El triunfo del Frente Nacional de Marine Le Pen en las elecciones regionales que se celebraron el domingo en Francia es una mala noticia para Europa y ha dejado al país vecino en estado de shock. De hecho, esta era – shock – una de las expresiones más utilizadas ayer en las portadas y artículos editoriales de las publicaciones galas para expresar el disgusto y la preocupación que despierta el avance electoral que el partido de extrema derecha está experimentando y que en los últimos comicios consiguió que uno de cada cuatro franceses que acudieron a las urnas optara por sus papeletas, situándolo por delante de la agrupación de la derecha y el centro que Sarkozy representa y de los socialistas liderados por Hollande y Valls. La preocupación aumenta porque se trata de la tercera convocatoria que el partido de Le Pen gana, tras las elecciones europeas de 2014 y las municipales de marzo de 2015, y porque presagia una “ola azul Marina”, como la denominan en Francia, para las elecciones presidenciales que se celebrarán en 2017. Los especialistas y analistas del fenómeno de extrema derecha hablan de una fuerza que ha desarrollado un discurso demagógico en torno a los asuntos que preocupan a los ciudadanos franceses, como son la inmigración económica, los refugiados, los atentados terroristas, la existencia de una gran masa de árabes y musulmanes viviendo en Francia, el paro o las consecuencias de la crisis económica, frente a un discurso impreciso de la derecha y la izquierda tradicional, incapaces de explicar a sus conciudadanos cuál es el modelo de sociedad que ofrecen para Francia. El hecho es que un partido reaccionario y xenófobo, inspirado en una ideología contraria a los valores republicanos de libertad, igualdad y fraternidad, sigue incrementando el apoyo que le presta la ciudadanía francesa. El próximo domingo se celebrará la segunda vuelta de las regionales y los partidos de centro derecha e izquierda disponen de una semana para instaurar sus alianzas e impedir al Frente Nacional el acceso a los gobiernos de la mitad de las regiones francesas, para lo que será imprescindible movilizar a una parte significativa del censo, que no quiso participar en la primera vuelta celebrada el domingo. Pero los resultados electorales indican la existencia de un problema más profundo que exige repuestas adecuadas y que supone una amenaza para todos los europeos.