Tras la pista de la yihad en San Bernardino
La investigación apunta a «la mayor matanza terrorista en suelo americano desde el 11-S»
El Mundo, , 05-12-2015Personas normales en público y terroristas en el armario. Ésa parece ser la vida que llevaban Syed Farooq y su esposa, Tashfeen Malik, los responsables de la matanza de 14 personas el miércoles pasado en un centro para disminuidos psíquicos de la ciudad de San Bernardino, cerca de Los Ángeles. Dos días después de la matanza, el FBI declaró ayer que está investigando la carnicería como un acto terrorista, y que está realizando pesquisas tanto dentro como fuera de EEUU para determinar qué conexiones tenían los autores del que es ya el mayor atentado por número de víctimas que ha sufrido ese país desde el 11-S, tal y como informaban anoche las cadenas de televisión CNN y Fox News.
De puertas afuera, los Farooq eran simplemente musulmanes que seguían de forma estricta su religión. Eran de clase media alta. Él era ingeniero, tenía un sueldo bruto anual de 70.000 dólares (65.500 euros) y un buen seguro médico –algo que es muy importante en EEUU– gracias su condición de funcionario municipal. En mayo habían hecho una gran fiesta para celebrar el nacimiento de su hija.
Malik era una musulmana muy estricta. Rezaba 5 veces al día, no trabajaba, y no quería conducir (paradójicamente, cuando fue abatida por la policía iba al volante del coche mientras su esposo disparaba a los agentes). Pero, hasta ahí, no hay nada anormal en una sociedad multicultural como es la de Estados Unidos. Y es que el perfil de los terroristas islámicos estadounidenses es ése: de unos veinte años, clase media alta, educados, y, frecuentemente, con hijos. El Estado Islámico (IS, según sus siglas en inglés) tiene un considerable número de mujeres entre sus seguidores, pese a que su ideología no es exactamente favorable a la igualdad de género.
Las únicas quejas de los vecinos de los Farooq eran un gallo que tenían y que no dejaba dormir a nadie y, en una increíble paradoja, la gran celebración que llevaron a cabo el pasado 4 de julio, el día nacional de Estados Unidos. La familia tenía una pequeña granja en el patio de su casa, con ovejas y gallinas, tal vez para poder abastecerse de comida halal, acorde con los preceptos religiosos.
Pero en la casa también había 5.000 cartuchos, 12 bombas de fabricación casera –tres de ellas listas para ser detonadas a distancia–, y material para fabricar artefactos más sofisticados. Claro que la verdadera clave para saber qué se tramaba en aquella vivienda que ayer fue expuesta a todo Estados Unidos por las cámaras de televisión de la cadena MSNBC online. Y ahí, según confirmó anoche el asistente del director del FBI –la policía federal de EEUU, que se ocupa de delitos en todo el país–, David Bowdich, todas las pistas apuntan al fundamentalismo islámico.
No será fácil descubrir esas pistas. Farooq y Malik rompieron el disco duro de su ordenador, y redujeron al máximo su presencia online, aunque se ha encontrado un mensaje de ella en una cuenta falsa de Facebook proclamando su fidelidad al IS. Y uno de los dos –Bowdich no quiso decir quién– había estado en contacto telefónico con una persona dentro de Estados Unidos que estaba bajo seguimiento del FBI por posible vinculación a grupos integristas. El mismo alto funcionario declaró que «estamos trabajando duro con nuestros aliados extranjeros» para tratar de saber si los asesinos habían estado en contacto con terroristas fuera de EEUU.
Bowdich declaró ayer que «estamos mirando muy cuidadosamente» la posibilidad de que hubiera alguna conexión entre Farooq y Malik y el IS, pero se negó a especular si el atentado estuvo, bien inspirado, bien coordinado directamente, por ese grupo. También justificó la autorización a MSNBC para entrar a grabar en la casa frente a quienes lo han criticado por temer que los camarógrafos podrían destruir pruebas o convertir la investigación en un circo mediático. La clave está en que, una vez que concluye el registro de una vivienda, la policía está obligada a devolver las llaves a su propietario, que a continuación puede hacer lo que quiera, incluyendo dejar entrar a la televisión.
Farooq era estadounidense de nacimiento, aunque sus padres son inmigrantes pakistaníes. Se crió con su madre en un entorno muy religioso, pero, aparentemente, no radicalizado. Según sus vecinos, cuando él y sus hermanos alcanzaron la adolescencia empezaron a dejar de vestir en algunas a la occidental para empezar a llevar, sobre todo en festividades musulmanas, trajes tradicionales. Viajó a Arabia Saudí en 2013 y 2014 y, según sus compañeros de trabajo, volvió con una personalidad mucho más religiosa que antes.
Malik era una pakistaní que emigró a Arabia Saudí, el país que tiene como versión oficial del Islam el wahabismo, una interpretación ultraintegrista que ha servido de inspiración a Al Qaeda. Si se radicalizó en ese último país, tiene mérito, dado que los saudíes no destacan precisamente por la amabilidad de su trato hacia los inmigrantes. De allí viajó a EEUU el año pasado para casarse con Farooq. Hace 6 meses tuvieron una hija, que dejaron en casa de unos familiares para irse a asesinar gente al centro de discapacitados en lo que parece la primera parte de una misión suicida.
Ningún grupo terrorista ha reclamado la autoría del crimen. En una organización tan estructurada como el Estado Islámico, esa falta de reacción podría apuntar a que Farooq y Malik son una pareja de lobos solitarios (curiosa calificación, dado que los integristas musulmanes suelen odiar a los perros, a los que consideran animales diabólicos). Desde marzo de 2014, en Estados Unidos han sido formalmente acusadas de simpatizar con el IS un total de 81 personas, entre ellas una niña de 15 años.
(Puede haber caducado)