vemos muchas infecciones del tracto respiratorio alto por el frío que pasan en el mar y cuando hacía calor picaduras de insectos, también heridas sobre todo por el rescate cuando se encallan en rocas o desembarcan, diarreas, vómitos, problemas de estómago, y enfermedades crónicas como diabetes e hipertensión», cita.

En otra isla griega, la de Chios, trabaja desde el pasado 16 de noviembre la voluntaria alicantina Maite Sebastián, vecina de Xaló. Abogada de profesión, experta en Derechos Humanos y delegada psicosocial, su labor se centra en proporcionar información básica y relevante a la población emigrante así como primeros auxilios psicológicos, desarrollar espacios seguros y de juego para menores y colaborar con el programa de restablecimiento de contactos entre familiares.

Sebastián recuerda que cuando aterrizó su primera impresión fue la de «contrastes, vienes a ayudar y a colaborar pero tienes la sensación de que todas estas personas necesitan más ayuda para seguir adelante». Los refugiados «vienen de muchísimos países, de Irak, Irán, hay afganos, sirios, kurdos….y la primera atención que realizamos es proveerles de información porque hay veces que no saben dónde se encuentran y qué les va a pasar, además de gestionar el nivel de estrés» que presentan. Con los menores, también disponen de un espacio donde intentan normalizar su situación después de meses viajando y dejando atrás su casa, su colegio, familiares y amigos. «Lo que intentamos es minimizar las consecuencias de la guerra, que tengan la oportunidad de pasárselo muy bien y les damos mucho cariño y unos abrazos geniales».

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