La ultraderecha, imparable en una Francia temerosa
El Mundo, , 07-12-2015EN PLENO estado de excepción por los atentados yihadistas de París, Francia celebró ayer la primera ronda de las elecciones regionales «del miedo», en expresión del diario Libération. Un doble juego de palabras en referencia no sólo al clima de temor ciudadano a nuevos ataques del IS, sino también al terremoto provocado por el espectacular avance del ultraderechista Frente Nacional. La formación liderada por Marine Le Pen se impuso en las urnas, seguida muy de cerca por Los Republicanos de Sarkozy. Por su parte, los socialistas sufrieron la dura derrota que ya vaticinaban las encuestas. Aunque la mayor parte de los gobiernos regionales no se decidirán hasta la segunda vuelta del próximo domingo, el éxito del Frente Nacional representa un cataclismo político en el país de la igualdad y la fraternidad. Y confirma los peores temores del espectacular avance de la ultraderecha –antieuropea y antiinmigración– en el conjunto del continente.
Los analistas coinciden en que los atentados del 13-N han afianzado aún más al Frente Nacional. Su discurso apocalíptico contra los refugiados y las diatribas contra Schengen y la política de seguridad común de la UE, exigiendo la recuperación de los controles fronterizos y la expulsión de sin papeles, llevan años calando como una lluvia fina. Y tras la masacre de París muchos votantes confieren que Marine Le Pen tenía razón en su radiografía. Estamos ante la explotación populista del miedo y produce vergüenza como europeos la facilidad con la que se expanden ideas tan simplistas y peligrosas. Pero un resultado como el de ayer en Francia debe obligar también al conjunto de la clase política –y en especial a los partidos de izquierda– a asumir los errores de su gestión y su fracaso a la hora de articular un discurso ilusionante y realista que se adecúe a los nuevos desafíos a los que se enfrenta la sociedad.
Sin ir más lejos, la popularidad del presidente Hollande –el peor valorado de la V República– ha subido entre 10 y 20 puntos por su eficaz gestión tras los atentados. Pero no ha servido para revertir la caída en picado del socialismo francés, sin soluciones para las grandes crisis que hoy sufre Francia. Junto a los retos en materia de seguridad, de refugiados o de integración –con intermitentes estallidos de violencia étnica en los suburbios urbanos, muchos de ellos auténticos guetos–, no hay que perder de vista el impacto de la crisis económica. Porque aunque la recesión no golpeó con tanta fuerza como en España y otros países de la UE, Francia permanece estancada en la desaceleración económica, con un crecimiento previsto para este año de sólo el 1,2% del PIB. Además, la tasa de paro, un 10,7%, es la mayor en casi dos décadas y ya está por encima de la media de desempleo de la Eurozona. Demasiados factores que, sumados, son una auténtica bomba social en Francia, bien explotada por el Frente Nacional.
En las pasadas europeas, el partido de Marine Le Pen ya fue el más votado. Y, si mantiene este avance, cada vez parece menos descabellado su asalto al Elíseo. Que no lo consiga depende en buena medida de la capacidad de los partidos tradicionales para convencer a los franceses de que ningún país puede ser grande y libre con recetas que sólo disparan el miedo.
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