El nuevo Tyson es un gitano inglés

Mide 2,06 metros, vive en una caravana y es el nuevo campeón de los pesos pesados al derrotar al invencible Klitschko

El Correo, j. gómez peña, 30-11-2015

A tipos como los Fury es mejor tomarlos en serio. A John Fury, un ex boxeador, no le creyeron en el hospital cuando hace 27 años llegó apresurado con su parturienta esposa. El bebé venía prematuro, tres meses antes. Al nacer el pequeño apenas pesaba 500 gramos. A John le preguntaron por el nombre. Se rascó la cabeza y lo soltó: «Tyson». Como su ídolo, Mike Tyson. Las enfermeras pensaron que era broma. Y no. En septiembre de este año, Tyson Fury acudió con sus 2,06 metros de altura y 112 kilos de peso a la rueda de prensa de presentación del combate por el título mundial ante el ucraniano Valeri Klitschko. Llegó tarde y disfrazado de ‘Batman’. Al trote. Un amigo suyo, vestido de ‘Joker’, salió por otra esquina. Ante la mirada pétrea de Klitschko, campeón del mundo imbatido durante más de una década, ‘Batman’ Tyson Fury apaleó al pobre ‘Joker’ y anunció que eso era lo que esperaba al ucraniano. Hubo risas. A Fury no le tomaron en serio. El pasado sábado, en el Esprit Arena de Dusseldorf y ante casi 50.000 espectadores, el hijo de John Fury machacó a Klitschko, acabó con su reinado y se ciñó el cinturón de campeón del mundo de los pesos pesados. A los Fury hay que tomarlos en serio, sobre todo en cuestión de puños.

La familia Fury es gitana. Nómadas irlandeses. Su vida cabe en una caravana, como la de Brad Pitt en la película ‘Schach: cerdos y diamantes’. «Son más duros que un clavo en una ataúd», se oye en ese filme. Biografías marginales. «Soy gitano. Eso signifca que jamás rechazo una pelea. Pertenecer a esta comunidad es imborrable. Aunque sea rico siempre viviré en una caravana», jura. Orgullo gitano. Uno de sus tíos fue campeón británico de peleas clandestinas. Con las manos desnudas. En antros llenos de humo, broncas y apuestas. Cantera de sangre.

De ahí, de esa esquina de Manchester, viene Tyson, un provocador que admira al irascible Cantona. Primero dudó de Klitschko, de su físico perfecto. Dejó entrever que esa estructura de Apolo es cosa del dopaje: «¡Cómo se puede decir que algunos no toman drogas cuando tienen cuerpo de dioses griegos. Puedes entrenarte cien años y nunca tendrás un cuerpo así». El segundo golpe lo lanzó en la rueda de prensa a la que acudió como ‘Batman’. Se sentó al lado de Klitschko y le dijo: «Eres viejo. Tengo ganas de dejarte KO. Estoy tan seguro de ganar como de ponerme bien los zapatos por la mañana». Y eso acaba de ocurrir en Dusseldorf (Alemania), patria de adopción de Klitschko.

El ucraniano llevaba once años invicto. Desde que en noviembre de 1998 se hizo profesional tras colgarse el oro en los Juegos Olímpicos de Atlanta, Klitschko había disputado 64 combates. Sólo tres derrotas. Pero ya tiene 39 años, por 27 de Fury. En la pelea del sábado, el ucraniano no pudo aplicar su estilo cerebral. Fury le abrió el pómulo. Más rápido, más agresivo. Más hambre. El nuevo Tyson llegó a Dusseldorf con 24 combates, con 24 victorias. Ya tiene 25. Ante Klitschko ganó a los puntos. Claro. Parece que habrá revancha. El campeón caído ya se toma en serio de Tyson, aquel bebé prematuro que cabía en la manaza de su padre y que creció hasta superar los dos metros en la caravana familiar junto a su madre, que estuvo catorce veces embarazada y sólo tuvo cuatro hijos. Tyson fue un milagro. Con los 5,7 millones de euros de la bolsa por el título podrá redecorar a gusto la caravana.

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